Sin duda hubo efecto Illa. Sin embargo, y a pesar de
los buenos resultados cosechados por el PSC, Catalunya volvió a demostrar que
tiene un ecosistema político propio bastante consolidado. Hubo transferencia de
voto dentro de cada uno de los grandes bloques en que, desde hace tiempo, se
divide la política catalana: soberanistas (léase “independentistas”) y
constitucionalistas (léase “estatalistas”). Sobre esa ecuación influyó la
situación de pandemia. Como se ha visto en otras citas con las urnas, habidas
en estos “tiempos de cólera”, la participación se resintió ante las medidas de
emergencia y el temor al contagio. Y cuando la abstención aprieta, los más movilizados
son los que se llevan el gato al agua.
No podemos dejar al margen el
sistema electoral catalán, una copia casi exacta del español, y que CiU nunca
tuvo interés en cambiar, a pesar de sus muchos años de gobierno. Un sistema que
prima el voto rural frente al urbano; las zonas más despobladas, frente a las
de mayor densidad…
Dentro del bloque soberanista se produjo el sorpaso largamente anunciado: Esquerra Republicana recuperó la hegemonía que tuvo en los años 30, frente a una derecha soberanista, mutante, errante y descabezada. Ahora le tocará a ERC gestionar la transición de la utopía al posibilismo sin perecer en el intento. No lo tendrá fácil. Doy por descontado que gobernará este bloque. Las cifras lo permiten. Tal vez Esquerra busque en Els Comuns el aliado necesario para tender puentes con la Moncloa. El pacto de sangre soberanista dificultará cualquier otra aproximación. Sobre la mesa estará la amnistía para los “presos políticos” o los “políticos presos”, como gustéis, y la autodeterminación en forma de consulta popular. El caso es superar la actual fractura que sólo conduce a la parálisis y al auge de la antipolítica.
INSIGNIFICANCIA
Claro que para parálisis la demostrada por C’s,
incapaz de sacar provecho de ser la fuerza más votada en las anteriores elecciones
catalanas. Insignificancia que ha pagado en las urnas. ¿Ha llegado su momento
crepuscular? No es descartable. En Catalunya nació y en Catalunya se extingue. Lo
curioso es que el PP ha sido incapaz de fagocitar ese voto en tocata y fuga. Y
es que no por conocido resulta menos temible: cuando la derecha hace políticas
extremas, le hace el caldo gordo a la extrema derecha. Ese ha sido el otro sorpaso, PP y C’s arrasados por la
derecha más extrema, por el neofascismo neofranquista o neofranquismo
neofascista, tanto monta, monta tanto.
Una de las fases judiciales del extenso caso Bárcenas coincidió con el final de la campaña catalana. A esa circunstancia se acoge el PP para eludir su responsabilidad en Catalunya. ¿Hasta cuándo buscará excusas? El PP va camino de la inoperancia acosado por su pasado y espoleado por su extremo más extremo. La llamada derecha españolista muda de nicho en Catalunya y anida en lo más extremo del arco parlamentario, tal vez buscando hacer más ruido, ya que no puede ser más inútil.
BAJA CALIDAD
Entre fracturas y la búsqueda de encaje se mueve la
compleja política catalana. Como ocurrió en la Transición, Catalunya -más que
el País Vasco, a pesar de ETA- marca la pauta del encaje territorial. La deriva
del soberanismo burgués acuciado por la corrupción, que diría Vázquez
Montalbán, nos llevó a un atzucac, a un
cul de sac, a
un callejón sin salida. Es urgente y necesario romper ese nudo gordiano. ¿Lo
conseguirá ERC? ¿O será el PSC el que lo rompa?
Mientras
tanto, y en medio de la pandemia, se resiente la calidad de nuestra frágil
democracia. Víspera de la cita de Catalunya con las urnas, el rapero Pablo
Hasél debía entrar en la cárcel por la letra de sus canciones, mientras que
Rato salía de ella en libertad condicional por “buen comportamiento”. Luis
Ángel Garrido, juez del TSJ del País Vasco y tertuliano habitual en la COPE de
Bilbao, anuló la orden del gobierno vasco cerrando la hostelería. Un juez
cuestionando los criterios sanitarios. El derecho al ocio frente a la salud. Y
algunos jueces haciendo sentencia y bandera de su negacionismo.
La
calidad democrática ha sido uno de los últimos debates en las redes sociales. Yo
me pregunto, ¿es que los jueces no tienen ideología?, ¿no tienen sesgo algunas
de sus sentencias? La profesionalidad de un juez está en aplicar las leyes que aprueba
el poder legislativo. Y la llamada ley mordaza sigue vigente. Eso permite que
un rapero vaya al trullo y un chorizo a la calle. ¿Qué esperan para derogarla?
URBANO GARCIA
Imagen: Elecciones
en Catalunya el 14 de febrero de 2021. www.eitb.eus
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