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miércoles, 4 de julio de 2012

INCENDIOS



Ardemos por encima de nuestras posibilidades. Un muerto. Más de 50 mil hectáreas arrasadas, miles de personas evacuadas, decenas de viviendas convertidas en escombros, millones de euros consumidos por el fuego,… Un desastre ecológico del que tardaremos en reponernos. Nunca se vio tan claro que todo tiene consecuencias, que los incendios se apagan en invierno, que recortar en medios para su prevención es avivarlos. Nunca vimos tan claro las consecuencias funestas de unas políticas continuadas de destrucción del territorio. Nunca fuimos tan conscientes de a dónde nos lleva el laissez-passer, en lenguaje llano, el dejar pasar tantos y tantos despropósitos. Los incendios que hace unos días han asolado los bosques valencianos eran previsibles y evitables. Ya sé, olvido el factor humano. Sí, en efecto. El factor humano es responsable de más del 90% de los incendios forestales. Se puede moderar su impacto con campañas de concienciación. ¿Cuánto hace que el Consell no patrocina ninguna? Pero la mejor prevención es evitar que los montes se conviertan en depósitos de combustible, en bombas de relojería dispuestas a explotar en el momento en que se den las circunstancias favorables. Era previsible que tras uno de los inviernos más secos que se recuerdan, el monte estuviera listo para arder. Solo ha hecho falta una nefasta conjunción de causas. Qué fácil es culpar al muerto. 
 HACE 6 AÑOS
                El pasado 3 de julio se cumplió el 6º aniversario del trágico accidente en la línea 1 del metro de Valencia que segó la vida a 43 personas e hirió a otras 47. Un accidente previsible y evitable, como la larga sombra de los incendios. Presidía entonces el gobierno valenciano Camps-el-de-los-trajes. Aunque presumía de llevar a los fallecidos en su corazón, el entonces Molt Honorable nunca recibió a los familiares de las víctimas. Por esas fechas, Camps andaba más preocupado en elegir qué ropajes luciría durante la visita del Papa de Roma. No permitía que nada turbase sus meditaciones. Ni siquiera la mala noticia de un accidente previsible y evitable. Han pasado 6 años desde esa negra fecha. Pero qué pocas cosas han cambiado. El nuevo inquilino del Palau de la Generalitat, Alberto Fabra, recibió a la asociación de amigos y familiares de las víctimas del accidente. Hay que agradecerle el detalle, aunque solo fuera eso, una foto en el largo e inconcluso duelo que viven quienes se vieron golpeados por la tragedia. 
                 Las mismas preguntas que quedaron sin responder tras el rápido cierre de la comisión de investigación, siguen ahí, sin respuesta. Pero en estos 6 años hemos ido sabiendo más cosas de esta larga historia de infamia. Hemos sabido, por ejemplo, que Ferrocarriles de la Generalitat contrató a una empresa para que adoctrinara a quienes tenían que pasar por la comisión. Hemos conocido que, una vez cerrada esta comisión, los responsables de FGV lo celebraron con un banquete. Las complicidades judiciales con el poder político sirvieron para sepultar cualquier atisbo de culpabilidad. Las pruebas periciales desaparecieron sin que nadie diera explicaciones. Así fue cómo utilizó el PP el poder y la mayoría absoluta de que gozaba, para ocultar la verdad e imponer, una vez más, el silencio de los corderos. 
 “El poble te el dret de saber i el poder el deure d’aclarir”, dijo Román de la Calle, usando palabras de María Zambrano, durante el emotivo homenaje a las víctimas del accidente del metro. La efeméride ha coincidido con la ola de incendios. De uno y otro accidente, el Consell ha culpabilizado al factor humano, al maquinista, al muerto,... En ambos se ha negado cualquier responsabilidad de la administración autonómica. Entre las causas de los dos sucesos está la falta de inversiones. Cuestión de prioridades. En los dos accidentes, Canal 9 ha trasladado a la audiencia la sensación de que hemos sido golpeados por un trágico destino. Que nada se puede hacer para cambiar el fatum. Un determinismo en la fatalidad que nada tiene que ver con la voluntad de las sociedades modernas por ser dueñas de su destino.
MAL TALANTE
                ¿Tenemos los políticos que nos merecemos? Posiblemente no. Y no solo por lo que dice De la Calle. Rita es un buen ejemplo. A poco que le van mal las cosas, saca su perfil menos tolerante. Acostumbrada al ordeno y mando, al elogio desmedido y a estar rodeada de una cohorte de aduladores, últimamente pierde los papeles con suma facilidad. Pierde el talante que nunca tuvo y recupera el autoritarismo que nunca perdió. Le falta su báculo Camps, pero también vive mal el marcaje democrático. La huelga en los autobuses urbanos, después de los brutales recortes realizados por el Consistorio, la han puesto a prueba. Y no la ha superado. El enfrentamiento hace unos días con una conductora de la EMT es más digno de una verdulera de zarzuela que de una edila. Dicen los entendidos que Rita tiene ya fecha de caducidad. Que soporta muy mal el exhaustivo control al que la somete una revitalizada oposición. Y que los casos Emarsa, Gürtel y Urdangarín han llevado las llamas a la puerta de la alcaldía. También aquí la cosa está que arde.               
URBANO GARCÍA

Fotos: El País y Urbano Garcia

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