El diálogo es condición previa a pactar. No es fácil. A veces, la intransigencia de los interlocutores lo hace imposible. Suele ocurrir cuando la prepotencia impone el monólogo sobre transacciones más equilibradas. El diálogo y el pacto se cultivan, como el arroz. La calidad de la cosecha depende de la siembra. Por eso se habla de cultura del pacto. Hace falta experiencia para saber sembrar y cosechar a tiempo. Los salvapatrias de turno pocas veces han dejado que cuajara entre nosotros tan sana costumbre. Por eso nos cuesta tanto, y cuando llegamos a uno redoblan las campanas y hacemos la ola. La noticia suele ser el pacto, pero lo normal es que no lo haya.
Sumidos aún en una grave crisis y con las tasas de paro desmadradas, sindicatos, patronal y gobierno llegaron a un acuerdo para la reforma de la pensiones. En tan adversas circunstancias, llegar a un pacto no está mal.
Ya ocurrió cuando salíamos de la larga noche de la dictadura. Claro que los Pactos de la Moncloa fueron excepcionales, como exigían las circunstancias. Ahora no es lo mismo. Aunque de nuevo la generosidad de los sindicatos ha quedado patente. Algunos le llaman claudicación, pero suena a realismo. Los aires que soplan por estos lares no son revolucionarios precisamente, más bien al contrario. No hay más que ver cómo está Europa.
Aquí, la derecha aguarda su turno en silencio no sea que conozcamos sus aviesas intenciones. Al PP le ha cabreado el pacto. Con ZP ni una foto, ha dicho Rajoy que se queda sin coartada para hacer sus recortes. Sigue habiendo diferencias en cómo salir de la crisis. Izquierda y derecha no tienen las mismas recetas, aunque compartan condimentos. La presencia sindical ha suavizado la dureza de la reforma. También ha introducido mejoras sociales. Entre otras, la cotización de becarios e investigadores y durante las bajas por maternidad.
Ya ocurrió cuando salíamos de la larga noche de la dictadura. Claro que los Pactos de la Moncloa fueron excepcionales, como exigían las circunstancias. Ahora no es lo mismo. Aunque de nuevo la generosidad de los sindicatos ha quedado patente. Algunos le llaman claudicación, pero suena a realismo. Los aires que soplan por estos lares no son revolucionarios precisamente, más bien al contrario. No hay más que ver cómo está Europa.
Aquí, la derecha aguarda su turno en silencio no sea que conozcamos sus aviesas intenciones. Al PP le ha cabreado el pacto. Con ZP ni una foto, ha dicho Rajoy que se queda sin coartada para hacer sus recortes. Sigue habiendo diferencias en cómo salir de la crisis. Izquierda y derecha no tienen las mismas recetas, aunque compartan condimentos. La presencia sindical ha suavizado la dureza de la reforma. También ha introducido mejoras sociales. Entre otras, la cotización de becarios e investigadores y durante las bajas por maternidad.
En un apartado de los complejos acuerdos, se hace mención expresa al corredor mediterráneo como apuesta de futuro para el desarrollo económico del país. El geógrafo Josep Vicent Boira –empeñado desde hace años en vindicar tan importante eje- habla, en un artículo en el diario Levante, de los tres consensos logrados para conseguir este objetivo: consenso interno, entre las fuerzas políticas valencianas; consenso territorial, entre las autonomías implicadas y consenso entre agentes sociales a nivel estatal.
El 3 de marzo, José Blanco presentará en Barcelona el informe técnico elaborado por el Ministerio. Si no hay interferencias, será una prueba de la fuerza del consenso para conseguir alcanzar objetivos colectivos.
Unos días después de firmado el acuerdo social, y en medio de una cierta euforia generada por el pacto, Cristóbal Montoro pasó por Valencia. Exculpó al Consell de Camps de no seguir sus recetas de austeridad y recorte, a pesar de que somos la autonomía más endeudada. Y escurrió el bulto cuando el presidente de la Asociación Valenciana de Empresarios le pidió que el PP arrimase el hombro con el gobierno de ZP para sacarnos de la crisis. Montoro, como su jefe de filas, no es que no entienda su propia letra, es que está a la espera de que ZP se abrase con la crisis. Su fuerte no es sembrar el consenso.
El 3 de marzo, José Blanco presentará en Barcelona el informe técnico elaborado por el Ministerio. Si no hay interferencias, será una prueba de la fuerza del consenso para conseguir alcanzar objetivos colectivos.
Unos días después de firmado el acuerdo social, y en medio de una cierta euforia generada por el pacto, Cristóbal Montoro pasó por Valencia. Exculpó al Consell de Camps de no seguir sus recetas de austeridad y recorte, a pesar de que somos la autonomía más endeudada. Y escurrió el bulto cuando el presidente de la Asociación Valenciana de Empresarios le pidió que el PP arrimase el hombro con el gobierno de ZP para sacarnos de la crisis. Montoro, como su jefe de filas, no es que no entienda su propia letra, es que está a la espera de que ZP se abrase con la crisis. Su fuerte no es sembrar el consenso.
DISENSOS
A Rita le pasa lo mismo. La alcaldesa, gracias a la mayoría que la sustenta, se permite el lujo de despreciar el diálogo. A ella le va más el ordeno y mando. Se ve todos los días en la gestión de la ciudad. No lo digo -que también- por su empecinamiento en que no haya carril bici por las Grandes Vías, pese a los argumentos aportados por València en bici. Sino por el enquistamiento de algunos conflictos urbanos.
A finales de enero, por iniciativa del Ministerio de Cultura, se celebraron en Valencia unas Jornadas sobre el Cabanyal. Allí, profesionales y vecinos coincidieron en la necesidad del diálogo para llegar a un gran acuerdo. El consenso es posible, pero Rita no quiere. Ella sabe que la crisis hace inviable el negocio inmobiliario con la ampliación de Blasco Ibáñez. Pero le da igual. Opta por imponer y no ceder a buscar el acuerdo con vecinos y Ministerio. Ella, como Montoro, como Rajoy, prefiere esperar que la crisis queme a ZP y que el PP llegue a la Moncloa sin hacer nada. Entonces, ¿para qué el consenso?
URBANO GARCIA
A finales de enero, por iniciativa del Ministerio de Cultura, se celebraron en Valencia unas Jornadas sobre el Cabanyal. Allí, profesionales y vecinos coincidieron en la necesidad del diálogo para llegar a un gran acuerdo. El consenso es posible, pero Rita no quiere. Ella sabe que la crisis hace inviable el negocio inmobiliario con la ampliación de Blasco Ibáñez. Pero le da igual. Opta por imponer y no ceder a buscar el acuerdo con vecinos y Ministerio. Ella, como Montoro, como Rajoy, prefiere esperar que la crisis queme a ZP y que el PP llegue a la Moncloa sin hacer nada. Entonces, ¿para qué el consenso?
URBANO GARCIA
urbanogarciaperez@gmail.com
Imágenes:
1 Doctor Fausto. De www.cinemascomics.com
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1 Doctor Fausto. De www.cinemascomics.com
2 Viñeta crisis. De J.S.Mora para www.labasseta2007.blogspot.com
3 Pactos de la Moncloa. De www.eldiscurso.com
4 Pacto Pensiones 2011. De www.cronicadearagon.es
5 El Corredor Mediterráneo. De www.jonkepa.wordpress.com
6 Ministro Infraestructuras, José Blanco. De www.ecodiario.eleconomista.es
7 Cristobal Montoro. De www.elcomentario.tv
8 Pacto sin diálogo. De www.lacomunidad.elpais.com
9 Rita y Camps en el Cabanyal. De www.psoemassamagrell.blogspot.com
10 Camps y Rita con un Ferrari. De www.lapaginadefinitiva.com
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