Los resultados electorales del 28-A nos aliviaron de algunas angustias y despejaron el panorama a nivel de Congreso, Senado y Corts Valencianes, pero no han resuelto aún todas las incógnitas, ni mucho menos. Aún pende sobre nuestras cabezas la espada de Damocles del trifachito.A los habitantes de esta terreta nos quedan municipales y europeas, no es poco. Es lo que tiene la democracia, votamos y decidimos quienes gobiernan en todos los ámbitos en los que reside alguna parcela de poder político. Al menos, esa es la teoría. Hay poderes que nadie vota y que, a veces, son los que más poder tienen. Hablo de los poderes fácticos. Especialmente del poder económico. Con su agenda oculta marca el paso de la política. Se vio nada más terminar el recuento de las urnas. Sin nadie convocarla, Ana Patricia Botín, todopoderosa del Banco Santander, fue la primera en abrir fuego y decir la suya. Sería conveniente un gobierno del PSOE con C’s, propuso la banquera, adelantándose a lo que el IBEX 35 y la patronal fueron desgranando a lo largo de los siguientes días, como si se tratara de inocentes propuestas. Este intervencionismo verbal dejó al descubierto sus cartas. El capital -no sólo el financiero- quiere un PSOE neoliberal, alejado de ese aire de izquierdas que luce en campaña. ¿Y el programa? Eso es lo de menos. Ya se sabe que los programas no los lee nadie.
DE ENTRADA, NO
También los militantes del PSOE dijeron la suya en la misma noche electoral. A las puertas de Ferraz, mientras Sánchez lucía triunfo en mangas de camisa, las bases socialistas gritaban “¡Con Ribera, no!”. El renacido superviviente parece tenerlo claro, aunque parte de su cohorte esté abducida por los cantos de sirena de la Banca. Mientras González sigue cayado, otros viejos popes del socialismo hispano, como Guerra o Leguina, no han escatimado consejos para que el PSOE mire a su diestra. Viejos ecos de un “No a la OTAN” nunca superados. Pero ya lo dijo Fray Luis de León, en tiempos de elecciones no hacer mudanzas. Y en esas estamos, a mitad del camino. Todos quietos hasta el 26-M, no sea que el más mínimo movimiento despierte a los tiburones. La campaña electoral sigue. El calendario parlamentario está en marcha. La legislatura avanza imparable. La constitución de las Cámaras y les Corts Valencianes serán buenos termómetros para medir el grado de fidelidad al programa. Los 123 escaños del PSOE son muchos pero no suficientes para asegurar la estabilidad. Tampoco serán suficientes para garantizar políticas de izquierda. Enfrente están los 149 conseguidos por las tres derechas. No olvidemos que gobiernan juntas en Andalucía. El modelo andaluz es el que quiere extender el trifachito al resto de instituciones autonómicas, municipales y europeas.
CAP I CASAL
València es el país. Por eso es tan importante quien gobierna el cap i casal. El PP gobernó y saqueó València durante 23 años. Justicia, dixit. La estela de corrupción está llegando en diferido a los tribunales. El penúltimo caso que se ventila es la construcción del circuito urbano de València. Una borrachera de queroseno. Del coste cero que nos vendieron Camps y Rita, a la factura real hay un abismo de perdición. La broma nos costó cientos de millones de euros, según cálculos de la administración del Estado. ¡Ahí es nada!
Otro capítulo judicial que afecta al PP, al menos a uno de sus beneficiarios, es el llamado caso Cooperación. Un asunto realmente feo capitaneado por Rafael Blasco, ese gurú de la política valenciana que transitó del FRAP al PP sin apenas despeinarse. Blasco representa lo peor de la profesionalización de la política. Conocedor de todos los vericuetos y azucats del Palau de la Generalitat, desde los tiempos iniciáticos de Lerma, Blasco supo manejar como nadie la información. Dosieres a los que supo sacar el máximo provecho. Tanto desde las filas socialistas como en las más necesitadas del PP. Desde éstas extrajo todo el jugo al erario. Rota cualquier contención, la ética de Blasco saltó hecha añicos. Sin freno para meter mano en las arcas públicas, él y Tauroni, su sempiterno socio, pergeñaron cómo saquear los fondos de la cooperación. No hay delito más vil que quitarle a quien nada tiene. ¡Qué devuelvan todo lo robado!
Frente a la indignidad, Joan Ribó ha devuelto a València el orgullo de la decencia. Su mejor aval, encabezar un Acord de la Nau que ha dado estabilidad al Consistorio, reinstaurando el diálogo y la pluralidad. No es poco mérito quitarnos la hipoteca económica y reputacional que nos acogotaba.
URBANO GARCIA
Imagen:
1. Hemiciclo Ayuntamiento València. Carlos Cárdenas, EFE.
1. Hemiciclo Ayuntamiento València. Carlos Cárdenas, EFE.
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