La máxima del frontispicio del Acord del Botanic ha sido asumida por todos, incluso por el PP. Gobernar para las personas es la forma de gobierno que más cotiza en el mercado de los valores. No los de la Bolsa, esos ya los defiende el IBEX 35, hablo de valores humanos, esos que la Humanidad lleva en sus alforjas. Desde hace unos días, València está en el mapa de las buenas causas. No sólo por el ejemplo de solidaridad dado a Europa y al mundo entero, aunque también. Que València sea conocida como una ciudad abierta, acogedora,… ha roto de repente la imagen canalla con la que tantos dirigentes del PP nos habían manchado. València ya no es sólo observada como la ciudad del despilfarro y la corrupción, la de circuitos urbanos y hospitales privatizados, la del copago farmacéutico y los barracones,… No es que todo eso se haya acabado. Por desgracia no. Sigue existiendo. Falta mucho para erradicar tanta miseria como la dejada por décadas de quebranto. Nada se recupera de la noche a la mañana. Y menos cuando se arrastra, como nosotros arrastramos, el pesado lastre de una deuda generada por años de mala financiación. Esperemos que a Pedro Sánchez no se le olvide. Claro que tras la moción y el nuevo gobierno, parece que el PSOE anda ya de campaña. Habría que recordarle a Ábalos que en su mano está destinar los recursos de la ampliación de la V21 –obra que arrasa una parte de la huerta de Alboraia- a cubrir necesidades más urgentes, como el Plan de Transporte Metropolitano, por ejemplo. Sea lo que fuere, no está mal empezar a gobernar para las personas. Sin distinción de origen, sexo, color o creencias.
Las desventuras vividas por los 630 inmigrantes del Aquarius no tienen nada que envidiar a las sufridas por Ulises. Ni a la tragedia del San Juan de Max Aub. Un mismo mar y parecidas penalidades. También ellos encontrarán su Ítaca tras sufrir infinitos infortunios. Los dramas vividos les han dejado cicatrices más profundas que los azotes de los traficantes de personas que pululan por países desestructurados. La culpa es nuestra. Nuestra debería ser la penitencia.
Max Aub diseccionó el barco San Juan para su drama coral. Hablaba del éxodo judío, pero en realidad era el del 39, el de la España leal frente a los golpistas. Náufragos del Stanbrook. El éxodo republicano. El suyo propio, el que le llevó en la bodega del Sidi Aicha, de Francia al campo argelino de Djelfa. Dicen especialistas en Max Aub, como Juan Penalva, que “se inspiró en el segundo libro del Pentateuco, donde se relata la salida de Egipto del pueblo de Israel, guiado por Moisés”. Nada mejor para narrar un drama de dimensiones bíblicas. Max Aub escribió San Juan en 1942, pero no se representó hasta 1998. Fue en el Teatro Principal de València. En un espectacular montaje de Juan Carlos Pérez de la Fuente que permitía escenificar las diferentes cubiertas, los estratos de una acción compleja, como la vida misma. No estaría mal volver a representar el San Juan de Max Aub en el Palau Reina Sofía. Sería un buen complemento cultural al necesario cambio de las políticas europeas de inmigración. Esa es otra. La llegada del Aquarius a València ha tenido efectos colaterales. Mientras algunos países de la Unión cierran sus puertas a quienes huyen de guerras e injusticias, otros las abren a la solidaridad y la empatía. Hasta ahora, el único discurso que se oía en la Unión Europea era el del egoísmo nacional y la insolidaridad. Es el discurso dominante del ultra liberalismo con tufo neo colonial. Nos gustaría otra Europa. El ejemplo de València puede ayudar a cambiar actitudes con respecto a la migración. Así es como empiezan los grandes cambios. Macron dice ahora que seguirá nuestros pasos. Falta le hace a Francia cambiar de rumbo. Ahí tienen los campamentos de Pas de Calais como muestra de escarnio a los inmigrantes.
¿Quién pensaba hace unas semanas que el PP haría unas primarias para sustituir a su amado líder? ¿Quién que Rajoy volvería al puesto que tiene allí, en Santa Pola, como registrador de la propiedad? ¿Quién que Núñez Feijóo se retiraría de la sucesión antes de que volaran por Génova las dagas de su relación con narcotraficantes de la peor calaña? ¿Quién hubiera pensado que Margallo jugaría la carta de abuelito liberal para liberar al PP de la deriva populista? ¿Quién apostaría por Casado como joven regenerador con master en Nuevas Generaciones? ¿Quién hubiera imaginado que el PP valenciano se inspiraría en “los diez negritos” de Agatha Christie para acabar con su mala fama de partido corrupto? Les pasa por no creer en que las personas son lo primero.
URBANO GARCIA
urbanogarciaperez@gmail.com
Imágenes:
1. 20180617 Llegada del AQUARIUS a València. Juan Carlos Cárdenas
2. San Juan de Max Aub. Centro Dramático Nacional
3. Soraya y Cospedal. EFE
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