Ardemos por encima de nuestras
posibilidades. Un muerto. Más de 50 mil hectáreas arrasadas, miles de personas
evacuadas, decenas de viviendas convertidas en escombros, millones de euros
consumidos por el fuego,… Un desastre ecológico del que tardaremos en
reponernos. Nunca se vio tan claro que todo tiene consecuencias, que los
incendios se apagan en invierno, que recortar en medios para su prevención es
avivarlos. Nunca vimos tan claro las consecuencias funestas de unas políticas
continuadas de destrucción del territorio. Nunca fuimos tan conscientes de a dónde
nos lleva el laissez-passer, en
lenguaje llano, el dejar pasar tantos y tantos despropósitos. Los incendios que
hace unos días han asolado los bosques valencianos eran previsibles y
evitables. Ya sé, olvido el factor humano. Sí, en efecto. El factor humano es
responsable de más del 90% de los incendios forestales. Se puede moderar su
impacto con campañas de concienciación. ¿Cuánto hace que el Consell no
patrocina ninguna? Pero la mejor prevención es evitar que los montes se
conviertan en depósitos de combustible, en bombas de relojería dispuestas a
explotar en el momento en que se den las circunstancias favorables. Era
previsible que tras uno de los inviernos más secos que se recuerdan, el monte
estuviera listo para arder. Solo ha hecho falta una nefasta conjunción de
causas. Qué fácil es culpar al muerto.
HACE 6 AÑOS
HACE 6 AÑOS
El
pasado 3 de julio se cumplió el 6º aniversario del trágico accidente en la
línea 1 del metro de Valencia que segó la vida a 43 personas e hirió a otras
47. Un accidente previsible y evitable, como la larga sombra de los incendios. Presidía
entonces el gobierno valenciano Camps-el-de-los-trajes. Aunque presumía de
llevar a los fallecidos en su corazón, el entonces Molt Honorable nunca recibió
a los familiares de las víctimas. Por esas fechas, Camps andaba más preocupado
en elegir qué ropajes luciría durante la visita del Papa de Roma. No permitía
que nada turbase sus meditaciones. Ni siquiera la mala noticia de un accidente
previsible y evitable. Han pasado 6 años desde esa negra fecha. Pero qué pocas
cosas han cambiado. El nuevo inquilino del Palau de la
Generalitat, Alberto Fabra, recibió a
la asociación de amigos y familiares de las víctimas del accidente. Hay que
agradecerle el detalle, aunque solo fuera eso, una foto en el largo e
inconcluso duelo que viven quienes se vieron golpeados por la tragedia.
Las mismas preguntas que quedaron sin responder tras el rápido cierre de la comisión de investigación, siguen ahí, sin respuesta. Pero en estos 6 años hemos ido sabiendo más cosas de esta larga historia de infamia. Hemos sabido, por ejemplo, que Ferrocarriles de la Generalitat contrató a una empresa para que adoctrinara a quienes tenían que pasar por la comisión. Hemos conocido que, una vez cerrada esta comisión, los responsables de FGV lo celebraron con un banquete. Las complicidades judiciales con el poder político sirvieron para sepultar cualquier atisbo de culpabilidad. Las pruebas periciales desaparecieron sin que nadie diera explicaciones. Así fue cómo utilizó el PP el poder y la mayoría absoluta de que gozaba, para ocultar la verdad e imponer, una vez más, el silencio de los corderos.
“El poble te el dret de saber i el poder el deure d’aclarir”, dijo Román de la Calle, usando palabras de María Zambrano, durante el emotivo homenaje a las víctimas del accidente del metro. La efeméride ha coincidido con la ola de incendios. De uno y otro accidente, el Consell ha culpabilizado al factor humano, al maquinista, al muerto,... En ambos se ha negado cualquier responsabilidad de la administración autonómica. Entre las causas de los dos sucesos está la falta de inversiones. Cuestión de prioridades. En los dos accidentes, Canal 9 ha trasladado a la audiencia la sensación de que hemos sido golpeados por un trágico destino. Que nada se puede hacer para cambiar el fatum. Un determinismo en la fatalidad que nada tiene que ver con la voluntad de las sociedades modernas por ser dueñas de su destino.
Las mismas preguntas que quedaron sin responder tras el rápido cierre de la comisión de investigación, siguen ahí, sin respuesta. Pero en estos 6 años hemos ido sabiendo más cosas de esta larga historia de infamia. Hemos sabido, por ejemplo, que Ferrocarriles de la Generalitat contrató a una empresa para que adoctrinara a quienes tenían que pasar por la comisión. Hemos conocido que, una vez cerrada esta comisión, los responsables de FGV lo celebraron con un banquete. Las complicidades judiciales con el poder político sirvieron para sepultar cualquier atisbo de culpabilidad. Las pruebas periciales desaparecieron sin que nadie diera explicaciones. Así fue cómo utilizó el PP el poder y la mayoría absoluta de que gozaba, para ocultar la verdad e imponer, una vez más, el silencio de los corderos.
“El poble te el dret de saber i el poder el deure d’aclarir”, dijo Román de la Calle, usando palabras de María Zambrano, durante el emotivo homenaje a las víctimas del accidente del metro. La efeméride ha coincidido con la ola de incendios. De uno y otro accidente, el Consell ha culpabilizado al factor humano, al maquinista, al muerto,... En ambos se ha negado cualquier responsabilidad de la administración autonómica. Entre las causas de los dos sucesos está la falta de inversiones. Cuestión de prioridades. En los dos accidentes, Canal 9 ha trasladado a la audiencia la sensación de que hemos sido golpeados por un trágico destino. Que nada se puede hacer para cambiar el fatum. Un determinismo en la fatalidad que nada tiene que ver con la voluntad de las sociedades modernas por ser dueñas de su destino.
MAL TALANTE
¿Tenemos
los políticos que nos merecemos? Posiblemente no. Y no solo por lo que dice De
la Calle. Rita es un buen ejemplo. A poco que le van mal las cosas, saca su
perfil menos tolerante. Acostumbrada al ordeno y mando, al elogio desmedido y a
estar rodeada de una cohorte de aduladores, últimamente pierde los papeles con
suma facilidad. Pierde el talante que nunca tuvo y recupera el autoritarismo
que nunca perdió. Le falta su báculo Camps, pero también vive mal el marcaje
democrático. La huelga en los autobuses urbanos, después de los brutales
recortes realizados por el Consistorio, la han puesto a prueba. Y no la ha
superado. El enfrentamiento hace unos días con una conductora de la EMT es más
digno de una verdulera de zarzuela que de una edila. Dicen los entendidos que
Rita tiene ya fecha de caducidad. Que soporta muy mal el exhaustivo control al
que la somete una revitalizada oposición. Y que los casos Emarsa, Gürtel y
Urdangarín han llevado las llamas a la puerta de la alcaldía. También aquí la
cosa está que arde.
URBANO GARCÍA
Fotos: El
País y Urbano Garcia
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