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martes, 26 de enero de 2021

BYE! BYE!

Al final se fue. No hizo falta sacarlo a la fuerza, aunque los antecedentes hacían temer lo peor. Hablo de Donald. De Trump, claro, no del pato. La salida de Trump de la Casa Blanca ha sido un alivio, sin duda. Pero, ¿es el fin del trumpismo? No creo. El indulto a Steve Bannon, defraudador e instigador de la derecha más extrema, hace presagiar que Trump no da por finiquitada su carrera en la política, antes de plantearse su vuelta al show business. La internacional reaccionaria ya anhela su retorno.

Sabemos por experiencia -en unas semanas se cumplirá el 40 aniversario del 23F- que los golpes frustrados nunca lo son del todo. El golpismo siempre deja secuelas. El de Milans del Bosch, Tejero, Armada y el elefante blanco, las dejó. Algunos de los tarquines que ahora pisamos vienen de las aguas fecales que nos anegaron en 1981. Nos queda el consuelo de pensar que todo iría peor si los golpistas se hubieran salido con la suya. Quien no se consuela es porque no quiere. Aquí y entonces se frenó seguir con las reformas. Se atendió el aviso de los inmovilistas y la descentralización llegó hasta donde llegó. Basta recordar los trámites finales en la negociación del nostre Estatut, para ver la pelambrera que perdimos al entrar por tan estrecha gatera. Y ahí sigue la financiación autonómica sin ser solucionada.

PICARESCA

             “Yo no quería vacunarme. No me vacuno ni de la gripe. No me gustan las vacunas”, ese indigno argumento usó el Consejero de Sanidad de Ceuta, Javier Guerrero, para exculpar haberse vacunado cuando aún no le tocaba. En unos días, la lista de pícaros -usando un término suave- se ha incrementado exponencialmente. Hasta a la cúpula militar llegó la picaresca. El general Villarroya, ahora ex Jefe de Estado Mayor de la Defensa, se saltó el turno para vacunarse. Estamos a la espera de conocer qué ha hecho la cúpula eclesial. Por si era poco, el virus mutante no deja de darnos sustos. Ayer era la Pérfida Albión la que bautizaba una mutación del SARS-Cov-2 capaz de contagiar más y mejor. Luego fue Brasil (Manaos) quien nos regaló una mutación más agresiva si cabe. Ahora se habla de la cepa sudafricana.

Richard Dawkins nos ilustró en El gen egoísta sobre la capacidad de adaptación de los genes para asegurar su multiplicación, algo parecido hacen los virus para garantizar su supervivencia. El relajo sanitario, comportamientos irresponsables, nuevas cepas, entre otras causas, están disparando los ingresos hospitalarios. Las farmacéuticas, tan rápidas en anunciar que tenían la vacuna, lo primero que vacunaron fue el valor de sus acciones. Y ahora racanean o piden alargar los viales para sacar más dosis, aumentando sus ganancias. Italia ya ha abierto una investigación y la Unión Europea amenaza con otra si no cumplen sus compromisos. Como nos enseñó el difunto John Le Carré, en El jardinero fiel, también hay pícaros y especuladores en el comercio farmacéutico.

MEDIDAS

Ante el incremento de contagios, y hasta que, gracias a las vacunas, logremos la llamada inmunidad de rebaño, nos toca ser cautos, usar mascarilla y mantener la distancia para evitar la propagación de la Covid-19. Los hospitales de campaña ya cumplen su función de descongestionar los hospitales, pero no parece suficiente para frenar el aumento de personas contagiadas. Todo es poco para atajar la Covid-19, muchas de cuyas secuelas aún desconocemos. Aunque tarde, el pasado fin de semana, el País Valenciano se vio obligado por las cifras de la pandemia a endurecer sus medidas sanitarias: menos contactos, cierres perimetrales, adelantos del toque de queda, cierre de comercios, bares y restaurantes.

Aquí llevamos un ritmo de vacunación superior a la media europea, pero tardaremos en alcanzar la inmunidad colectiva. La Covid-19 no paralizó las elecciones en EEUU, ni en Portugal. Lo lógico sería que las catalanas se celebraran en la fecha prevista, el 14 de febrero. Pero la pandemia se ha convertido en la coartada perfecta para ocultar inconfesables intereses. La presentación de Salvador Illa, exministro de Sanidad, encabezando la lista del PSC, ha trastocado la entente cordiale que había entre los socialistas catalanes y ERC. También ha puesto de los nervios a C’s, que ve en Illa otra amenaza para sus aspiraciones. La derecha lucha por mejorar sus resultados, mientras los independentistas lo hacen por mantener su hegemonia. En medio de este ambiente estresante, la vida sigue, aunque sea con la ayuda de ansiolíticos. Hasta que digamos ¡bye!, bye! al SARS-Cov-2, más vale que nos lo tomemos con calma.

URBANO GARCIA

urbanogarciaperez@gmail.com

Imagen: Trump y Melanie dirigiéndose a un helicóptero tras dejar la Casa Blanca. www.dallasnews.com

 

EMPACHO


“Empachado”, así confesó Iñaki Gabilondo encontrase el día que se despidió de su columna diaria en la SER. Fue el lunes 11, con el país congelado por Filomena y aún bajo el shock de ver a los bárbaros asaltando el Capitolio de EEUU. Hay empacho y hartazgo. La pandemia no ha rebajado ni un ápice la bronca política, más bien al contrario, ha disminuido el nivel de tolerancia y todo el mundo anda con el ánimo mucho más irascible. Dudo que la salida de Trump de la Casa Blanca sirva para reducir la crispación. Todo es política, hasta lo que hacen los políticos. Sea Trump o su porquero. El magnate y showman nunca distinguió los límites entre sus negocios y su actividad política, entre su neoyorkina torre dorada y la Casa Blanca, entre las verdes praderas de sus campos de golf y Central Park, entre su gabinete de prensa y su cuenta de Twitter. Cerradas las puertas de las principales redes sociales, ¿dónde trasladará Trump sus fake news?

EMOCIONES

                La era internet fundió el pensamiento sólido. Ya lo predijo Bauman hace años. Las redes han construido realidades paralelas, falsos mundos que diluyen las fronteras entre realidad y ficción. Al tiempo que las ideas se licuan, dan paso a estructuras mentales más simples, cuyo tamaño permite encerrarlas en los 280 caracteres actuales de un tuit. Así construyó Trump su era que quedó en cuatrienio. Así construyen la extrema derecha y la derecha extrema sus discursos, a golpe de tuit. Para reducir la complejidad de la sintaxis nada mejor que acudir al lenguaje emocional. Con un emoticón está todo dicho, ¿para qué más?

Pero el lenguaje emocional encierra peligros. Las emociones son cajas de Pandora repletas de sorpresas. Se han adueñado del discurso político, como analiza Toni Aira en La política de las emociones. Dice Aira que ahora se personaliza más, que los liderazgos -con frecuencia también mediáticos- vuelven a ser importantes, que la simplificación y el impacto emocional alimentan el magma del populismo. No hay más que asomarse a la ventana de la actualidad para percatarnos de esa deriva. Discurso emocional frente al racional. La fórmula no es nueva. Lo nuevo son los métodos. Ahora hay altavoces mediáticos que amplifican y repiten hasta la saciedad cualquier ocurrencia, por estúpida que sea. Sobre todo, si es de alguien con mando en plaza. La nieve que nos dejó Filomena, y la compensación por las pérdidas, se ha sumado a la lista de supuestos agravios que sufre la capital del Reino. Ese diferente trato sí que indigna.        

LA OLA       

No sé si estamos en la tercera o en la cuarta ola de la pandemia, o si aún no hemos salido de la segunda. He perdido la cuenta. Lo peor es obsesionarse por estar al día en unas curvas que son como la montaña rusa. Los especialistas en epidemias no paran de alertarnos. Los ingresos de hoy en las UCI son los contagios de hace, al menos, un par de semanas. No hay que ser epidemiólogo para ver el resultado de “salvar la Navidad”, como antes vimos “salvar el verano”. Tras un año de pandemia, ya deberíamos conocer cómo se comporta el Sars-Cov-2. Lo indignante es oír a los mismos que ayer se declaraban salvadores de la economía en nombre de la tradición, reclamar hoy el confinamiento.

La pandemia obliga a un difícil equilibrio entre economía y salud. Hay que dar ayudas para mantener la actividad económica. La pandemia también obliga a medir bien las inversiones para no caer en el despilfarro. Un ejemplo: el hospital Isabel Zelda de Madrid. A su inapropiada localización -lejos de cualquier otro centro hospitalario- se suma su falta de personal. Dejando al margen su coste y sobrecostes, no parece que la inversión sea demasiado rentable. En las antípodas, el hospital de campaña levantado al lado de La Fe. La proximidad es la mejor forma de crear sinergias y rentabilizar el dinero público invertido. Habría que valorar esa rentabilidad a la hora de repartir las ayudas del Estado. Lo mismo que habría que tener en cuenta la eficacia a la hora de vacunar. Si hay un protocolo de vacunación es para cumplirlo. No es de recibo que los alcaldes de El Vergel, Els Poblets, Rafelbunyol o La Nucia, entre otros, se salten la lista elaborada por Sanidad. Son cargos públicos, ¿dónde queda su ejemplaridad? Tampoco es presentable que, ante las dificultades de vacunación, en especial con la Pfizer, antes de haber vacunado a todo el personal de las residencias, se esté vacunando a personas de otros grupos. Estas noticias me empachan y me indignan.

URBANO GARCIA

urbanogarciaperez@gmail.com

Imagen: Unidad de Intensivos para enfermos de Covid-19. www.semicyuc.org 

miércoles, 13 de enero de 2021

ASALTO AL PODER

 

Dentro de unas semanas se cumplirá el 40 aniversario del golpe de estado del 23F. El 27 de octubre de 2022 hará un siglo de la ‘marcha sobre Roma’ de las legiones fascistas de Mussolini. El día de Reyes las huestes de Trump asaltaron el Capitolio, sede de la soberanía popular en EEUU. ¿Hay algún parecido entre estos acontecimientos? Los tres hechos intentaron reconducir una situación política que no agradaba a sus protagonistas. Los tres fueron la punta del iceberg de un golpe de estado para imponer por la fuerza los deseos de la élite más reaccionaria. Los tres usaron la fuerza (incluida la movilización de masas) para consolidar el dominio de los privilegiados. La rebelión de los ricos. Pero hay diferencias. Además del tiempo transcurrido, no concurrieron las mismas circunstancias históricas. El asalto al Capitolio fue la guinda con la que Trump cerró su autoritario mandato. Fue el resultado de años de actos, arengas y descalificaciones para deslegitimar el sistema democrático que lo encumbró. ¿Sólo eso? Claro que no.

No había nada anecdótico ni imprevisible en que Trump, llevado por su megalomanía y sus intereses, intentara perpetuarse en el poder. Como no lo hubo en su elección por el Partido Republicano. Trump es populista, histriónico, hijo de papá, multimillonario, showman durante 12 temporadas de The Apprentice, programa de la cadena NBC a su medida, en el que se interpretaba a sí mismo, y que le sirvió para reflotar sus negocios. Gracias a ese capital y a la reforma de Bush Jr., pudo presentarse a las primarias republicanas sin el apoyo del aparato de su partido. Así labró su imagen de outsider, de antisistema contra el establishment. Miembro del clan de especuladores amamantado por el capitalismo, Trump tejió con tuits y donaciones su red de apoyos incondicionales, entregados creyentes de sus fake news, retuiteadores acríticos, milenaristas creyentes en la próxima invasión marciana, supremacistas blancos temerosos del fin de su mundo. Sólo necesitó adobar su discurso de odio con cantos de sirena a las víctimas de la globalización para tener la fórmula del éxito. Trump es Trump y Steve Banon su profeta. Aquí tienen hooligans.  

Admitido como ‘elefante’ del Partido Republicano, amplió su electorado integrando a la extrema derecha. Eso explica su incremento de votantes. La Covid-19 le pilló en otra onda. Y sumó negacionistas y antivacunas a su nómina de frikis y evangelistas, neofascistas y desencantados. Una de las imágenes más icónicas del asalto al Capitolio fue la de Jake Angeli -‘QAnon Shaman’, líder de la secta ‘Q’- ataviado como Yellowstone Wolf, con pieles y cornamenta. Trump es el ‘Q+’ de esa secta. ¿Era Trump el elefante blanco que esperaban en el Capitolio? Poco antes del asalto, Trump incitó a sus fieles a invadir a lo bárbaro el Capitolio. Había que romper las urnas del penúltimo acto del proceso electoral. La minoría supremacista blanca no podía perder la oportunidad que le brindaba el aún presidente de consolidar su revolución reaccionaria. Pero hay más. EEUU ha perdido la hegemonía ante una China imparable, hasta en el campo tecnológico más avanzado. La lógica capitalista y la globalización neoliberal han deslocalizado millones de empresas, llevando a la ruina y al paro a amplias capas de la población. La desigualdad aumenta, y con ella el descontento.         

Insurrection”, así calificó Joe Biden lo ocurrido en Washington el 6 de enero. Insurrección, rebelión, golpe de estado son grados de un mismo acto: romper las reglas del juego democrático. Sólo la enmienda 25 o un nuevo impeachment pueden sacar a Trump - Hitler made in USA- de la carrera política. Zuckerberg lo ha expulsado de sus redes sociales (Facebook y Twitter) por incitar al odio. ¿Ahora? ¿No debería haberlo hecho un juez?, se pregunta Borja Adsuara, autor de Libertad de expresión y discurso del odio en Twitter.      

FILOMENA

                Apenas comenzado 2021, en medio de la pandemia y del asalto al Capitolio, nos llegó la anunciada tormenta perfecta. A pesar de la acertada previsión meteorológica, la previsión técnica brilló por su ausencia. La combinación de la borrasca Filomena y una bolsa de aire polar provocó un temporal de frio y nieve en la península sin precedentes desde hacía medio siglo. Más del 10% de las infraestructuras viarias (incluido el ferrocarril) quedó fuera de juego. El eje mediterráneo fue el cordón umbilical con el continente.

                Fenómenos extremos como Filomena cada vez son más frecuentes. Muestra de la crisis climática. La peor de las muchas que arrastramos. Todas confluyen y se potencian en ese magma de miedo, injusticia, malestar y rabia en el que medran quienes asaltan el poder para mantener sus privilegios. ¡Atentos!

URBANO GARCIA

urbanogarciaperez@gmail.com

Imagen: Asalto al Capitolio USA, Washington, 6 de enero de 2021. Republica.com

martes, 5 de enero de 2021

PRESUPUESTO

 

Participio del verbo presuponer. Es una de las acepciones contempladas en el diccionario de la Academia, pero no es la única. Presuponer es como prever lo que se supone, o suponer lo que se prevé. Motivo, causa o pretexto con que se ejecuta una cosa. Adelantar lo que está por ocurrir. Una bola de cristal.   

Presupusimos que 2020 sería un buen año. La simetría de su construcción, la redondez de sus guarismos, la belleza del “0” que diría Umberto Eco, o el desfile de “patitos” que recitaría Gloria Fuertes. Todo nos llevaba a presuponer que un año tan redondo no podía traer nada malo. ¡Qué equivocados estábamos! A veces el aspecto defrauda. La apariencia engaña. Suelen hacerlo engatusadores y mercachifles. Detrás de su buen aspecto ocultan las malas artes del estafador. Tras la máscara de ser gente corriente camuflan la tramoya del engaño. A veces nos autoengañamos presuponiendo que algo irá mejor, sin querer ver que todo apunta en sentido contrario. Presuponemos, por ejemplo, que con la creación de una vacuna contra la Covid-19 tenemos ya resuelta la pandemia. Como si el tiempo no existiera. Como si entre su descubrimiento y la vacunación generalizada no hubiera un largo tránsito, un vía crucis lleno de obstáculos, de dificultades, de abismos de desigualdad insalvables. Como si entre un momento y otro no existiera la muerte. Como si el tiempo se parase y la primera peste del siglo XXI quedara en suspenso. Como si entre la inmunidad de rebaño y el rebaño a secas no hubiera distancia. Olvidamos que lo presupuesto sólo es una previsión, oráculo de un futuro por confirmarse. Para llegar a esa meta hay recorrer todo el camino.       

FRACTURAS  

                Cuando 2020 llegaba a su fin, Esperanza Obrera, el grupo que desmontó el happening fascista y patriotero de las banderas de plástico en la playa de la Malvarrosa, ocupó la antigua y céntrica sede de Unicaja en València y abrió un banco de alimentos para los miles de desahuciados que está dejando la pandemia. Qué mejor uso para una entidad bancaria que convertirse en un banco de alimentos para dar de comer a quien apenas tiene nada. Sin cuotas ni carnets identitarios, sin purezas de sangre ni otras zarandajas. Solidaridad sin etiquetas, sin exigir pedigrís racistas que tanto gustan a la extrema derecha.

Presuponíamos que “el bicho” nos haría más humanos, más solidarios con el dolor ajeno, más empáticos. Es posible. Pero también en cierto que la brecha de la desigualdad se ha ahondado, que la mayoría es más pobre que ayer, y que sólo unos pocos se han aprovechado de la situación para hacerse más ricos. La pandemia está profundizando la fractura social. Nada nuevo. Lo cuenta José Enrique Ruíz Doménec en El día después de las grandes epidemias, un relato en el que el historiador nos enseña cómo actuaron la nuestra y otras sociedades ante episodios pandémicos que diezmaron sus poblaciones. No aprendemos.

Presuponemos que cuando todo pase, que pasará, zurciremos los rotos y descosidos que la pandemia está dejando. Que sustituiremos el remedio temporal de los ERTE por un sistema productivo más justo y sostenible. Que priorizaremos la solidaridad y la amistad frente al egoísmo y la usura. Que mejoraremos nuestros sistemas públicos de sanidad y educación. Que las residencias para la tercera edad dejarán de ser aparcamientos de ancianos con los que seguir haciendo negocio con la vejez. Presuponer no significa que ocurra. Para pasar de la presuposición a la realidad hace falta voluntad, exigencia y tesón.

FACTURAS

                El año de la pandemia deja un cajón lleno de facturas sin pagar, a cuenta de unas ayudas europeas condicionadas a planes de desarrollo sostenible. La UE ha entendido que con austeridad es difícil construir un futuro ilusionante. De los austeros polvos sembrados por las derechas -las europeas y las hispanas-, los lodos que siguen asfixiando la sanidad pública y lastrando nuestro escuálido estado del bienestar. Tener Presupuestos Generales del Estado es la primera condición para recibir las ayudas europeas. Son fundamentales para diseñar una sociedad más justa e igualitaria. Los nuevos PGE pusieron punto final a los presupuestos pergeñados por Montoro & Rajoy para mayor gloria de la desigualdad y la injusticia. Nadie presuponía que esos presupuestos de recorte y austeridad se alargarían hasta la extenuación. ¡Feliz 2021! 

URBANO GARCIA

urbanogarciaperez@gmail.com

Imagen:

1.       Antigua sede de UNICAJA en València okupada por Esperanza Obrera. Última Hora.