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viernes, 31 de mayo de 2019

26-M (3): PODER LOCAL

Por la puerta de unas elecciones locales entró la II República. A veces lo olvidamos. Tal vez por eso, por su capacidad de cambiar las cosas, a los llamados poderes fácticos no les hacen ninguna gracia las municipales. No fue casualidad que el local fuera el último poder en democratizarse tras la muerte de Franco. El franquismo temía que por la puerta de las municipales volviera a colarse otra República. Sería la tercera. En 1931, con la II República también entró la Democracia, así con mayúscula. En 1979 lo que entró fue la última bocanada de aire fresco necesario para dar carpetazo a la dictadura. Durante casi un cuatrienio –de 1975 a 1979- la democracia estuvo vigilada y acogotada por unas instituciones locales controladas en su mayoría por personajes leales al antiguo Régimen. Durante más de 3 largos años, Ayuntamiento y Diputación de València fueron bastión de un franquismo que se resistía a ser apeado de la historia. 
                  
40 AÑOS DESPUÉS
                  De todo eso hace 40 años. Casi lo mismo que duró el Régimen de Franco. Más de la mitad de este tiempo, el Cap i casal fue ocupado por el PP de Rita. La Doña, como la bautizó el humorista Tonino Guitián, lo fue todo para el PP valenciano. El que fue el partido de su vida, a ella le debe todo. Lo bueno y lo malo. Rita llegó a la alcaldía subida a la grupa del regionalismo reaccionario de Lizondo. Un regionalismo por el que ahora compiten las tres derechas, o la derecha tricéfala, como gustéis. Rita entregó la ciudad al capital especulativo. Las  constructoras, ansiosas de darse un chute de cemento, se adueñaron del solar urbano. Y dibujaron una ciudad en la que no había ningún rincón sin su PAI. A pesar de su largo mandarinato, Rita no logró rematar la faena. Su herencia fueron algunos pufos como el del nuevo Mestalla, la ruina más monumental jamás vista por estos lares. Ruina también de todo un barrio –Campanar- que vio como en pocos años su horizonte de prosperidad se tornaba de miseria. El traslado de la Fe de Campanar fue otra operación especulativa, ésta de Florentino Pérez, en connivencia con un PP que ya levitaba dopado por la financiación ilegal. No lejos de València, en Torrent, Catalá daba sus primeros pasos en política de la mano del tándem Cotino-Blasco. Socios de conveniencia en negocios que la Justicia está revisando. 
                  Catalá se empadronó a toda prisa en València para poder presentarse a alcaldesa. Ella se libró del pitufeo en el que han estado imputados todos los concejales del PP. Sólo uno fue la excepción que confirmó la regla. Si la maniobra del “trifachito” municipalista le sale mal, Catalá se retirará a su escaño en les Corts. 

RETOS 
                  Escribo estas líneas antes de conocer qué gobierno de coalición saldrá de las urnas. Da igual, los retos serán los mismos. El gobierno de La Nau (Compromís+PSPV+València en Comú) ha quitado la hipoteca reputacional que tanto mal nos hacía. También la económica. La deuda del Consistorio se ha visto felizmente menguada. Se nota que la izquierda gestiona mejor los cuartos que la derecha. Y eso que la legislatura ha estado marcada por el corsé presupuestario impuesto por Montoro en nombre de la austeridad. 
                  Ribó abrió el balcón consistorial a todo el mundo. A él se ha asomado todo vecino o visitante que ha querido. El balcón es un símbolo. En un mundo en el que lo simbólico adquiere categoría relevante, el acceso al balcón es un símbolo de democracia. También fue un símbolo la llegada del Aquarius al puerto de València. Ciudad de acogida, ciudad tolerante. València ya no es sinónimo de corrupción. La inmigración no es un problema, aunque los neofranquistas se empeñen en hacer de ella el combustible de su odio. 
                  El Cabanyal, otro símbolo. Parecía difícil quitar la espada de Damocles que Rita puso encima del barrio. Ya no está. Nadie amenaza con arrasar la trama urbana y levantar edificios de lujo con vistas al mar. Pero aún queda mucho por hacer. Sobre los barrios marineros pesan años de abandono y una ubicación privilegiada. La temible gentrificación sólo puede combatirse con vivienda pública y alquileres accesibles. Habrá que cuadrar todos los factores para que el Cabanyal, o Natzaret, o Benimaclet,… no sean la piedra con la que se tropieza dos veces. ¡Ah! Y la financiación municipal. Esa es tan importante como la autonómica.  
URBANO GARCIA
Imagen:
1. Pleno del Ayuntamiento. EFE.



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