Este otoño tampoco volverán las oscuras golondrinas, pero regresarán algunas angustias que nos quitan el sueño. Y no son las que algunos piensan. La indignación por la incapacidad para llegar a un acuerdo de investidura está en el ambiente. A veces las urnas las carga el diablo. Eso pasa con los cálculos cortoplacistas, las llenan de incertidumbre y hacen imprevisible su resultado. No hay más que ver el alborozo con que destacados portavoces del Ibex 35 han acogido la noticia. La banca siempre gana, que se decía en el juego del Monopoly. Los retos otoñales nos pillarán con las faenas sin hacer, sin presupuestos, sin nuevo sistema de financiación autonómica, sin derogar la mal llamada reforma laboral ni la ley mordaza, en medio de una breve campaña electoral –aunque hace meses que extraoficialmente estamos en ella-, con un gobierno alargando más si cabe su provisionalidad, y unas Cortes disueltas. Un país en standby.
OTOÑO CATALÁN
La sentencia del proceso al Procés está al caer. Otra gota fría otoñal, esta política. Sea cual sea lo que sentencie la Audiencia Nacional, será malo para nuestra democracia. Nunca es aconsejable judicializar los problemas políticos. Indica una gran incapacidad política para encontrar soluciones. Esa insolvencia debilita a la larga las instituciones y fomenta la antipolítica, el principal alimento de los fascismos. Catalunya calentó motores en su última Diada. Nada comparado con anteriores convocatorias. La próxima cita será en el aniversario del 1-O. En medio se produjo la detención de 9 miembros de un supuesto comando barretina (2 de ellos en libertad a las pocas horas), relacionados con los CDR (Comités de Defensa de la República). Fuentes de la Guardia Civil y de la Audiencia Nacional atribuyen a los detenidos intenciones terroristas. Lo que faltaba, por si estaba poco tenso el ambiente catalán. Hace tiempo que las cloacas del Estado mantienen una intensa actividad en tierras catalanas. El ambiente bulle com cassola al forn.
Aunque las penas compartidas son un buen cemento, el bloque soberanista presenta síntomas de agotamiento. Mientras Puigdemont y su cohorte belga parecen dispuestos a seguir experimentando nuevas siglas, ERC va consolidando su papel en el catalanismo amb seny. A la espera de la nueva cita con las urnas autonómicas, las opciones políticas catalanas han dejado de ser determinantes en la gobernanza del Estado. ¿Renuncia o impotencia?, el caso es que ya no cuentan como cuando Aznar hablaba catalán en la intimidad.
10-N
La crónica anunciada de la repetición electoral parece haber pillado a más de uno en pelotas. También a los catalanes que ahora no sabrán sobre qué gobierno volcar su indignación por la sentencia. A pesar de que todo parecía controlado, con una CEOE exultante por haber apartado el cáliz de Podemos, aún había sorpresas en la chistera. La irrupción de Errejón en la escena electoral de las generales no ha sido pequeña. De repente, el tablero se ha movido. Adelante Andalucía ha anunciado su independencia, y Compromís, en una extraña pirueta, se ha decantado por dar oxígeno a Iñigo, falto de apoyos territoriales. La decisión de Compromís no ha sido fácil. No lo es tener que optar entre el socio y aliado del Botànic II o experimentar novedades. Eligió lo segundo, aún a riesgo de tensar las relaciones con su socio preferente, ahora no tan preferido. Siempre hay quien prefiere ser cabeza de ratón, a cola de león. A veces, los agravios acumulados pesan demasiado. El tiempo apremia y las prisas no son buenas consejeras. Factor manejado con destreza por algunos estrategas, aún a riesgo de caer en el filibusterismo. No sé si alguien estará arrepentido por haber desencadenado esta tormenta de incertidumbres. La derecha ya se frota las manos viéndose volver a la Moncloa como la santísima trinidad y parando in-extremis la exhumación de Franco.
Las certezas no alivian el desasosiego. La bancarrota de la agencia de viajes británica Thomas Cook, la primera y una de las grandes, es antesala del Brexit. La sentencia del Supremo británico contra el cierre del Parlamento ordenado por Boris Johnson es una muestra de que no todo vale en democracia. Su tocayo, Trump, también tendrá su abismo otoñal en forma de impeachment. Poco a poco, la realidad se acerca a la ficción. La magnífica serie Years&years plantea un mundo post Brexit. Un paso más hacia el abismo otoñal.
URBANO GARCIA
Imagen:
1. Colau, Iglesias, Oltra y Errejón. CATI CLADERA (EFE)