El domingo 6 de mayo, ciudadanos de
varios rincones de Europa acudieron a las urnas. Los franceses para elegir, en
segunda vuelta, a su Presidente de la República. Los griegos, a su parlamento
nacional. Los italianos, a sus representantes locales en una primera jornada. También
los alemanes del pequeño lander de Schleswing
Holstein votaron a sus representantes. Y en la periferia de la Unión, los
serbios votaron en legislativas y en primera vuelta de presidenciales. Todas
esas citas con las urnas nos pueden indicar por dónde van las preferencias de
los ciudadanos europeos en este nuestro cuarto año de la mal llamada crisis.
Una parcial e incompleta radiografía de la Unión, todo hay que decirlo. Una
visión que no deja de ser superficial sobre el complejo calidoscopio que es el
viejo continente. Pero que no deja de tener su interés en cuanto que puede
indicar unas ciertas tendencias, ahora solo apuntadas.
RECOMPOSICIÓN
La
socialdemocràcia respira aliviada por la llegada de Hollande al Eliseo. No es
poco. En su programa destacan las críticas a la hoja de ruta marcada por Merkel,
basada únicamente en la austeridad. Pero hay propuestas que van más allá. Por
ejemplo, la implantación de una tasa tipo Tobin para que la especulación
financiera pague un peaje por los fabulosos beneficios que obtiene de su
actividad delictiva y descontrolada. Dice Ignacio Ramonet, en Le Monde Diplomatique de este mes de
mayo, que las ilusiones despertadas por Hollande podrían acabar devoradas por
la rapiña y el matonismo de los insaciables y mal llamados mercados. Hay
precedentes, aunque la dimensión y la historia de Francia son las mejores defensas
de su democracia. En Latinoamérica fueron los golpistas quienes impusieron las
políticas neoliberales, en Europa son los tecnócratas. Pero el desprecio a las
reglas democráticas es parecido. Allí en los 70 y aquí en los inicios del siglo
XXI, molesta que la gente opine, se informe libremente y vote. De ahí viene la
desafección. Y que una parte importante de la población europea dé la espalda a
las urnas. Una parte que ya no cree en la capacidad transformadora de la
política. Todos hacen lo mismo, piensan. Y es verdad, pero solo en parte. Hasta
ahora, los dirigentes socialdemócratas europeos han sido incapaces de levantar
un muro de contención contra el dicktat
de austeridad y recorte marcado por la derecha hegemónica en Europa. Si ellos
no lo hacen, lo harán otros.
Ante esa impotencia ideológica, cada vez se
levantan más voces desde los lindes de la socialdemocracia. Europe Ecologie liderada por Eva Joly y,
especialmente, Le Front de Gauche de Jean-Luc
Mélenchon han sido fundamentales para el triunfo del candidato socialista. También
en Grecia la izquierda crítica con las políticas económicas de la Unión ha
avanzado. Es el mejor síntoma de que la ciudadanía europea está viva. El
descalabro de un PASOK dócil con las órdenes de Bruselas, indica que una parte
de su electorado –de izquierdas y crítico- opta por formaciones menos sumisas.
Grecia inventó la democracia y no parece dispuesta a que se la arrebaten así
como así.
En Italia la izquierda avanza,
mientras Berlusconi y sus aliados se despeñan. Y en Alemania, Merkel retrocede
y pierde su principal báculo, los liberales, condenados al ostracismo. Pero la
siembra del nacionalismo y las políticas antisociales de la derecha europea
alimentan la insolidaridad y al monstruo de la extrema derecha. Marine Le Pen
sueña con el sorpaso en Francia, y los fascistas entran en el Parlamento
griego. Crecen el euroescepticismo y las soluciones bufas: el partido Pirata en
la Alemania más próxima a Dinamarca, y en Italia Beppe Grillo, émulo del
francés Coluche.
BANKIA
Para
la Europa de los mercaderes que nos gobierna, la banca siempre gana y con
dinero público. Porque público es el dinero que el BCE presta a los bancos al
1%, para que éstos se lo presten a los Estados al 3, o al 7%. El rescate con
dinero público de Bankia es la guinda que le faltaba al pastel de Rajoy. Bankia
es la suma de dos cajas –Bancaja y Caja Madrid- intervenidas de facto por el PP
que las ha gestionado cómo ha querido en las dos últimas décadas. Ellas solas
han sido responsables, en gran parte, de la burbuja inmobiliaria que hipoteca
nuestro futuro. Rato abandona el barco antes de hundirse, tras sacarle buen provecho.
El también ex director del FMI tiene otros negocios que atender, como la
gestión de la sanidad valenciana, por ejemplo. Mientras la entidad financiera
recibe una inyección pública de millones de euros, solicita, vía judicial, la
ejecución de sentencias de desahucio por impago de hipotecas sobredimensionadas
y abusivas. Esa es la Europa que tenemos, injusta e insolidaria. Cambiarla es
urgente y necesario.
NOTA: Desde Francia se impulsa la red www.roosvelt2012.fr con ambición europea
y con la intención de cambiar las políticas de la Unión. Entre sus promotores
están, entre muchos otros, Hessel, Susan George y Edgar Morin.
URBANO GARCÍA
FOTO: EFE
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