Pasaban unos minutos de las 9 de la mañana. De
pronto, el suelo del aula se abrió engullendo a nueve alumnos y una profesora
de cuarto de Primaria del colegio público La Hispanidad de Santa Pola. ¡Sí!, en
la misma localidad en la que tiene plaza como registrador de la propiedad don
Mariano Rajoy. Ocurrió el viernes 11 de enero. Por suerte, sólo hubo heridos.
El siniestro podía haber sido peor. “Como caímos de pie, nos salvamos”, dijo
uno de los alumnos accidentados. Una semana después, nadie había presentado la
dimisión. Hasta ahí los datos de la noticia. Pero la crónica del apocalíptico
suceso puede tener también una lectura metafórica.
Tras
muchos años de gobierno del PP, la escuela pública valenciana se hunde. O mejor
habría que decir: el PP hunde la escuela pública valenciana, ya que hay un sujeto
responsable y no hace falta recurrir a una forma pasiva que diluye la búsqueda
de culpables. Claro que el PP valenciano es experto en eso de escurrir el bulto
de las responsabilidades. No hay más que recordar qué hicieron y hacen con el
mayor accidente del metro ocurrido en Europa. Aquel trágico 3 de julio de 2006,
con sus 43 muertos, 47 heridos, y sus 0 responsables, nos colocó en el mapa de
la infamia política. ¿Cómo es posible tolerar tanta irresponsabilidad?
MADRES
La
educación pública no es una prioridad para el PP. No es novedad. Su aparente
interés terminaba en la cuenta de resultados –económicos, por supuesto- de las
empresas constructoras, que con la excusa del mapa escolar hicieron su agosto
los doce meses del año. Aquel chollo acabó de forma chapucera, no sin antes
haber endeudado las arcas públicas con sobrecostes inasumibles para cualquier
economía saneada. CIEGSA (Construcciones
e Infraestructuras Educativas de la Generalitat, SA) cerró por falta de fondos –del
gobierno valenciano-, más que por no tener ganas de seguir con el momio. Pero la
tarea encomendada quedó a medias. Y los barracones siguen presentes en nuestro mapa
escolar. Ahora a esta escolarización precaria –por lo del techo, no por la magnífica
calidad del personal docente- se suman otras penurias. Con la excusa de la
crisis -mantra que igual sirve para justificar un roto que un descosido- se han
recortado servicios de comedor y de transporte escolar. Un abandono
institucional que se nota especialmente en Primaria, ese tramo educativo que la
Consellera Catalá deja a su suerte argumentando
que “no es obligatorio”. Ante esta
actitud del Consell, no es raro que las
familias levanten un muro de indignación y llenen de ingenio su malestar. Un
ejemplo: el colegio Evaristo Calatayud, en la localidad valenciana de
Montserrat, ha reducido su servicio de 4 a 2 autobuses, dejando a 83 niños de
entre 3 y 10 años sin transporte. Las madres, después de haber hecho varias
marchas a píe con sus hijos hasta el centro educativo, han posado en un
calendario para recaudar fondos con los que pagar el servicio de autobuses. Carencias
similares afectan a pedanías de Valencia como Pinedo o El Saler. En Santa Pola
se hunde el suelo, mientras que en el Colegio Público Luis Vives de Valencia se
cae el techo. ¿Alguien duda de que al PP le importa un bledo la enseñanza
pública? ¿Y a Rita? ¿Le importa a ella cómo están las escuelas públicas del
municipio? Creo que no.
BARAKA
A Rita
lo único que le importa es no irritar a Rajoy. Por otra parte, su vasallaje y
tolerancia para con la corrupción han convertido la gestión municipal de
Valencia en una fosa séptica. La penúltima prueba han sido esos mensajes
cruzados entre algunos de los principales actores del caso Noos. Unos correos que
dejan bien claro que los negocios en Valencia del yerno de don Juan Carlos,
Iñaki Urdangarín, tenían proyección de futuro. Todo apunta a que en los últimos
meses la baraka de la alcaldesa se está
agotando casi a la misma velocidad que se hunde la de Rajoy. Lo dicen las
encuestas. Claro que se trata de un estado de opinión alejado de la próxima
cita electoral. A poco que la oposición actúe con inteligencia y sepa ilusionar
a la ciudadanía, la era Rita puede llegar a su fin. Figuras como la de Joan
Ribó destacan en un cap i casal
necesitado urgentemente de una revitalización que lo saque de la crisis y lo
ponga de nuevo en la senda de la modernidad.
NOTA: La absolución de Mónica Oltra y Faustino
Villora de las acusaciones de resistencia a la fuerza pública por su oposición
a los derribos en el Cabanyal, son un nuevo varapalo a la política demoledora
de Rita en el barrio marinero.
URBANO GARCIA
FOTO: Diario Información
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