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jueves, 22 de abril de 2021

PLAN

 

No es necesario haber superado la crisis para plantear la recuperación. Es lo que se hizo antes de terminar la Guerra Mundial, la segunda acometida de esa larga y terrible guerra civil del siglo XX que arrasó Europa, según el historiador Tony Judt. El Plan Marshall se diseñó antes que las tropas aliadas llegaran al “nido de águila” de Hitler. Lo mismo está ocurriendo ahora con la crisis de la Covid-19. Antes que la vacunación nos lleve a la tan deseada inmunidad de rebaño, ya están los planes de recuperación encima de la mesa. Como debe ser. Volver a la situación anterior, no volveremos. Mejor quitárnoslo de la cabeza. Ahora bien, según qué medidas se apliquen, la salida será más o menos bonancible, como decía el tango. Es lo que más les jode a las derechas hispanas, que no serán ellas quienes comiencen a aplicar el bálsamo. 

PRIORIDADES

Todo plan tiene dos caras, como Jano, el dios romano. Una es la de las inversiones. No es lo mismo invertir en hacer aeropuertos para peatones, que mejorar y ampliar las redes viarias existentes. No es lo mismo perdonar las deudas bancarias, que las de los hogares. No es lo mismo ayudar a los grandes consorcios transnacionales, que al pequeño y mediano comercio. No es lo mismo reducir las emisiones de CO2, que promover industrias contaminantes. Eso es la política: optar, ordenar las prioridades.

La Unión Europea -dueña de la fábrica de euros- parece que, sobre el papel, lo tiene claro. La crisis sanitaria ha dejado al aire las debilidades europeas: hace un año no teníamos ni mascarillas. La deslocalización neoliberal vació el tejido industrial europeo de empresas básicas, pero poco rentables en tiempos de paz. Durante décadas, la privatización de la sanidad dejó el sistema público de salud hecho añicos. ¿Qué decir de las residencias para personas mayores? ¿Y la educación? Estamos a la cola de la Unión en casi todo. Debería ser prioritario reducir nuestras flaquezas y reforzar las fortalezas, como diría un coaching, uno de esos entrenadores personales que ayudan a superar crisis. El monocultivo del turismo, por ejemplo, nos convierte en un pequeño gigante con pies de barro. Todo salta por los aires ante el primer obstáculo. No hay que ser adivino para saber qué está pasando con la pandemia.  

Y, ¿quién paga todo eso? Esa es la otra cara: la financiación. Un tema sangrante para los valencianos. Aún con ser mucho, ni el dinero puesto en circulación por la Unión Europea, ni las medidas fiscales implementadas llegan a la altura de las propuestas por Biden. El casi octogenario demócrata parece dispuesto a terminar con el ultra liberalismo de Trump. La Reserva Federal -la fábrica del dólar- va a poner en circulación nada menos que 1,9 billones de dólares en ayudas, casi el doble que la Unión Europea. Para evitar que la inflación se dispare, Biden quiere poner en píe una nueva fiscalidad para que las empresas digitales coticen en función de sus ganancias. Esas empresas han sido las grandes beneficiarias durante la pandemia. Lógico es que paguen impuestos en donde obtienen los beneficios. La llamada tasa Google que quiere la Unión Europea ha encontrado, hasta ahora, la oposición del gobierno USA, que ha amenazado con imponer aranceles a los productos europeos. ¿Capitalismo antiglobalizador?

¿MUNDO NUEVO?

Donde coinciden EEUU y la UE es en los objetivos del plan: investigación e innovación; transiciones climática y digital justas; preparación y recuperación del sistema público de salud; lucha contra la crisis climática; modernización industrias tradicionales; protección biodiversidad y políticas de igualdad, … De todos ellos, quiero destacar los que van dirigidos a evitar la crisis y el previsible colapso climático. Los datos científicos, tanto en esta cuestión como en la lucha contra el SARS-Cov-2, son contundentes. Desde 1990, la Antártida ha perdido casi 7 billones de toneladas de hielo y su superficie se ha reducido en más de 2 millones de kilómetros cuadrados. El deshielo es la principal causa del incremento de fenómenos meteorológicos extremos, además de la subida del nivel de las aguas de mares y océanos. Según Naciones Unidas, el calentamiento global ya es la principal causa de las crisis humanitarias, y está detrás de la mayoría de conflictos bélicos que salpican el planeta. La reaparecida Greta Thunberg no duda en afirmar que detrás de la actual pandemia está la crisis climática y el deterioro del ecosistema.

Quienes parecen no enterarse son el ministro de Obras públicas y la Autoridad portuaria, empeñados en seguir con la ampliación norte del puerto de València diseñada hace dos décadas, por un gobierno de derechas y con criterios que no corresponden a los actuales. Un plan que apenas crea empleo, de cuestionable rentabilidad económica y fuerte e irreversible impacto ambiental. ¿Por qué ese empeño?

    URBANO GARCIA

urbanogarciaperez@gmail.com

Imagen: El Puerto de València. La Vanguardia



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