Los regalos de la Gürtel a Camps y Costa –hay más en esta nómina, pero no estaban imputados- eran “fruto de las relaciones comerciales” que los mandatarios del PP tenían con la trama corrupta. Así lo afirma el veredicto del tribunal popular que por 5 votos contra 4, declara “no culpables de cohecho pasivo” a Camps y Costa. Los otros dos encausados, Campos y Betoret, ya asumieron su culpabilidad, pagaron las multas y devolvieron algunas de las prendas regaladas. La sentencia absolutoria redactada por el juez incide de nuevo en la no culpabilidad de los encausados. Veredicto y sentencia parecen hacer oídos sordos a los numerosos testimonios escuchados durante la vista. Queda el recurso ante el Supremo ya anunciado por la acusación. Y siempre nos quedará París para los hastiados con tanta impunidad. En todo caso, que el tribunal declare a Camps y Costa “no culpables” no significa que sean inocentes.
HONOR PERDIDO
“¿Quién repondrá el honor del señor Camps?”, se preguntaba en voz alta Cospedal ante los periodistas. La pregunta sería pertinente dirigírsela a Rajoy, o a Trillo, su confesor y matarife. El propio PP obligó a Camps a despojarse de su Molt Honorable cargo antes del 20N. Para Mariano y sus mariachis no era conveniente que hubiera interferencias en vísperas electorales. Y pusieron a Fabra sin pasar por las urnas. Ahora piden reparación por el honor perdido. “Si lo creen tan inocente, ¿por qué no lo vuelven a poner de President de la Generalitat?”, se preguntaba un agudo Rubalcaba. ¿Sería un modelo de comportamiento ético a imitar? Saben que no. Por eso no lo hacen. Lo de los trajes regalados apenas llega a la categoría de anécdota. Lo verdaderamente importante es el saqueo perpetrado en las arcas públicas valencianas durante los últimos lustros y que durante el mandato de Camps adquirió tintes de sainete.
Si nos preguntamos por honores perdidos, habría que ver en qué situación se encuentra esta tierra otrora de prosperidad y ahora arrasada. Cómo está nuestro nivel de vida, nuestra tasa de ocupación, nuestro tejido industrial, nuestro poder financiero, nuestra cultura, nuestro índice de satisfacción y hasta el de felicidad. Cunde la desesperanza cuando vemos que no hay freno al crecimiento del paro. A medida que tomamos conciencia de nuestra verdadera situación nos indignamos más. Las calles se han quedado pequeñas para tanta indignación ciudadana. En una misma semana dos grandes manifestaciones. Una en defensa de la enseñanza pública, otra a favor de lo público frente a recortes y privatizaciones. Y vendrán más. Porque las medidas de austeridad impuestas por el PP sólo traen dolor y más paro, son la fractura.
PACTO SOCIAL
La estabilidad social depende en gran parte de la capacidad de integración que tenga la sociedad. También de su habilidad para solventar los inevitables conflictos. Cuando no se dan ninguna de estas circunstancias, el estallido social parece inevitable. Una gran parte de las sociedades europeas construyeron durante la segunda mitad del siglo XX un pacto social que les daba estabilidad. Ese pacto se basaba, entre otras cosas, en unos elevados índices de ocupación y unos salarios decentes que permitían la consolidación de potentes mercados interiores, una presión fiscal suficiente para garantizar unos servicios públicos universales, eficientes y de calidad, y un papel activo de los Estados favoreciendo los factores integradores e igualitarios que cohesionan las sociedades y las hacen más solidarias y felices. Todo eso ha saltado por los aires con la hegemonía de la derecha y sus recetas neo liberales. En estos momentos, la única hoja de ruta de los mandatarios conservadores europeos parece ser la de sálvese quien pueda. El que pueda ajustar la deuda pública a los niveles que tendría con un fuerte crecimiento económico. Pero no es el caso. El resultado final de las políticas que hace Rajoy por mandato de Merkel es más dolor y la ruptura del pacto social consensuado en nuestro país tras el fin de la dictadura. Vamos, lo contrario al buen gobierno. Tal vez por eso, Mariano prefiere callar en Madrid y ser lenguaraz en Bruselas. Allí dijo sottovoce, aunque para que se supiera, que “la reforma laboral –la que prepara el PP- me va a costar una huelga general”. ¿La venda antes que la herida o confesarse antes de matar la paz social?
URBANO GARCÍA
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