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jueves, 26 de septiembre de 2019

FINANCIACION

Cuando el sábado 17 de noviembre de 2017, una impresionante manifestación recorrió València tras una pancarta en la que se leía Per un finançament just, nadie pensaba que el tema se arreglaría pronto, pero había una cierta esperanza. Han pasado dos años y no sólo no hemos mejorado, estamos peor. Lo que no avanza, retrocede. Es lo que ha pasado con la financiación autonómica. La larga parálisis institucional que arrastramos afecta especialmente a un Estado autonómico que nos está mostrando sus muchas debilidades. La principal es que se descentralizaron competencias sin prever adecuadamente cómo financiarlas. El resultado salta a la vista. Competencias tan básicas como la sanidad, la educación, la dependencia o gran parte de la política de vivienda dependen de los gobiernos autonómicos. Sin embargo, las autonomías carecen de mecanismos fiscales que puedan suplir la falta de transferencias económicas por parte del gobierno central. Todo está en manos de los Presupuestos Generales del Estado. Y no podemos olvidar que aún vivimos con los de Montoro, aprobados en la última legislatura de Rajoy. Y de eso hace un montón de años. De Montoro a Montero, la espada de la austeridad sigue amenazante sobre el tejado de la ciudadanía.

FENT PAÍS 
                  Aquella manifestación de noviembre contó con el visto bueno de un empresariado poco dado a los guiños a la izquierda. El Botànic I  (PSPV+Compromís+Podem) consiguió lo que parecía imposible. Un amplio consenso social y político en torno a la financiación. Un magnífico camino para anar fent País, que diría cualquier valencianista, por poca conciencia nacional que tuviera. Dos años después, y cuando un nuevo 9 d’Octubre se otea en el horizonte, aquella esperanza de cohesión nacional suscitada en torno a un objetivo justo, lleva camino de frustrarse. Un magnífico abono para que florezca el desencanto, advierte Compromís.  
                  Y en eso dimitió Soler como diputado autonómico. Soler quiere dedicarse en cuerpo y alma a conseguir una mejor financiación para los valencianos. Harán falta muchas energías. Soler no es nuevo en estas lides, y tiene pedigrí. La llegada de Soler a la política vino de la mano del valencianismo. Fue a finales de los 60 y bajo la influencia del gran maestro Fuster. Formó parte del núcleo fundacional de aquel PSPV valencianista anterior a ser fagocitado por el PSOE. Su posterior retiro académico le llevó hasta el Decanato de la Facultad de Económicas. Un magnífico currículum para aspirar a más altas esferas, tanto universitarias como políticas. En esta legislatura, su segunda al frente de la Conselleria de Hisendasu reto es acabar con la maldición que arrastramos los valencianos de ser los peor financiados del Estado. Esperemos que lo consiga cuanto antes. La pesada carga que arrastramos amenaza la supervivencia de nuestra autonomía.
                  Dicen que los valencianos tenemos sangre de horchata, que nos cuesta pedir lo nuestro, que lo vivimos casi como una traición. Pero o nos ponemos a la faena o nadie lo hará por nosotros. Son demasiados olvidos, dilaciones y aplazamientos los que venimos sufriendo. El último hace apenas unos días. La suspensión de la entrevista del President Ximo Puig con la ministra Montero, por muy justificada que esté, no deja de ser un nuevo revés ante una situación angustiosa. La sanidad, la educación o la dependencia no pueden esperar una investidura que se resiste, dijo Mónica Oltra en un tono más subido que de costumbre.

UN PAÍS DE DISSENY
                  En medio de los malos augurios, saltó la noticia de que València será capital mundial del diseño en 2022. Made in València lleva camino de convertirse en nuestra mejor marca. Hace poco el Cap i casal fue capital mundial de la alimentación, ahora le toca al mundo del diseño. Alimentación y diseñadores hacen buena pareja. Bien lo saben quienes viven de la exportación. Tener buena marca es el mejor pasaporte para ir por un mundo cada vez más competitivo. Y eso pasa también por cuidar el diseño. Dicen que a los valencianos nos pierde la estética. A veces un tanto barroca, eso sí. Del crisol valenciano han salido ilustres diseñadores. No hay más que pensar en Mariscal o Montesinos, en Paco Roca o en Sento Llobell, entre otros. Por eso, ante tanto desficaci que nos rodea, siempre nos quedará el consuelo de un buen diseño.            
URBANO GARCIA
Imagen:
1. Manifestación en València "Per un Finançament Just". mediterraneopress.com

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