www.carteleraturia.com

miércoles, 29 de abril de 2020

DESESCALAR


Sabemos que es más fácil bajar que subir. Lo sabemos a ciencia cierta, no es una percepción. Es la tiranía impuesta por la ley de la gravedad. Claro que las leyes de la física son relativas, como demostró Einstein. Dependen del cómo, dónde y cuándo, como mínimo. Es verdad que subir una escalera tiene mayor coste energético que bajarla. Al descender, el planeta -su gravedad- hace el trabajo por nosotros. Los conductores saben que hay que poner la misma marcha al subir y al bajar una pendiente, o ir frenando.

Podemos dividir la cuarentena en dos fases. En la primera nos hemos dedicado a intentar aplanar la curva, para que no colapsara el sistema sanitario. Ese era y es el objeto del confinamiento, rebajar la fatídica pendiente de contagios y muertes. Como si fuera fácil aceptar la existencia de un nivel a partir del cual la tragedia deja de controlarse. Por desgracia hay un listón, una o varias líneas que condicionan todo. El número de camas, de hospitales, de UCI’s, de respiradores, de personal sanitario, incluso de mascarillas, fijan un dramático límite. Una vez superados éstos, el drama alcanza una gravedad de difícil asimilación. Incluso la palabra “triaje” es demasiado suave para calificar el trágico momento. No hace falta añadir más drama al drama. Y ese listón depende de lo que se ha invertido y se invierte en salud pública. Una cifra que, en nuestro caso y desde hace mucho tiempo, ha sido poco o muy poco. Mucho menos de lo que han invertido nuestros socios comunitarios. Y eso se paga. Se paga la poca inversión y se pagan los recortes. También se paga el considerar a la sanidad como un negocio, y privatizarla como si fuera una fábrica de calcetines.

A la segunda etapa estamos llegando. Se trata de mantener en niveles controlables los contagios, para ir rebajando el índice de afección de la Covid-19. A eso le llaman “desescalar”, a bajar poco a poco la curva de guadaña que dibuja la pandemia. Bajamos casi a ciegas. Desconocemos cuántas personas asintomáticas son portadoras del coronavirus. No sabemos si la presencia de este nuevo virus se cronificará entre nosotros. Si volverá, sin haberse ido, el próximo otoño. Si acompañará a su primo el virus de la gripe. Para entonces estaría bien disponer de una vacuna. Gran parte de la comunidad científica está en ello. La OMS quiere que sea de libre acceso. Pero más de un laboratorio va detrás de hacerse con la ansiada patente, apoyados por un Trump más preocupado por el valor de sus acciones que por la salud de sus conciudadanos.



BAJAR Y SALIR

               Muchas personas no podrán bajar ni salir. Se han quedado en el camino. Son un punto en la fatídica curva. Un guarismo en la estadística de la pandemia. Habrá que crear un espacio para la memoria de quienes perdieron la vida a causa de la Covid-19. Tiempo habrá para el duelo cuando pase lo peor.

Por llegar con sus alforjas cargadas de dolencias, la edad es un factor a tener en cuenta. En función de ella desescalaremos. Niños y niñas saldrán primero. A partir del 27 de abril. Eso sí, estarán rigurosamente vigilados. Por personas más mayores, claro. Dicen que la prudencia llega con la edad. Y la defensa de los derechos. Rebelión de las canas le llaman en Francia. También con la edad contraer el virus puede acarrear más complicaciones. Y no es cuestión de jugar con la salud. Escribo estas líneas antes de conocer cómo se hará la desescalada. Está claro que el coronavirus nos ha atacado de forma desigual. A la España vaciada no van ni los virus. De esa se han librado. Lo malo es que eso hace menos inmunes a quienes viven en ella.

La desescalada se hará contemplando criterios geográficos, sectoriales y de población. Además de mascarillas suficientes, habrá que disponer de millones de test para poder segregar la salida a la calle en función de los mapas de la pandemia. Todo eso cuesta dinero, mucho dinero. El Europarlamento apoyó la creación de “bonos de reconstrucción” garantizados por el presupuesto de la Unión. Ahora falta que la Comisión, los países, den su visto bueno. Las derechas no quieren ni oír hablar de mutualización de la deuda, de coronabonos o eurobonos. El compromiso solidario les da urticaria. En Bruselas y aquí. Tal vez por eso, al PP le parece mal el Ingreso Mínimo Vital, una paga para que nadie se quede en la cuneta de esta crisis sanitaria, y no como ocurrió en 2008. Tampoco a la Conferencia Episcopal le gusta. “No es un horizonte deseable que haya gente que viva gracias al Estado”, dice el portavoz de los obispos. ¡Mira quién habla!      

Entre 1347 y 1400, la población de Europa y de gran parte de Asia fue diezmada por la peste negra. Pasó la peste y llegó el Renacimiento. Habrá que hacer todo lo posible hoy, para poder renacer mañana.
  

URBANO GARCIA

Imagen:
1. Mujer leyendo sentada en la ventana. Premium. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario