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miércoles, 5 de abril de 2017

EN EL DIVÁN

Subió a la tribuna con un dibujo en la mano. Lo enseñó nada más comenzar a hablar. “Es mi padre”, dijo. Lo dibujó mi abuelo preso en San Miguel y los Reyes. Lo metieron en la cárcel por socialista. Hablaba Isabel Bonig, la recién confirmada lideresa del PP valenciano. ¿Quería dar a entender que tenía un pasado del que vanagloriarse? ¿O buscaba investirse de una honorabilidad ajena a su militancia para situarse por encima de quienes critican a su partido? En el hemiciclo aún resuena la reprobación al PP por su empeño en mantener los nombres franquistas en el callejero alicantino. O Bonig o el PP, uno de los dos lleva el paso cambiado ¿Quién debería estar en el diván?
                  En la jornada de clausura del XIV Congreso del PP valenciano, ante un Rajoy autista, Bonig pidió inversiones para nuestra comunidad. La lideresa popular se hacía eco de un agravio que cuestiona las políticas de su partido. Y “para evitar el contagio independentista”, apostilló. Poco antes, Mariano había prometido a Cataluña una lluvia de millones para frenar a los soberanistas. ¿Es esa la vía para obtener una financiación justa?, se preguntaba Mónica Oltra harta del ninguneo de Rajoy a los valencianos. Bonig sabe que quién puede poner en peligro la actual hegemonía del PP es Compromís y Mónica. Por eso Mónica y Compromís están en su punto de mira.           

PRESUPUESTOS
                  Los presupuestos de Montoro contemplan una reducción en las inversiones autonómicas, a pesar de que Rajoy y su gobierno los venden como los de la recuperación. Nosotros somos los peor financiados con 119€ por habitante, frente a los 405€ de Castilla y León. El Cap y casal aún sale peor librado. De 169 millones de € pasa a 149. València pierde 20 millones con el pacto PP-C’s. Un acuerdo insuficiente para superar los previsibles votos en contra. Sin embargo, Rajoy confía en lograrlo. Veremos de dónde saca los votos que le faltan. Permanezcan atentos a la pantalla.
                  El déficit de los PGE podría equilibrarse con inversiones directas del Estado. Tampoco en eso parece Rajoy dispuesto a hacer justicia con su antaño granero de votos. El Estado arrastra una deuda de más de 400 millones por la Copa del América. De su compensación depende en parte la remodelación de la Marina de València. Un espacio público necesitado de una revisión integral tras el fiasco de la Copa del América y la Fórmula 1. Seguimos pagando un pico por los grandes eventos. Tampoco habrá dinero para mejorar el transporte metropolitano. Esa red supra urbana tan necesaria para conectar València y su hinterland, una de las zonas más densamente pobladas del Estado. El rentable eje ferroviario mediterráneo –reclamado incluso por una patronal hasta ahora poco vindicativa con el PP- sigue su lento desarrollo por tierras valencianas, mientras el dinero destinado a él por la Unión Europea se desvía hacia conexiones radiales mucho menos eficientes.
                  Este proyecto de PGE muestra el desprecio de PP y C’s por las dinámicas territoriales creadas por el Estado Autonómico. Una parte importante del bienestar está federalizado. Sanidad, educación y dependencia, sus tres pilares básicos, están transferidas a los gobiernos autonómicos.    

REVERSIÓN
                  Durante dos décadas, el PP nos vendió la moto de que la gestión privada de los servicios públicos era más eficiente. Ningún informe lo corrobora. Más bien al contrario. El modelo Alzira que comenzó con el Hospital de la Ribera, se extendió a otros centros valencianos, incluso fue importado a Madrid por Esperanza Aguirre. Ahora que termina la concesión a Ribera Salud, es el mejor momento para integrar en la gestión pública este Hospital, buque insignia de la negra marea privatizadora. La derecha minó el campo de los servicios públicos. Jurídica y laboralmente. Sólo 300 trabajadores -1 de cada 6- de Ribera Salud tienen plaza fija. El resto son interinos. Sindicatos y administración deben buscar la mejor salida a este embrollo.
                  No es el único empastre dejado por el PP. Ahí está la mole de la antigua Fe de Campanar a la espera de su complicado reciclaje. O el nuevo Mestalla, esqueleto varado de la burbuja inmobiliaria. Ninguno de esos “monumentos” hubiera sido posible sin el concurso de los gobiernos del PP. Menos mal que la clòtxina de Calatrava, hablo del Ágora, ya tiene acomodo con CaixaForum, una ampliación de la oferta cultural que no le vendrá mal a la ciudad, abandonada por un gobierno del Estado que navega en la estulticia. O Rajoy cambia de rumbo, o Bonig se va al diván.  
  
URBANO GARCIA
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