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miércoles, 3 de marzo de 2021

DESHIELO

Pasó el 40 aniversario del 23-F y los principales documentos de aquella aciaga jornada siguen clasificados, congelados, encerrados bajo siete llaves en la caja fuerte en la que se guardan los secretos oficiales de nuestra historia reciente, para vergüenza de todos los demócratas. Aunque los papeles reservados del 23-F no aportaran nada nuevo, el solo hecho de que permanezcan ocultos extiende la sombra de la sospecha sobre el relato oficial de los hechos. Necesitamos su deshielo para empezar a construir la verdadera historia de la transición a la democracia. Ahora mismo lo que cunde es el desconcierto, cuando no la indignación, ante el comportamiento del emérito y entonces héroe de la Zarzuela. Del Palacio, claro. No de La Revoltosa. Mientras el resto de ciudadanos estamos pasando la pandemia como podemos, a golpe de cierre perimetral y distanciamiento físico, don Juan Carlos lleva un año bajo las palmeras datileras del oasis teocrático de los Emiratos Árabes. Su última “hazaña”: regularizar parte de sus deudas con Hacienda, mediante el pago de 4,4 millones de €, que, sumados a los 700.000 abonados anteriormente, asciende a más de 5 millones de €. ¡Un Potosí!, que decía mi abuela.

TÚNEL DE LAVADO

                Vergüenza debería darles a los meapilas que aplaudieron a rabiar la rememoración juancarlista del 23-F. Su rey de reyes les dejó con el culo al aire al hacer, poco después, la susodicha regularización. ¿Cuántas le quedan? Dicen los cronistas del emérito que la deuda fue pagada gracias a un préstamo de empresarios “amigos de la corona” que, a través de la fundación Zagatka -gestionada por un primo de Juan Carlos-, se hicieron cargo del marrón. Cada vez es más difícil separar las responsabilidades del rey puesto en el trono por Franco y la institución por él representada. Coinciden en la misma persona. En febrero de 1981, Juan Carlos ganó una legitimidad que no tenía: paró los pies al golpismo y mereció el aplauso popular. Cuatro décadas después, nada queda de aquella gloria. Efímera, como todas las glorias.

                Los Borbones hispanos tienen siete vidas, como los gatos. Alternan exilios con restauraciones sonadas. La última la hizo Franco con Juan Carlos, saltándose a la torera el orden sucesorio y dejando claro quién mandaba en el ruedo ibérico. Pesada herencia la del campechano: haber sido investido por un dictador y acercarse a la edad crepuscular lejos de familia y amigos. ¡Ay pena, penita, pena!    

BLOQUEO

                El deshielo tan solo ha llegado por ahora a RTVE. Y limitado a las relaciones PP-PSOE. Eso sí, a costa de dinamitar los esfuerzos para despolitizar la rediotelevisión pública estatal. Y vuelta a empezar. Como todo consenso, éste también tiene un precio. Al Consejo de Informativos le toca ahora comulgar con ruedas de molino. De eso se trata, de tragarse a personajes tan impresentables como Jenaro Castro -0 puntos en el descartado concurso público-, o Carmen Sastre, inquisidora mayor del reino. Ambos del PP.

Donde sigue el bloqueo es en el Poder Judicial. “El PP quiere que en los jueces no meta mano Podemos”, Maroto, dixit. Más claro agua. El máximo órgano de los jueces es demasiado importante como para soltarlo, piensa el partido de Casado. Durante los dos años que lleva en funciones -tras haber caducado su mandato-, el CGPJ ha hecho medio centenar de nombramientos. Así amarra el PP la Justicia: vetando a jueces incómodos -como De Prada, juez de la Gürtel; o Victoria Rosell, jueza y candidata de Podemos-, mientras nombra a jueces de su cuerda para que vayan haciendo carrera. Nunca sabe el PP cuándo los necesitará. El rey de los michirones, digo de Federico Trillo, ya se encargó en tiempos de Aznar, de dejar atado y bien atado el poder judicial. Desde entonces el PP ha gozado de una gran capacidad de bloqueo institucional, asegurándose la mayoría conservadora en los máximos órganos judiciales, incluido el CGPJ, o el Tribunal Constitucional, verdadero ariete contra cualquier intento de reforma.

El descalabro en Catalunya hizo presagiar que el PP, tras la terapia de shock aplicada por las urnas, moderaría su discurso, templaría su ímpetu y se avendría a llegar a acuerdos. El propósito de enmienda le duró un plis-plas. Los altercados tras la detención de Pablo Hasél le han venido bien para escudarse tras ellos, para sacar a flote su intolerancia y volver a las andadas. “El CGPJ ni se toca”, sigue diciendo el PP.

POSDATA: Del otro deshielo ya hablaremos. Hace unos días, una profunda y kilométrica grieta separó un inmenso iceberg de la Antártida. En Siberia, no paran de aparecer grandes cráteres en el permafrost, a causa de las explosiones del metano liberado de sus entrañas. Hay deshielos que no presagian nada bueno.

URBANO GARCIA

urbanogarciaperez@gmail.com

Imagen: Grieta en el hielo de la Antártida. Polar Science.   

 

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