Una inmensa bandera rojigualda –constitucional, claro- de ondeantes pixeles ocupó todo el tiempo el fondo del escenario. Las banderas, también las digitales, dan color y tapan muchas vergüenzas. La convención del PP del pasado fin de semana fue de celebración –por fin podrán hacer en Andalucía lo que durante dos décadas hicieron por estos lares- y fue disparo –¡ojo con las armas!- de salida para su campaña electoral. Bonig cerró la primera jornada del cónclave echando mano de un rancio argumentario para reivindicarse ante su partido. Por cierto, olvidó mencionar la infrafinanciación valenciana. Un tema que arrastramos desde hace décadas, nos hace más pobres y nos sitúa a la cola en financiación per cápita. No debe preocuparle mucho este tema. Y eso que lo tenía “a huevo”, tras renunciar Pedro Sánchez a solucionar la cuestión en esta legislatura.
UNA Y TRINA
La derecha hispana está en plena recomposición. La última mayoría absoluta de Rajoy fue el canto del cisne. El PP la aprovechó para consolidar la desigualdad favoreciendo a los ricos y amordazando la indignación. Pero la fractura de la derecha hegemónica estaba cociéndose a fuego lento. Cómodo en su poder absoluto, Rajoy pensó que tenía patente de corso para hacer lo que quisiera. Para abrir la caja de Pandora del 155, y hasta para crear una policía “patriótica”, con la que espiar y reprimir la disidencia. Primero contra el soberanismo catalán. Luego, el resto. Fernández Díaz, Cosidó,… y hasta el chantajista Villarejo aparecen en la nómina de inquisidores. Todo al servicio del Estado, o mejor, del partido. El llamado “desafío” catalán era la excusa. Se lo ponían fácil. Ese “desafío” no deja de ser un choque de nacionalismos. Y el dominante, con todos los matices que se quiera, tiene “la sartén por el mango y el mango también”, como se decía en los 70’.
El PP se cree su único dueño, pero de esa sartén y ese mango “patriótico” se consideran propietarias las tres derechas. Reivindican sus derechos por su proximidad al tronco madre, al excluyente nacionalismo franquista. Una guerra y 40 años de dictadura dejan poso, aunque llevemos otros tantos de democracia. Las heridas mal curadas siguen supurando. El último forúnculo salido del PP infecta a sus anfitriones. Y la infección cursa con fiebre. Tal vez por eso, el GPS del PP anda algo desorientado. Piensa que está en el centro cuando en realidad se sitúa entre el centro derecha y la extrema derecha. Es tal el aturdimiento que algunos dirigentes andan perdidos.
LA MOCHILA
La agenda judicial no atiende al tempo político. Llama en el momento más inoportuno. En febrero, el ex Molt Honorable Camps volverá a sentarse en el banquillo. Esta vez para responder por el supuesto saqueo del erario durante la visita del Papa de Roma a esta tierra de provisión…para la Gürtel, claro. Olivas, Cotino, Fitur, Emarsa, F1, financiación del PP,… la lista es interminable.
Esa es la mochila de Bonig y Catalá. Un escatológico fardo lleno de mierda difícil de digerir: camaradas en prisión, imputados o en capilla, con cita fija ante la justicia. Para superar la confusión, Catalá reivindica la claridad histórica de la València romana. Por suerte, nuestra historia es mucho más rica y compleja que el salto al pasado que propone la torrentina. Claro que seria ingrato olvidar de dónde vienen, tanto Catalá como Bonig. La estela de corrupción dejada por el PP en las décadas en las que gozó de poder absoluto, está lejos de disiparse en el tiempo como lágrimas en la lluvia.
Bonig quiere importar la fórmula “trifáchica” de Andalucía. Abrazándose al neofranquismo e invitándolo a volver al redil. A esa casa común de la derecha que inauguró Fraga, agrupando los restos del franquismo que se oponían al reformismo de Suárez, demasiado rojo para un ministro de Franco. Pero no estamos en Andalucía. Aquí el único “régimen” del que guardamos amarga memoria es el del PP, con sus ruinosos eventos, sus despilfarros, sus chiringuitos y sus corruptelas.
¿Y qué dice C’s? Rivera se muestra indignado en público, pero en privado aplaude el acuerdo andaluz. Los liberales europeos no ven con buenos ojos los tratos de su socio con la extrema derecha, pero ¿quiénes son ellos para dar lecciones? Valls parece tenerlo más claro, pero es que en las Galias todos saben con quién está Asterix. Y nunca estaría con quien añora el saludo romano.
URBANO GARCIA
Imágenes:
- Convención del PP. La Gaceta
- Casado, Rivera y Abascal. El Jueves
- Ex Presidents Generalitat. El Plural
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