El resultado de la consulta realizada el domingo 5 de julio por el
gobierno griego encabezado por Alexis Tsipras no ha dejado lugar a dudas. Más
del 61% de los votantes optaron por marcar OXI (NO) en la papeleta. Mientras
que un exiguo 39% sucumbió a la campaña del miedo (¿o sería más correcto hablar
de terror mediático?) propiciada por las Instituciones (la antes llamada troika:
el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión
Europea) y amplificada por el establishment hasta niveles ensordecedores.
La consulta
helena no era la primera vez que se planteaba. En 2011, un acorralado Yorgos
Papandreu, líder del PASOK y entonces presidente del gobierno griego, ya hizo
amago de convocar a sus compatriotas a que refrendaran la austeridad y los
sacrificios que les recetaba la troika. Cual Sisisfo -en acertada expresión de
Vidal Folch- acarreó la pesada carga de una insoportable herencia falseada por
su antecesor, Kostas Karamanlis de Nueva Democracia, ayudado en el engaño por
Goldman&Sachs, la agencia financiera que ha surtido de economistas
neoliberales a la derecha europea. En esa nómina está De Guindos, durante años
pieza clave en G&S de la península y fichado por Rajoy para granjearle al
gallego el beneplácito de la troika.
Aquel intento
de referendo terminó como el rosario de la aurora. Es decir, la troika obligó a
dimitir a Papandreu e impuso un gobierno de tecnócratas, un fiel vasallo para
un señor de dudosa moralidad. Y la deuda griega (antes privada y después
pública) siguió creciendo a golpe del austero bálsamo de Fierabrás que imponía
la troika. Mientras, los bancos –especialmente los alemanes y franceses, los
principales acreedores- hacían su agosto todo el año con los crecientes intereses
de la deuda. ¿Hay negocio más rentable y seguro?
LA IRA DE ZEUS
¿Cómo es
posible que unos ciudadanos europeos sean arrojados a las tinieblas del averno
sin que se inmuten las instituciones que deben velar por sus derechos? Algo
falla en la Unión Europea cuando eso ocurre. ¿Qué culpa tienen los griegos?
¿Quién falseo las cuentas del país para que fuera admitido en el “paraíso” de
la Unión Europea? ¿Quién colaboró en la mentira? Desde 2001, año de la
incorporación de Grecia a la moneda única europea, el país heleno se ha visto
sacudido por dos grandes impactos.
El primero fue el
producido por la transición del dracma al euro. Fue rápido, indoloro, con todo
el aparato mediático continental cantando las excelencias del cambio. Todo eran
parabienes. Todo eran facilidades para dar créditos, la mayoría de ellos no
iban dirigidos a modernizar el país ni a su enjuto tejido industrial. Una gran
parte se invirtió en las ahora casi abandonadas instalaciones Olímpicas del
2004, y en todo cuanto los inversores consideraban rentable a corto plazo para
sus intereses. Grecia es un país eminentemente turístico. ¿Cuántos complejos
hoteleros alemanes surgieron a orillas del Egeo? Después de Benidorm, las
costas helenas son las más apetecibles para los pensionistas ingleses y
alemanes. También Grecia conoció una burbuja inmobiliaria parecida a la
nuestra. Y como la nuestra llegó a su fin dejando el paisaje poblado de grúas
inmóviles, de construcciones inacabadas, de andamios oxidados,… Pero eso forma
parte de las consecuencias. Esa es la segunda parte del drama.
Y es que el segundo
impacto fue mucho más traumático. La realidad se impuso cuando comenzó la devaluación
del país. Cuando Karamanlis destapó la gran mentira. Cuando la gente empezó a
precipitarse por la pendiente de la ruina. Cuando la crisis llamó a la puerta
del paraíso. Entonces el drama transmutó en tragedia.
Al contagiarse la
crisis financiera a la banca, los Estados salieron a su rescate. “Demasiado
grandes para dejarlos caer”, dijeron algunos mandatarios. La inyección de
dinero público socializó la deuda privada y endeudó más a los estados. A perro
flaco todo son pulgas y los países con economías más débiles fueron los peor
parados. Los despectivamente llamados PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España)
se llevaron la peor parte de la crisis. Justamente aquellos territorios en los
que las entidades financieras no habían tenido escrúpulos para hacer todo tipo
de inversiones –al margen de su dudosa moralidad- aprovechando una legislación
laxa con la especulación.
EL PODER DEL DEMOS
“Grecia es, y
continuará siendo, una parte indisoluble de Europa. Pero una Europa sin
democracia es una Europa sin norte. Europa es la casa común de nuestros
pueblos, una casa que no tiene ni propietarios ni inquilinos”, con esas
palabras terminaba Alexis Tsipras el discurso en el que convocó a los griegos a
manifestar en las urnas su opinión sobre las exigencias de la troika. Era el 26
de junio de 2015. Nueve días después se celebraba la consulta. Periodo breve,
sí, pero suficiente para que los bancos griegos y el BCE reaccionasen al
referéndum intentando colapsar el país. En el siglo XXI, en la Unión Europea,
los golpes de fuerza no tienen que ir necesariamente acompañados de ruido de
sables.
A finales del
siglo XX, el capital financiero impuso en Europa su modelo de unión monetaria.
Los pocos países que consultaron a su ciudadanía optaron por mantener sus
monedas nacionales. Nadie está dispuesto a ceder soberanía económica –la madre
de todas las soberanías- a cambio de nada. Una receta lógica que tiene más que
ver con la supervivencia que con el egoísmo. Justo lo contrario que esgrime
Rajoy para justificar su beligerancia contra los griegos. “Una cosa es ser
solidario y otra ser solidario a cambio de nada”, dice un Mariano paladín de la
insolidaridad.
El modelo
económico europeo nació con un grave déficit democrático y con una total
sumisión a los intereses del capital privado. El BCE, órgano no electo, es el
único con competencia para la emisión de moneda. Tiene prohibido prestar a los
estados. Sus clientes son los bancos privados, a los que facilita créditos a
bajo interés. De este modo, la banca privada financia a los Estados a cambio de
un suculento peaje. Poco que objetar si no fuera por que los fondos del BCE
proceden fundamentalmente de los propios Estados. De este modo se ha construido
un mecanismo perverso para someter el poder político al económico, reduciendo
la legitimidad democrática a su mínima expresión. Reformas constitucionales,
como la del artículo 135 de la Carta Magna Española, ponen la devolución de la
deuda por delante de la satisfacción de las necesidades de las personas. No hay
mayor inhumanidad. Por no hablar de la tolerancia de la UE con los paraísos
fiscales. O de la esquizofrenia de los partidos socialdemócratas europeos condenados
a ser comparsa del Partido Popular Europeo y del capital financiero.
GREXIT
La
inestabilidad del actual puzle europeo se basa en la existencia de una moneda
única en un mercado único, pero con 19 diferentes políticas económicas y
fiscales. Cada país tiene la suya. Ese hecho, unido a la asimetría y a las
grandes diferencias regionales, eleva el grado de incertidumbre sobre el futuro
de la Unión. Aparentemente, la salida más fácil para un país como Grecia,
condenado a pagar una deuda que supone el 175% de su PIB, sería salirse del
euro y volver al dracma. Recuperaría la capacidad de emisión de moneda. El
mercado interno se estabilizaría, se crearía empleo, el turismo acudiría ante
la llamada de unos precios muy competitivos, pero Grecia se convertiría en el
Reino Unido pobre de Europa. Aunque no temen ese futuro, la mayoría de los
griegos prefieren seguir en la Unión y con el euro como moneda.
La otra opción
es que las instituciones europeas comprendan que el camino de la colaboración y
la solidaridad es mucho más rentable que el de la competencia interna. Como
apuntan Colletis, Rosé y Salais, en un reciente artículo publicado en Le Monde Diplomatique, se trataría de
convertir a los acreedores en inversores, reinvirtiendo los intereses generados
por la deuda en el desarrollo griego, ayudando desde las instituciones europeas
a modernizar el tejido industrial del país, al tiempo que Grecia reformaría sus
estructuras públicas y su sistema fiscal, “así se crearía un círculo virtuoso
exactamente opuesto al vicioso que trazan las políticas de austeridad (…), la
reactivación de la Europa endeudada sería fructífera para la UE en su
conjunto”, dicen estos tres economistas.
El
empecinamiento de la troika y las derechas europeas, con el PP y el gobierno de
Rajoy a la cabeza, en satanizar al gobierno griego de Alexis Tsipras, por temor
a que cunda el ejemplo de SYRIZA en los países más endeudados, sólo conduce al
lento suicidio de una Unión Europea muy alejada de la que soñaron sus padres
fundadores.
URBANO GARCIA
urbanogarciaperez@gmail.com
FOTOS:
1. Mapa Grecia. www.siemprehistoria.com
2. Cerámica griega. www.diariodelviajero.com
3. Escena de la Odisea. Ulises y las sirenas. www.luzcultural.com
4. El euro rompe Grecia. www.euribor.com
5. Varoufakis. www.lavanguardia.com