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miércoles, 13 de septiembre de 2017

BOLARDOS

¿Puede una conjura de bolardos frenar el terrorismo yihadista? Maceteros y bolardos se han convertido en la gran esperanza para tranquilizar a una población que tiene motivos para estar atemorizada ante la imprevisibilidad de un atentado. Pero realmente, ¿qué probabilidad hay de que seamos víctimas de esta barbarie? Si nos atenemos a las cifras, en nuestro país tenemos muchas más posibilidades de que nos toque el gordo de la lotería tres veces seguidas que de ser víctimas de un atentado. Claro que en esto de las estadísticas, basta que le ocurra a uno para que el porcentaje pierda su sentido. Además de las causas objetivas, el miedo también es una percepción, como bien supieron explotar los expresionistas alemanes en víspera del ascenso del nazismo.
                  Tras los atentados de Niza y en el mercado navideño de Berlín, las ciudades europeas extremaron las medidas de seguridad en fiestas y aglomeraciones. Actuaciones puntuales que han ido acompañadas del incremento de la vigilancia policial. Toda medida es buena si tranquiliza a la población. Después de los atentados en la Rambla de Barcelona y en el paseo marítimo de Cambrils, se plantea redoblar las medidas. Ya nada queda al margen de la prevención, ni la Tomatina de Buñol ni la Batalla de Flores de València. ¿Blindar las ciudades con obstáculos es la mejor solución?   

FALOCRACIA
                  La colocación de bolardos no es nueva. Hasta ahora su uso se limitaba a preservar el espacio peatonal de invasiones motorizadas. En algunos casos, en calles con aceras estrechas, esta protección es un impedimento más al tránsito de peatones. Bolardos de quita y pon están siendo eficaces para evitar alunizajes en algunos comercios. ¿Serán útiles contra los aluniceros de la yihad que atentan en la vía pública? En todo caso, su incremento supone un cambio importante en el paisaje urbano, justo cuando València y otras ciudades apuestan firmemente por crear entornos amables, diáfanos y transitables. La peatonalización de muchas calles y la pacificación del tráfico rodado, humanizan la ciudad y reducen su contaminación, aunque estemos aún lejos de los niveles de la era preindustrial. Nada debería desviarnos del objetivo de tener ciudades más amables.
                  Al margen de los sistemas de protección contra los atentados yihadistas, en el debate sobre este terrorismo se echa de menos la opinión de las mujeres musulmanas. Son las grandes olvidadas. Como madres, novias y esposas, ellas pueden conocer mejor que nadie qué hay tras la mente de un asesino yihadista. Pero ellas son también las grandes marginadas de una ideología que las excluye. La versión wahabita del Islam, la que profesan tanto la dinastía Saud de Arabia como los terroristas de ISIS, no asigna otro papel a la mujer que el de sumisa al macho, al señor de la guerra, a la que se aplica la sharía, el código islámico de conducta, al píe de la letra con toda su crueldad medieval.
                  Siempre he creído que el Islam sólo lo reformarán los musulmanes, y que el islamismo sólo será derrotado por una ideología de resistencia nacida de aquellos a los que trata de seducir”, dijo Jean Daniel Bensaïd (Argelia, 1920), director de Le Nouvel Observateur. Sin duda, el cambio del papel de la mujer musulmana es un factor clave para alejar el wahabismo y la intolerancia del Islam.   
 
ANTE EL PLENO
                  A Mariano Rajoy le hubiera gustado que la última semana de agosto no hubiera tenido miércoles. Ese día fijó Ana Pastor la comparecencia de su colega ante el Pleno de la cámara con el fin de responder sobre la Gürtel y la financiación ilegal del PP. Oídos los 111 minutos del interrogatorio a Rajoy en la Audiencia, el pasado 26 de julio, la petición del Congreso era de obligado cumplimiento democrático. Entre una y otra, el Presidente volvió a recibir el espaldarazo de los principales mandatarios europeos a sus contrarreformas. Ese argumentario macroeconómico -lo bien que le va al IBEX 35- es el comodín de Rajoy cuando se ve en aprietos. También entre una y otra comparecencia, el país se vio conmocionado por un brutal atentado yihadista. La economía, el atentado y Catalunya han sido las banderas tras las que Rajoy ocultó sus vergüenzas.
                  Como era previsible, el escurridizo presidente no cambió ni una coma de su guión. No dijo nada nuevo y capeó el temporal echando balones fuera. El Pleno del Congreso sirvió de antesala a la Comisión Parlamentaria que en un formato menos cómodo volverá al tema de la Gürtel y la financiación ilegal del PP. Desde hace décadas, la sombra de la corrupción persigue al partido que ahora gobierna. En vez de la corrupción en el PP, a Rajoy le hubiera gustado hablar sobre bolardos.
URBANO GARCIA

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