Todo el mundo está ansioso por terminar el confinamiento.
Pero hay que salir con precaución, el virus sigue ahí, como antes de la
cuarentena. Con el obligado encierro hemos evitado que colapse el sistema
sanitario. No es poco. Nuestra loada sanidad está escuálida tras décadas mal
financiada, haber soportado recortes brutales y ser engullidas sus áreas más
rentables por la insaciable sanidad privada. Ahora, más de media España anda reencontrándose
en la primera fase. Y es que para los anhelados encuentros no hace falta llegar
a la tercera. En la primera ya podemos encontrarnos con amigos y familiares
sentados en una cafetería o en las casas. Recomponemos el distanciamiento social,
mientras mantenemos el físico. Conviene no olvidar que conservar la distancia
interpersonal es la mejor forma de mantener a raya al bicho de nombre SARS-Cov2,
sin “d”, para evitar ignorancias como la de Santa Ayuso de IFEMA. ¡Ah!, y
llevar puesta la mascarilla. Por respeto a los demás, claro. Asumiremos nuevas
costumbres orientales, como asumimos en la Edad Media la higiénica costumbre
musulmana de rendir culto al agua. Lo que no asumimos bien es la incertidumbre y
la frustración. Nos vendieron que tras correr como si no hubiese un mañana, saldríamos
del nido como recién nacidos. Pero no hemos pasado de fase. ¡Ridícula
competición! La salud es lo primero.
DESFASADOS
La peor parte se la llevan quienes estaban
listos para subir las persianas y reincorporaron a muchos de sus trabajadores. El
Conseller Climent ha anunciado que se corregirán los efectos negativos de la
falsa salida y los ERTE anulados antes de tiempo será prorrogados. El paso de
fase asimétrico abrió la caja de Pandora de los agravios comparativos. ¿Cómo es
posible que el País Vasco sí y el Valenciano no? Aquí hay mejores datos que
allí. La clave está en el % de población testeada. Superior en Euskadi. Dice Ximo
Puig que ese dato se valoró a última hora. No lo pongo en duda. Pero llueve
sobre mojado. El País Valenciano ha sido moneda de cambio demasiadas veces. Sang d’orxata,
dicen. Echamos de menos un grupo parlamentario en el Congreso que haga valer
los intereses valencianos por encima de otras componendas. A ver si Compromís
sale de su ostracismo. Si el primer envite necesitó soluciones globales, el
segundo, la desescalada, precisa un ajuste más fino. La estructura autonómica
del Estado debe ser el bisturí. Pero ha mostrado sus debilidades. Federal sin
llegar a serlo, el Estado también precisa un ajuste. Acabar la tarea iniciada en
1978. Ahí lo dejo. Sin olvidar el discurso del método, estaría bien mejorar la transparencia
y la comunicación. Habrá que hacerlo.
LA
SALUD, PRIMERO
Tampoco es fácil gestionar las contradicciones. Ahora que
el primer golpe de la emergencia sanitaria está más controlado, hay que decidir
entre salud y economía. Un dilema digno del Séptimo sello. Sin olvidar
la primera hay que atender la segunda. Un poco de calma no viene mal. Lo peor es
precipitarse. Tras el Armagedón, las cenizas. Tras el confinamiento doméstico nos
damos de bruces con el modelo económico que teníamos, pero más debilitado. La
misma dependencia del sol y el turismo. La misma anemia industrial. La misma
dependencia energética. Un modelo de empleo estacional y lastrado por altas
tasas de paro. Las mismas ridículas inversiones en investigación y ciencia. La
misma brecha salarial. Las mismas tasas de beneficios de empresas tecnológicas
que cotizan en paraísos fiscales. La misma jerarquía católica que paga en rogativas,
pero no en Hacienda. La misma deslocalización de industrias básicas. Los mismos
desorbitados gastos militares… ¿Seguir con lo mismo o mejorar? Ese es otro
dilema.
No hay que reconstruir lo inútil, ni hacer “callejones
sin salida”. Tal vez sea un buen momento para invertir en proyectos con y para
el futuro. Y estoy pensando en las energías renovables, por ejemplo. Y en la
rehabilitación de viviendas, ahora que somos más conscientes de sus carencias. Haciéndolas
más sostenibles y adaptándolas al teletrabajo, no sólo al de oficina, también
al académico y escolar. Y repensar las ciudades, ahora reconquistadas por y
para el peatón. Abrir más espacios verdes para su disfrute, más plazas para el reencuentro,
más conectadas con su entorno, menos contaminadas. Ciudades para vivirlas más y
sufrirlas menos. ¿Cuento de la lechera? Tal vez. Habrá que ponerse manos a la
obra para que quienes hacen negocio a
costa de nuestro futuro no se adelanten.
URBANO GARCIA
Imagen: Encuentros en la primera fase. EFE
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