El tiempo histórico no siempre
coincide con el cronológico. Ocurrió con el paso del siglo XIX al XX. Para
historiadores como Hobsbawm, el siglo XX comenzó en las trincheras de Verdún y
del Somme. La guerra del 14 –hace un siglo- marcó un antes y un después en la
capacidad autodestructiva de la humanidad. De ahí su papel como símbolo del
tránsito. Lo mismo ocurrió con el final de ese siglo corto, en opinión del
historiador inglés. La caída del muro de Berlín, y el posterior desmoronamiento
del socialismo de Estado en los países del este de Europa, marcó con su
simbolismo el punto final del pasado siglo. La caída del muro también marcó un
antes y un después. O eso nos gustaría creer. Pero desde 1989 hasta la fecha lo
único que hemos visto ha sido resurgir un nuevo/viejo capitalismo. Ultramoderno
en las formas, rancio hasta la médula en el fondo.
Muchos quisiéramos ver en la larga crisis que nació
financiera en 2007 y aún no sabemos muy bien qué es, los estertores de un sistema
injusto. ¿Cambio de era? Tal vez. Sin embargo, aunque el final sigue sin estar
escrito, todo apunta a que el capitalismo se está reinventando volviendo a sus
orígenes. No hay más que repasar las fórmulas aplicadas por Rajoy y sus
mariachis. De algunas de ellas ya habló Dickens, sin ir más lejos. La caspa,
como los hongos milagrosos que todo lo curan, vuelve a estar de moda. El caso
es que inauguramos el año del centenario –de la Gran Guerra, se entiende- con
la devaluación del país y su paisanaje. En el 14 seremos más pobres que en el
13, pero casi seguro menos que en el 15. No todos, también hay que decirlo.
Para una selecta minoría, la crisis ha sido un gran negocio. Ahora son más
ricos que ayer, pero menos que mañana.
IDEÓLOGOS
No es la crisis, ¡estúpido! Es la ideología. Con
esa frase podríamos resumir muchas de las medidas del ejecutivo. A qué santo
viene cercenar el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo.
Semejante intervencionismo sólo se comprende desde la cerrazón de una ideología
autoritaria y fuertemente machista. Un regreso al pasado con el que solo
comulgan la Conferencia Episcopal y la FAES, verdaderos ideólogos del PP. No
todo el partido en el gobierno parece comulgar con esas ruedas de molino. Entre
los más firmes valedores de esa ley tridentina destacan algunos mandamases del
PP valenciano. El primero en decir la suya fue el President de les Corts. Cotino llamó Herodes a quienes defienden
los derechos de las mujeres. Y él, soltero y sin novia que se le conozca, se erigió
en protector del segundo sexo. Luego fue Fabra, Alberto, quien le echó un
capote a Mariano en el incómodo trance. Lo dicho, el PP valenciano a la
vanguardia de la carcunda.
TRIBUNALES
El martes 8, Vicent Mauri, secretario de la
Intersindical, era absuelto, por falta de pruebas, del delito del que le
acusaba la Delegación de Gobierno. Una muestra más de que es posible vencer la
ley del miedo que quiere imponer el PP. Dos días después, declaraba en la
Audiencia, como imputado, Rafael Blasco. Todo apunta a que el ex Conseller y ex casi todo fue cómplice
necesario del saqueo de los fondos públicos destinados a la cooperación para el
desarrollo. Un delito feo de verdad. Y eso que por estos lares estamos curados
de espanto, pero nunca habíamos llegado tan bajo. Si al final la Justicia lo
declara culpable pondrá un negro epitafio a una vida dedicada a la política. Blasco
manejó con argucias de Maquiavelo los hilos del poder autonómico. Con destreza
y sigilo se deslizó por los albañales de ese poder, hasta que perdió el GPS y
equivocó el rumbo.
URBANO GARCIA
Imagen: URBANO GARCÍA
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