Así está el país y así está la Generalitat, en
proceso de liquidación. La mayoría de las empresas públicas dependientes del
gobierno valenciano arrastra pérdidas. Eso no sería problema si no fuera por
que la creación de una gran parte de ellas era totalmente innecesaria. Su principal
papel ha sido el de servir de covachuelas para que medraran algunos espabilados
al calor de la política partidista, como podrían haberlo hecho con el tráfico
de blancas. Pura delincuencia. De aquellos polvos, estos lodos. Existe una
Generalitat paralela conformada por unas 80 empresas y fundaciones que viven
del erario y emplean a más de 10 mil trabajadores. Después de la fase de
“refundición” en la que están, tan solo quedarán 6 macro entes en los que habrá
de todo, pero que servirá para poco. El teatro público, la producción
audiovisual, los museos,… son algunas de las ofertas engullidas por estos contenedores
cuyo único fin es liquidar mejor su contenido. Fuera quedan “joyas de la
corona” como el IVAM y alguna otra excepción. Todo lo demás está siendo
adelgazado con dieta espartana. Para ello se usa la mal llamada reforma laboral,
instrumento de demolición masiva de empleo, privado y público. Desde su
aprobación por el gobierno de Rajoy, sin diálogo ni consenso, los Expedientes
de Regulación de Empleo se han multiplicado exponencialmente, y con ellos las
listas del paro.
En
nuestro caso, no vale argumentar la herencia recibida. El heredero es sangre de
la sangre de su antecesor, y del antecesor de éste. La responsabilidad política
se arrastra desde que Zaplana alcanzó la presidencia de la Generalitat tras
“repartirse el pollo” con González Lizondo. Del 95 parte la hegemonía del PP en
tierras valencianas. Desde entonces, tanto lo hecho, como lo no hecho, es
responsabilidad del PP. Y sus votantes son corresponsables del mal gobierno que
tenemos. No hay excusa que valga para eludir esas responsabilidades y bien
harían en tenerlo en cuenta.
REMODELANDO
La
dimisión del Conseller de Hacienda, José
Manuel Vela, –un daño colateral más del caso Cooperación- forzó al Molt Honorable a adelantar la remodelación
de su gobierno. Para Fabra, una oportunidad de liberarse del lastre dejado por
Camps. El señor de los trajes se rodeó de abogados buscando protegerse de las
investigaciones judiciales. Al final fueron los amigos y el poder quienes le
absolvieron, y su Consell pasó a
estar en liquidación. Era cuestión de tiempo, el que ha necesitado Fabra para
ir encajando la maraña de intereses que hay en el PP valenciano. ¿Lo ha
logrado? Parece que sí, al menos en parte. ¿Y Serafín? El de Benisanó se sabe
todas las argucias para sobrevivir en esa jungla. El que fuera mano derecha de
Zaplana no dudó en capitanear, en 2004 y desde el grupo parlamentario que
dirigía, el plantón a Camps. Luego sería su escudero. Ahora lo es de Fabra. El President parece que se ha limitado a
retocar la primera línea de mando, pero sin recortar la abultada nómina de
segundones, más de 300 según los papeles.
También
pilló por sorpresa a Fabra la dimisión del Director de RTVV. Desde que el PP
decidió liquidar la radio televisión pública valenciana, el papel de Jaraba era
puramente decorativo. Ahora un comodín, Juan Prefaci, será el encargado del
desguace. Porque de eso se trata, de desmantelar Canal 9 para intentar que el
nivel de desinformación de la ciudadanía alcance las máximas cuotas posibles. En
eso confía el PP para mantenerse en el poder.
ADOCTRINANDO
Desinformar
y adoctrinar, esa es la receta del Consell de Fabra para que las injustas
medidas económicas no arruinen el poco crédito que le queda. Para lo primero
solo tiene que vaciar y dejar languidecer los medios que controla. Para lo
segundo cuenta con la inestimable ayuda de la jerarquía eclesiástica. En eso,
Fabra coincide con Rajoy. La Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad
Educativa (LOMCE), más conocida como ley Wert, es el golpe más duro dado a la
enseñanza pública en nuestro país desde los tiempos del dictador. Además de
consagrar la religión católica como uno de los pilares básicos del sistema
educativo, otorga a los centros concertados casi las mismas atribuciones y
financiación que a los públicos. Por eso no extraña que el mundo de la
educación, incluida la universitaria, se hayan plantado ante la liquidación de
la educación pública llevada a cabo por Rajoy y su gobierno. Es cuestión de
decencia.
URBANO GARCIA
FOTO: EFE
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