No hay constancia de una peor “gota fría” desde hace 140 años. Esa vieja dama que nos visita con dramática regularidad, esta vez vino con ganas. La depresión aislada de hace unos días ha dejado un paisaje sembrado de destrucción y lodo. La masa de aire polar era más extensa que de costumbre, y el Mediterráneo está más cálido que hace unos años. Dicen los expertos que la corriente de borrascas que recorre el hemisferio norte de oeste a este, está variando su comportamiento. Que baja de latitud antes del otoño y que pilla al mar a temperatura más alta que en octubre. El fenómeno de la DANA se adelanta y llega con más fuerza. ¿A qué se debe este cambio de comportamiento? Todo apunta a que se trata de una manifestación más de la llamada crisis climática causada por la intervención humana. El antropoceno –la era de los humanos- muestra su peor cara. ¿Estamos preparados? Parece que no. Durante años hemos ocupado ramblas y antiguos cauces normalmente secos. Hemos cambiado el curso de los ríos. Construido en deltas y humedales desecados. Nos hemos burlado de la orografía y de la naturaleza. Pero las aguas buscan sus cauces o abren nuevos si encuentran los viejos ocupados. Por eso es urgente tomar medidas.
BARRANCOS
Es obligación de las Confederaciones Hidrográficas mantener cauces y barrancos libres de obstáculos. No hay más que asomarse al del Carraixet para ver un ejemplo de cómo están. El tema es polémico. La flora es la que fija la tierra cuando llueve torrencialmente. Pero también es un obstáculo que obstruye el desagüe de las ramblas. Los prolíficos canyares ocupan lo que deja libre el cemento. Todas las aguas caídas van al mar, pero antes atraviesan aldeas, pueblos, ciudades y tierras fértiles, y arrasan todo cuanto pillan. Los planes urbanísticos desaforados han ocupado el territorio del litoral con una avidez digna de una plaga de langostas bíblica. El paisaje dejado por la última gota fría es desolador. Hacer frente a estos fenómenos atmosféricos es urgente y necesario. La crisis climática, cuyas consecuencias ya han llegado al Mediterráneo, no se puede abordar con parches coyunturales. Hace falta desarrollar un Plan que convierta en efectiva la Declaración de Emergencia Climática. Las buenas palabras no paran riadas. Todos los planes urbanísticos deberían ser revisados bajo este prisma. Los geógrafos y meteorólogos llevan tiempo avisando. El País Valenciano corre un grave peligro de desertificación. Los largos periodos de sequía seguidos de intensas y torrenciales lluvias son la antesala del empobrecimiento del suelo, de la pérdida de cultivos, de su conversión en lo más parecido a un territorio árido. Si sumamos el efecto que tienen los incendios forestales veremos que el panorama no es muy halagüeño. Hagamos caso a los científicos y preparémonos.
EMERGENCIAS
La meteorología también es una inagotable fuente de metáforas. Depresión, gota fría, tormenta perfecta,… La climática no es la única crisis que nos acecha. Ni la única que debe ser tratada con la emergencia que merece. Ahí está la crisis institucional que arrastramos, al menos desde que el capitalismo decidió suicidarnos para poder seguir sobreviviendo. En 2011 el 15M se enfrentó a la decadencia del sistema político español. Nueve años después, esa reacción está casi agotada. Su expresión política –hablo de Podemos, las mareas y sus confluencias- se ha mostrado incapaz de levantar un dique para contener las aguas desbordadas de la vieja política. Tampoco en eso somos la excepción. Atascos similares se viven en Italia, en Grecia, en Alemania,… por no hablar del Reino Unido, perdido en el laberinto de un Brexit del que nadie sabe cómo saldrá. Lo único que se sabe es que saldrá mal. Mucho peor que cuando se embarcaron en ese viaje a ninguna parte. Aquí, la larga provisionalidad gubernamental se ha saldado con una repetición electoral que nadie quería, pero que nadie ha hecho lo suficiente por evitar. Habría que preguntar a Iván Redondo, el augur de Pedro Sánchez, en qué está pensando. De verdad, ¿todos son igual de responsables?
URBANO GARCIA
Imagen:
1. Efectos de la“gota fría”en Alicante. AVAMET / EFE
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