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domingo, 12 de febrero de 2012

RENACER

Preciado mito. Volver a nacer de nuestras cenizas como ave fénix es uno de nuestros sueños. Pensar en renacer nos hace sentirnos eternos. Todas las religiones manipulan este deseo para someternos mejor. La ciencia le ha dado certificado de autenticidad demostrando que la energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma. Algo parecido ocurre con la vida. Nada más cierto que el continuo renacer para definir su evolución. También ocurre con la política. El PSOE celebró su 38º Congreso en el hotel Renacimiento. No es metáfora. Del cónclave salió Pérez Rubalcaba como secretario general. Es el presente, ¿será también el futuro? Lo dudo. En tiempos de zozobra no hacer mudanza. Muchos socialistas debieron pensar como Ignacio de Loyola y apostaron sobre seguro. Como suele ocurrir en tiempos de crisis –y el PSOE lo está- se aplazó la renovación en aras de la seguridad. Sin embargo, dando por supuesto que hay espacio para ella, renovar la socialdemocracia parece ya una tarea inaplazable.    

RECONSTRUIR
Si nos atenemos al concepto clásico de socialdemocracia, toda la izquierda está en esa onda. Hoy en día, nadie, o casi nadie -siempre hay iluminados-, propone asaltar palacios de invierno e instaurar dictaduras del proletariado. Al menos en el privilegiado primer mundo en el que vivimos.
Hay otra socialdemocracia más conocida. La desarrollaron algunos partidos socialistas europeos y  alcanzó su esplendor tras la II Gran Guerra. Va indisolublemente asociada a la idea del estado del bienestar. Justo el que está empeñada la derecha europea en abatir. Mientras el capitalismo echa mano de algunas de sus peores tradiciones, no estaría de más que la izquierda revisitara a sus clásicos y recuperara algunas ideas sin fecha de caducidad. Por ejemplo, la solidaridad, o el papel del Estado como redistribuidor de la riqueza. Como dice el dicho, quien olvida las esencias pierde la identidad. No se trata de trasladar de forma mecánica, si no más bien de reflexionar a la luz del mundo globalizado en el que vivimos sobre lo que dijeron esos clásicos. El espacio socialdemócrata existe, pero hay que llenarlo de contenido y propuestas. Aunque el PSOE/PSPV no lo haga, otros partidos sí que lo harán.
La idea de izquierda va indisolublemente unida a la profundización democrática. De la sociedad, pero también interna. La gente –no sólo los militantes- pide más participación. Los partidos tienen que abrirse a la sociedad y adaptarse a las nuevas formas de comunicación. Es necesario democratizar la vida de los partidos y hacerlos más permeables a las demandas sociales. ¿Será capaz el PSPV con sus líderes actuales de reconstruir un discurso de izquierdas? ¿O la renovación vendrá de fuera?  

RETROCEDER
En las antípodas, el diktat y las medidas ideológicas del PP. Porque de eso se trata, de medidas que priman el contenido sectario sobre cualquier otro. Al PP lo que menos le preocupa es el paro. Cómo le va a preocupar a De Cospedal, por ejemplo, con los múltiples sueldos públicos que cobra. El programa económico del PP basado en la austeridad –el único que tiene- se ha mostrado inútil para frenar la destrucción de empleo. Insistir sólo en la austeridad es hundirnos más en la ruina. Ante la falta de soluciones económicas, Mariano ha sacado su chistera reaccionaria. Con la jerarquía católica quiere que retrocedamos tres décadas en libertades civiles. Y ahí están las  leyes sobre interrupción del embarazo. La ley de supuestos culpabiliza a la mujer y la hace menos libre para decidir su maternidad. Tal vez sea eso lo que quiere la Santa Madre Iglesia. Que nos sintamos culpables para adoctrinarnos mejor. El PP quiere rescatar las más carcundas esencias. Gallardón propone que los miembros del Tribunal Constitucional sean vitalicios. Franco no lo hubiera hecho mejor. El PP parece querer resucitarlo. Sobran indicios.

NOTA: Mientras escribo esta Plaza, Toni de Parque Alcosa sigue en huelga de hambre, el Consell sigue sin pagar sus deudas, los servicios públicos siguen deteriorándose y la indignación sigue creciendo. ¿Dónde está nuestro dinero?

URBANO GARCÍA

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