Ayer asistí al estreno de "Zero responsables" en la Sala Matilde Salvador de la NAU (Universitat de València). Una obra recomendable sobre la tragedia que puso de luto Valencia el 3 de julio de 2006. Hoy, los diarios se hacen eco de las presiones desde Presidencia de la Generalitat Valenciana para prohibir la obra. http://tinyurl.com/25kpwau Cuatro años después de la muerte de 43 personas y de 47 heridos en el peor accidente del metro courrido en Europa, Francisco Camps sigue sin haber recibido a los familiares de las víctimas.
Y ahora va una reflexión personal sobre el accidente del 3 de julio de 2006 y sobre el Pleno Extraordinario de les Corts Valencianes celebrado el 6 de agosto de 2006.
Aquel día, en todas las redacciones quedamos conmocionados por las dimensiones de la tragedia. Había ocurrido en las entrañas del suburbano de Valencia. Como en los mundos de ficción, lo peor ocurría lejos de nuestra vista, oculto en la oscuridad de un túnel. Por las aperturas de la estación de Jesús fluía el olor acre del drama humano. Por esas mismas entradas se llegaba hasta el mismísimo corazón del infierno. Arriba fluía la vida. Eso sí, un poco ralentizada por el calor de un mediodía de verano. Debajo reinaba la muerte. Bomberos, ambulancias y policía acudieron con celeridad al lugar del suceso. También los periodistas, ávidos por cubrir una noticia que no estuviera relacionada con la visita del Papa Benedicto XVI, prevista para unos días después, para el 7 de julio.
Y ahora va una reflexión personal sobre el accidente del 3 de julio de 2006 y sobre el Pleno Extraordinario de les Corts Valencianes celebrado el 6 de agosto de 2006.
Aquel día, en todas las redacciones quedamos conmocionados por las dimensiones de la tragedia. Había ocurrido en las entrañas del suburbano de Valencia. Como en los mundos de ficción, lo peor ocurría lejos de nuestra vista, oculto en la oscuridad de un túnel. Por las aperturas de la estación de Jesús fluía el olor acre del drama humano. Por esas mismas entradas se llegaba hasta el mismísimo corazón del infierno. Arriba fluía la vida. Eso sí, un poco ralentizada por el calor de un mediodía de verano. Debajo reinaba la muerte. Bomberos, ambulancias y policía acudieron con celeridad al lugar del suceso. También los periodistas, ávidos por cubrir una noticia que no estuviera relacionada con la visita del Papa Benedicto XVI, prevista para unos días después, para el 7 de julio.
La visita del Papa había alterado todo. En primer lugar la agenda de los políticos. Hacía meses que todo en Valencia giraba en torno a esa visita del Jefe de Estado Vaticano y máximo representante de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. España es un Estado aconfesional según el artículo 16.3 de nuestra Constitución: Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones. A pesar de eso, o tal vez por esa calculada ambigüedad constitucional, los responsables políticos de la Comunidad Valenciana no escatimaron gastos, ni ceremoniales para agasajar al ilustre visitante.
Se constituyó una Fundación en la que Arzobispado, Generalitat, Ayuntamiento y Diputación repartieron gastos y beneficios. Es decir, una Fundación en la que tan solo estaban representados el PP y la jerarquía católica, y que decidió dar en exclusiva a Canal 9 la cobertura televisiva de la visita del Papa y cubrir con un espeso entramado de opacidades todo lo relacionado con los gastos de este acontecimiento.
La ciudad estaba engalanada de banderas con los colores vaticanos e interminables hileras de letrinas decoraban los principales ejes urbanos. Seguidores del Opus Dei, de los Kikos y de los Legionarios de Cristo hacían su apostolado vendiendo mochilas y llaveros, reclutando voluntarios para cubrir todos los aspectos del Encuentro de las Familias, el acontecimiento que justificaba la visita Papal.
La llegada a Valencia de Benedicto XVI estaba prevista desde hacía tiempo. Uno se prepara para lo que se prevé. Lo imprevisto siempre nos pilla por sorpresa. Aquel 3 de julio colisionó lo previsible contra lo fortuito. El jolgorio frente al drama. El caos alteraba nuestro ritmo vital. Y no todos estuvieron a la altura de lo que el momento demandaba.
En el accidente de la Línea 1 del Metro de Valencia no había exclusivas, ni grandes negocios tras su cobertura informativa. La obligación de todo periodista es informar con el máximo rigor, sin escamotearle al ciudadano ningún dato de trascendencia, ninguna información pertinente. El saldo del suceso no pudo ser más macabro: 43 muertos, 47 heridos. Entre los muertos, el conductor del ferrocarril, el principal testigo de lo que había ocurrido. Los irresponsables ya tenían en quién volcar todas las responsabilidades, las propias y las derivadas de una deficiente gestión.
Aquel 3 de julio hubo muchos muertos y muchas preguntas, que cuatro años después siguen sin respuesta. Una curva peligrosa en un trayecto difícil. El exceso de velocidad. La falta de mecanismos de frenado automático en esta línea del metro. No haber hecho las inversiones necesarias…Frente a la certeza de la visita del Papa, la incertidumbre de la tragedia. Frente al dispendio de una cita planificada, la tacañería en el mantenimiento de los servicios públicos.
Rápidamente se enterró a los muertos, y se desguazó el convoy accidentado no fueran a salir pruebas que desmontasen el argumentario oficial. Había prisa en pasar página, el Papa estaba al caer. Aún no sabemos cuánto nos costó a los valencianos esa visita. Sí que nos hemos enterado –vía judicial- de algunas partidas. Por ejemplo, de lo que cobró la delegación valenciana de la trama Gürtel por montar la sonorización de la visita papal, más de 11 millones de euros. Fue un encargo de Canal 9. No es casualidad que al frente de Radio Televisión Valenciana estuviera Pedro García, íntimo amigo de Álvaro Pérez, el Bigotes, dirigente de la trama que junto a Vicente Cotino (sobrino de Juan, vicepresidente de la Generalitat) le montaba fiestas de cumpleaños en Marruecos y le agasajaba con espléndidos regalos.
Volviendo al accidente del metro, se abrió una investigación judicial y todos nos enteramos de que además de desaparecer el tren, también habían desaparecido los libros de registro de sus averías. Parecía el relato de un crimen que nunca existió. A regañadientes del PP se abrió la vía parlamentaria. Les Corts celebraron un Pleno Extraordinario, el 11 de agosto de 2006, para tratar el asunto.
Ese 11 de agosto, desde primera hora de la mañana, TVE hizo gestiones con Canal 9 para poder disponer de la señal institucional. El Pleno terminó a las 12 horas sin que la televisión pública valenciana accediera a facilitar las imágenes institucionales. El secuestro de la información por parte de Canal 9 y los reducidos medios de que dispone TVE en Valencia dificultaron que toda España se enterara de forma adecuada de que, desde la galería de invitados de les Corts, los familiares de las víctimas del accidente del metro mostraban su dolor y su indignación por cómo el gobierno valenciano y la mayoría parlamentaria que lo sustenta daban carpetazo a la peor tragedia ocurrida en un suburbano europeo.
El 3 de julio de 2006 Valencia se vistió de duelo, el 11 de agosto se cubrió de infamia.
Fotos: Urbano García
3 de julio de 2010. IV Aniversario Accidente Metro de Valencia.
Concentración en la Plaça de la Mare de Deu de familiares y amigos de las víctimas.
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