El jueves 14 murió mi hermana. Murió de muerte natural, pero
no por la Covid-19. Nada más natural que morirse cuando se está vivo. También estaba
vivo Juan Genovés hasta que el viernes dejó de estarlo. Juan tampoco tenía el
virus SARS-Cov-2. Nos deja una ingente obra, imagen del olvidado sujeto
colectivo que empujó la transición democrática. El sábado 15 quien nos dejó fue
Julio Anguita, protagonista desde el PCE de esa Transición inacabada -traicionada,
piensan muchos-, “califa rojo” en una Córdoba capaz de sacudirse la caspa de señoritos
y caciques. La gente vive y muere con y sin pandemia. Pero la Covid-19 lo
eclipsa todo, hasta el entendimiento. Estos días también murió Javier Marco. Médico
valenciano de ascendencia gallega. Muerte “natural” a causa de la Covid-19.
Javier y Luis Mitsuf son dos de los últimos sanitarios cuya vida arrebató la
pandemia. Han sido muchas las personas dedicadas a velar por nuestra salud que
han dejado la suya velando por la de los otros. Demasiadas como para no
rendirles un justo homenaje. Todos los días, si es preciso. ¿A quién molesta?,
se preguntan las Mareas Blancas. Desde que comenzó el Estado de Alarma, todas
las tardes, a las 20h, les hemos aplaudido desde los balcones. No por ser héroes,
si no para no olvidarlos. Para no olvidar lo mucho que les debemos. Para no
olvidarnos de la sanidad pública. Para no olvidar que hay que dedicarle mucho
más dinero. La salud es prioritaria. Nunca hay que olvidarlo.
CONTRATO
SOCIAL
Las múltiples y solapadas crisis que estamos sufriendo
deberían hacernos reflexionar sobre nuestro orden de prioridades. Yo, que soy
optimista compulsivo, así lo creo. Pero a veces dudo. ¿Y si volvemos al caos en
el que estábamos instalados? Puede ocurrir. Incluso es muy probable que así ocurra.
La irrupción del virus ha roto muchos de los equilibrios inestables en los que estábamos
instalados. No todo son zonas de confort. Hay gente que vivía mal, y ahora vive
peor. El SARS-Cov-2 puede matar, pero no acaba con las clases ni sus luchas, en
sus variadas formas. Para hacer posible la convivencia entre diferentes
intereses, Rousseau y otros ilustrados definieron el Contrato Social. Lista de
derechos y deberes que da la condición de ciudadanía. Una nueva forma de ver el
Estado. Lejos del voraz Leviatán, el Estado puede garantizar la supervivencia de
quienes menos tienen. La Renta Básica Universal (RBU) da a toda persona, sea
cual sea su condición y riqueza, una paga extra. El Ingreso Mínimo Vital (IMV) que
entrará en vigor en pocas semanas, permitirá que las personas más vulnerables
dejen de estarlo. Dará a quienes están en riesgo de exclusión un mínimo para
vivir. Y es que la crisis sanitaria ha acentuado la desigualdad social que las
otras crisis habían acelerado. El IMV es un plan de emergencia sólo para quienes
menos tienen. Es parte del nuevo Contrato Social cuya urgencia nadie pone en
duda. No es la única urgencia que atender. Y no da igual quién aplique la cura.
Las derechas sabemos lo que hacen: adelgazar el Estado, reducir las ayudas a la
gente y dárselas a la Banca, privatizar servicios públicos para hacer de la salud
un bien de acceso sólo para ricos. Cómo si ya no lo fuera. Y así todo. Aplican las
recetas ultraliberales siempre que pueden. Por eso están rabiosos. Ahora no
pueden aprovecharse del shock colectivo que es la pandemia, para aplicarlas.
Lo dijo Naomi Klein en La doctrina del shock: “siempre que los gobiernos
han impuesto programas de libre mercado de amplio alcance han optado por el
tratamiento de choque que incluía todas las medidas de golpe”. Terapia de shock,
la llaman.
CAZUELAS
Vacías en los barrios populares. Llenas de odio en los
barrios con mayor renta per cápita del país. Calladas las primeras,
vociferantes las segundas. Unas de pobres, otras de gentes con la despensa
llena. Con las cazuelas vacías no hay libertad. ¿Quién inventó la lucha de
clases? Ladran pocos, pero arman mucho ruido. La gran mayoría cabalga en
silencio y con temor el caballo salvaje de la Covid-19. La excusa es la
economía. “Sin empleo no hay recuperación”, dice Patricia Botín, presidenta del
Banco Santander. Tiene razón sólo en parte. El empleo es condición necesaria
pero no suficiente. Tener empleo no garantiza salir de la pobreza, ni una
recuperación justa. Sobran los ejemplos. Para gentes como los Botín, Koplowitz, Roig, … recuperar es
volver a desmesuradas tasas de beneficio, a que los ricos tengan más, a ampliar
la desigualdad. No todo el mundo tiene la misma idea de qué es la recuperación.
La pandemia iguala, pero no tanto.
URBANO GARCIA
Imagen: Crematorio de València. Urbano García
Todo dirigente de izquierda que vaya a hospitales privados, o lleve a sus hijos a colegios privados. Hay que expulsarlos del partido, por sepulcros blanqueados. Solo así tendremos credibilidad
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. La mejor defensa de la sanidad pública es usarla y financiarla de forma adecuada.
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