Corregir con un golpe simbólico
lo que dicta la dura realidad. Eso es lo que ha hecho el PP: responder a su
desastre electoral en Catalunya con la venta de su sede en Génova 13, rue
Percebe.
Pablo Casado debería seguir el
consejo místico de “en tiempo de desolación nunca hacer mudanza”. Pero no. El
líder del PP quiere con el cambio de sede exorcizar las cuitas de su partido.
Le duele la espinita de nombre Bárcenas clavada en su píe. No hay consuelo para
la pérdida de la gracia de dios que sufre. Vive emparedado entre la llamada al
banquillo judicial y las mordidas a su base electoral a cargo de la excrecencia
neofranquista de su partido.
La sede central del PP se asocia
a noches de vino y rosas, pero también al bálsamo de la corrupción, ahora
transformado en cilicio. La pérdida de apoyos electorales mengua las arcas de
un partido acostumbrado a vivir dopado gracias a financiarse ilegalmente. Ahora,
la hipoteca aprieta. Es duro hacer frente a unos gastos millonarios, por encima
de sus posibilidades. Esa es la verdadera razón de la mudanza: evitar el
desahucio por impago. Sobra sede para un PP menguante. Que se mire en el espejo
valenciano. En 2015, tras perder las tres instituciones: Generalitat, Diputación
y Ayuntamiento de València, el PP se desprendió rápido de su sede
post-neo-clásica de la calle Quart. Emblemático lugar de peregrinación para
sacarle los colores por sus múltiples corruptelas. Quitado el símbolo, se acabó la rabia, debe pensar la cúpula del partido fundado por Fraga.
ANTIDISTURBIOS
Le
viene bien al PP la bronca montada a cuenta del encarcelamiento del rapero
Pablo Hasél. Nada mejor que un buen jaleo para reclamar ley y orden. Y tapar
con una cortina de humo sus vergüenzas. ¿Cuán gritan esos malditos?, dice don
Juan Tenorio. ¿Qué piden? Está claro que no sólo la libertad de Hasél. Eso ha
sido el detonante, la gota que ha colmado el vaso. Hace tiempo que los
psicólogos apuntan al cansancio, a la fatiga pandémica, el aumento de la
crispación. La juventud se está llevando una parte. Pagó cara la crisis de
2011. Y la actual vuelve a golpearla. Su futuro parece incierto y su presente
no tiene mejor pinta. Mientras la vacuna llega a toda la población, algo habrá
que hacer. Son tantos los frentes abiertos por la Covid-19 que no hay parche
para tanta fuga. Aún no se han evaluado los estragos causados en la salud
mental por la pandemia. Habrá que esperar a que la vacunación nos permita tomar
aire.
Mientras
tanto, bien estaría que las fuerzas de orden público fueran escrupulosas en el
cumplimiento de su deber y no echaran más leña al fuego. A nadie se le escapa la
desproporción de algunas cargas policiales. El golpe por la espalda a Carles
Esteve, diputado autonómico de Compromís, lleva la marca del odio y la inquina.
El neofranquismo tiene una cierta querencia por los cuarteles. Para eso tiene su
sindicato, para pedir dimisiones de políticos electos, sin asumir ninguna responsabilidad
propia. Hace 40 años, en víspera del 23-F, se oía ruido de sables en los
cuarteles de la milicia. Hoy son ruidos de porras en los de la policía. Tal vez
ha llegado la hora de que entre en ellos la cultura democrática.
INMATRICULACIONES
Con
la porra dando y a dios rogando. También parece llegada la hora de que la
cúpula de la Iglesia católica dé cuenta de sus bienes. Por fin hemos conocido
la lista de propiedades puestas a nombre de la jerarquía eclesiástica entre
1998 y 2015: casi 35.000 inmuebles gracias a la reforma que Aznar hizo de la
ley Hipotecaria franquista. El PP mejoró lo legislado por la dictadura. Hizo lo
contrario de una desamortización, como corresponde a su ideología fuertemente reaccionaria.
¿Qué pasó con el espíritu liberal? En el País Valenciano, la cúpula eclesial
puso a su nombre en estos años casi un millar de bienes. De ellos, 726 son
templos y edificios anexos y 186 corresponden a otros edificios, pisos, solares,
garajes…
Sobra decir que por ninguno de
estos bienes paga la Iglesia impuestos, aunque obtenga suculentos beneficios de
su explotación. No se trata de desenterrar viejas fobias anticlericales. Pero
bien estaría que atendiéramos a la máxima de dar al César, lo que es del César.
Ya está bien de estirar la cuerda de un nacional catolicismo nunca derogado. ¿O
así entienden eso de que “dios está en todas partes”?
NOTA: Andrés Goerlich, sobrino nieto del arquitecto que rediseñó la plaza en los años 30, ha pedido un concurso internacional para decidir el diseño de la plaza del Ayuntamiento. No estaría mal tomar nota.
URBANO GARCIA
Imagen: Sede del PP en la calle Génova, 13, de Madrid. 20 Minutos.
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