Así se titula uno de los últimos libros que nos legó Josep Fontana. Una reflexión sobre la última gran crisis del capitalismo. Esa que comenzó con el desmadre financiero en Estados Unidos y terminó contagiando al resto de países con la celeridad del rayo y la imprevisibilidad de una metástasis. Nadie esperaba la visita de esa vieja dama llamada crisis. O al menos eso nos dijeron cuando llamó a la puerta. Aquí nos pilló subidos a la grupa de una burbuja inmobiliaria que abarató hipotecarios e hipotecó a todo el país. Una década después de que la caída de Lehman Brotherssembrara el pánico en Wall Street, vuelven a sonar campanas de un triunfalismo desaforado. ¿Hay motivo para tanta euforia? Más bien parece que no. El gato viejo sigue escaldado. Las secuelas del rescate bancario siguen escociendo. Había que salvar la banca antes que a las personas. Fue lo primero que hizo ZP. En eso, Mariano no le enmendó la plana. Es más, tras la mayoría absoluta del PP en las elecciones de 2011, Rajoy aplicó la más pura receta neoliberal: socializar las pérdidas de los bancos y recortar las ayudas a las personas. Nuestro enjuto Estado del bienestar adelgazó un poco más si cabe, hasta el límite de la anorexia, mientras las instituciones comunitarias aplaudían la austeridad como receta. Como si dejar de comer fuera lo mejor para un enfermo terminal.
Europa se puso los derechos de sus ciudadanos por montera y encabezó una gran contrarreforma. ¿Dónde fueron a parar las palabras de Sarkozy hablando de la necesaria refundación del capitalismo? Los sumideros de la historia están repletos de promesas incumplidas. Una década después, aquí y ahora, el capitalismo ha dado otra pirueta. Somos más pobres que ayer, pero menos que mañana. El mercado laboral se ha precarizado. La desigualdad ha aumentado hasta niveles similares a la de los años 30. El crack del 28 era el fantasma que hacía temblar a las cancillerías. La historia nunca se repite al pie de la letra. Es verdad que hay un preocupante ascenso de la extrema derecha, esos populismos conservadores que en los años 30’ alimentaron los fascismos. La escena internacional piensa que tiene sus antídotos. Falta por ver su eficacia.
CONTAMINACIÓN
El nuevo capitalismo que se camufla bajo la etiqueta de colaborativo, llega por tierra, mar y aire. Hasta en patinete. La empresa Line, tras la que está Google, inundó a finales de verano las calles y plazas de València con centenares de patinetes motorizados. Taking offempresarial, inversión amortizada. Lo importante es que se hable de los patinetes, aunque sea mal, deben pensar los comerciales plagiando la cínica frase de Oscar Wilde. Line aprovechó un vacío legal –la falta de adecuación del reglamento municipal- para implantar el caos. Ni más ni menos que el desregulado modelo de mercado estadounidense. A menor escala, el mismo que causó la devastadora crisis financiera a la que se refería Fontana. Las derechas, no sólo las hispanas, andan eufóricas ante la nueva vuelta de rosca del capitalismo. Por un lado, con la excusa de aumentar la competitividad, las nuevas empresas del capitalismo de plataforma bajan salarios, disminuyen riesgos empresariales, evaden impuestos, aumentan la precariedad, e incrementan exponencialmente los beneficios para sus verdaderos propietarios. Por otro, hacen de la inseguridad en el empleo y del aislamiento laboral instrumentos eficaces para sembrar la conformidad. Sin unos sindicatos movilizados nunca hubiera aceptado el capital repartir sus beneficios de forma más justa. Una vuelta al esclavismo.
HACER POLÍTICA
En democracia, las urnas y el Parlamento son los principales instrumentos de la política. La mayoría parlamentaria surgida de las urnas en las últimas elecciones, sacó a Rajoy de la Moncloa tras una sentencia que condenó al PP por corrupción, económica y electoral. Desde entonces, el PSOE gobierna en minoría con apoyos puntuales. Tras aceptar la herencia de unos Presupuestos Generales hechos por el PP, ahora le toca a Sánchez hacer unos nuevos para el próximo y tal vez último año de legislatura. Pero PP y C’s ponen palos en las ruedas de la democracia. Gracias a un sistema electoral injusto, el PP goza de mayoría absoluta en el Senado. Cámara que sólo sirve para obstruir y mantener la hegemonía conservadora sobre el legislativo. Enrocado en su poder fáctico senatorial, el PP boicotea cualquier atisbo de mejora para la ciudadanía. Y si esa falla, siempre queda el recurso de que la Mesa del Congreso, con mayoría PP+C’s, por una gracia del PSOE, sirva de muro de contención. Tomen nota para la próxima cita electoral.
URBANO GARCIA
urbanogarciaperez@gmail.com
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Josep Fontana por Sergi Fuster
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Josep Fontana por Sergi Fuster