No es necesario haber superado la crisis para plantear la recuperación. Es lo que se hizo antes de terminar la Guerra Mundial, la segunda acometida de esa larga y terrible guerra civil del siglo XX que arrasó Europa, según el historiador Tony Judt. El Plan Marshall se diseñó antes que las tropas aliadas llegaran al “nido de águila” de Hitler. Lo mismo está ocurriendo ahora con la crisis de la Covid-19. Antes que la vacunación nos lleve a la tan deseada inmunidad de rebaño, ya están los planes de recuperación encima de la mesa. Como debe ser. Volver a la situación anterior, no volveremos. Mejor quitárnoslo de la cabeza. Ahora bien, según qué medidas se apliquen, la salida será más o menos bonancible, como decía el tango. Es lo que más les jode a las derechas hispanas, que no serán ellas quienes comiencen a aplicar el bálsamo.
PRIORIDADES
Todo plan tiene dos caras, como
Jano, el dios romano. Una es la de las inversiones. No es lo mismo invertir en
hacer aeropuertos para peatones, que mejorar y ampliar las redes viarias
existentes. No es lo mismo perdonar las deudas bancarias, que las de los
hogares. No es lo mismo ayudar a los grandes consorcios transnacionales, que al
pequeño y mediano comercio. No es lo mismo reducir las emisiones de CO2, que
promover industrias contaminantes. Eso es la política: optar, ordenar las prioridades.
La Unión Europea -dueña de la
fábrica de euros- parece que, sobre el papel, lo tiene claro. La crisis
sanitaria ha dejado al aire las debilidades europeas: hace un año no teníamos ni
mascarillas. La deslocalización neoliberal vació el tejido industrial europeo
de empresas básicas, pero poco rentables en tiempos de paz. Durante décadas, la
privatización de la sanidad dejó el sistema público de salud hecho añicos. ¿Qué
decir de las residencias para personas mayores? ¿Y la educación? Estamos a la
cola de la Unión en casi todo. Debería ser prioritario reducir nuestras
flaquezas y reforzar las fortalezas, como diría un coaching, uno de esos entrenadores personales que ayudan a superar
crisis. El monocultivo del turismo, por
ejemplo, nos convierte en un pequeño gigante con pies de barro. Todo salta por
los aires ante el primer obstáculo. No hay que ser adivino para saber qué está
pasando con la pandemia.
Y, ¿quién paga todo eso? Esa es
la otra cara: la financiación. Un tema sangrante para los valencianos. Aún con
ser mucho, ni el dinero puesto en circulación por la Unión Europea, ni las
medidas fiscales implementadas llegan a la altura de las propuestas por Biden.
El casi octogenario demócrata parece dispuesto a terminar con el ultra
liberalismo de Trump. La Reserva Federal -la fábrica del dólar- va a poner en
circulación nada menos que 1,9 billones de dólares en ayudas, casi el doble que
la Unión Europea. Para evitar que la inflación se dispare, Biden quiere poner
en píe una nueva fiscalidad para que las empresas digitales coticen en función
de sus ganancias. Esas empresas han sido las grandes beneficiarias durante la
pandemia. Lógico es que paguen impuestos en donde obtienen los beneficios. La llamada
tasa Google que quiere la Unión Europea ha encontrado, hasta ahora, la
oposición del gobierno USA, que ha amenazado con imponer aranceles a los
productos europeos. ¿Capitalismo antiglobalizador?
¿MUNDO NUEVO?
Donde coinciden EEUU y la UE es
en los objetivos del plan: investigación e innovación; transiciones climática y
digital justas; preparación y recuperación del sistema público de salud; lucha
contra la crisis climática; modernización industrias tradicionales; protección
biodiversidad y políticas de igualdad, … De todos ellos, quiero destacar los
que van dirigidos a evitar la crisis y el previsible colapso climático. Los
datos científicos, tanto en esta cuestión como en la lucha contra el SARS-Cov-2,
son contundentes. Desde 1990, la Antártida ha perdido casi 7 billones de
toneladas de hielo y su superficie se ha reducido en más de 2 millones de
kilómetros cuadrados. El deshielo es la principal causa del incremento de
fenómenos meteorológicos extremos, además de la subida del nivel de las aguas
de mares y océanos. Según Naciones Unidas, el calentamiento global ya es la
principal causa de las crisis humanitarias, y está detrás de la mayoría de
conflictos bélicos que salpican el planeta. La reaparecida Greta Thunberg no
duda en afirmar que detrás de la actual pandemia está la crisis climática y el
deterioro del ecosistema.
Quienes parecen no enterarse son
el ministro de Obras públicas y la Autoridad portuaria, empeñados en seguir con
la ampliación norte del puerto de València diseñada hace dos décadas, por un
gobierno de derechas y con criterios que no corresponden a los actuales. Un plan
que apenas crea empleo, de cuestionable rentabilidad económica y fuerte e
irreversible impacto ambiental. ¿Por qué ese empeño?
URBANO GARCIA
Imagen: El Puerto de València. La Vanguardia
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