¿Puede una conjura de
bolardos frenar el terrorismo yihadista? Maceteros y bolardos se han convertido
en la gran esperanza para tranquilizar a una población que tiene motivos para
estar atemorizada ante la imprevisibilidad de un atentado. Pero realmente, ¿qué
probabilidad hay de que seamos víctimas de esta barbarie? Si nos atenemos a las
cifras, en nuestro país tenemos muchas más posibilidades de que nos toque el
gordo de la lotería tres veces seguidas que de ser víctimas de un atentado.
Claro que en esto de las estadísticas, basta que le ocurra a uno para que el
porcentaje pierda su sentido. Además de las causas objetivas, el miedo también
es una percepción, como bien supieron explotar los expresionistas alemanes en
víspera del ascenso del nazismo.
Tras los atentados de Niza y en el mercado navideño
de Berlín, las ciudades europeas extremaron las medidas de seguridad en fiestas
y aglomeraciones. Actuaciones puntuales que han ido acompañadas del incremento
de la vigilancia policial. Toda medida es buena si tranquiliza a la población.
Después de los atentados en la Rambla de Barcelona y en el paseo marítimo de
Cambrils, se plantea redoblar las medidas. Ya nada queda al margen de la
prevención, ni la Tomatina de Buñol ni la Batalla de Flores de València. ¿Blindar
las ciudades con obstáculos es la mejor solución?
FALOCRACIA
La colocación de bolardos no es nueva. Hasta ahora
su uso se limitaba a preservar el espacio peatonal de invasiones motorizadas. En
algunos casos, en calles con aceras estrechas, esta protección es un
impedimento más al tránsito de peatones. Bolardos de quita y pon están siendo
eficaces para evitar alunizajes en algunos comercios. ¿Serán útiles contra los aluniceros
de la yihad que atentan en la vía pública? En todo caso, su incremento supone
un cambio importante en el paisaje urbano, justo cuando València y otras
ciudades apuestan firmemente por crear entornos amables, diáfanos y transitables.
La peatonalización de muchas calles y la pacificación del tráfico rodado,
humanizan la ciudad y reducen su contaminación, aunque estemos aún lejos de los
niveles de la era preindustrial. Nada debería desviarnos del objetivo de tener
ciudades más amables.
Al margen de los sistemas de protección contra los
atentados yihadistas, en el debate sobre este terrorismo se echa de menos la
opinión de las mujeres musulmanas. Son las grandes olvidadas. Como madres,
novias y esposas, ellas pueden conocer mejor que nadie qué hay tras la mente de
un asesino yihadista. Pero ellas son también las grandes marginadas de una
ideología que las excluye. La versión wahabita del Islam, la que profesan tanto
la dinastía Saud de Arabia como los terroristas de ISIS, no asigna otro papel a
la mujer que el de sumisa al macho, al señor de la guerra, a la que se aplica
la sharía, el código islámico de
conducta, al píe de la letra con toda su crueldad medieval.
“Siempre he creído que el Islam sólo lo reformarán los
musulmanes, y que el islamismo sólo será derrotado por una ideología de
resistencia nacida de aquellos a los que trata de seducir”, dijo Jean Daniel Bensaïd (Argelia, 1920), director de Le
Nouvel Observateur. Sin duda, el cambio del papel de la mujer musulmana es
un factor clave para alejar el wahabismo y la intolerancia del Islam.
ANTE
EL PLENO
A Mariano Rajoy le hubiera gustado que la última
semana de agosto no hubiera tenido miércoles. Ese día fijó Ana Pastor la
comparecencia de su colega ante el Pleno de la cámara con el fin de responder
sobre la Gürtel y la financiación ilegal del PP. Oídos los 111 minutos del
interrogatorio a Rajoy en la Audiencia, el pasado 26 de julio, la petición del
Congreso era de obligado cumplimiento democrático. Entre una y otra, el
Presidente volvió a recibir el espaldarazo de los principales mandatarios europeos
a sus contrarreformas. Ese argumentario macroeconómico -lo bien que le va al
IBEX 35- es el comodín de Rajoy cuando se ve en aprietos. También entre una y
otra comparecencia, el país se vio conmocionado por un brutal atentado yihadista.
La economía, el atentado y Catalunya han sido las banderas tras las que Rajoy
ocultó sus vergüenzas.
Como era previsible, el escurridizo presidente no cambió
ni una coma de su guión. No dijo nada nuevo y capeó el temporal echando balones
fuera. El Pleno del Congreso sirvió de antesala a la Comisión Parlamentaria que
en un formato menos cómodo volverá al tema de la Gürtel y la financiación
ilegal del PP. Desde hace décadas, la sombra de la corrupción persigue al
partido que ahora gobierna. En vez de la corrupción en el PP, a Rajoy le
hubiera gustado hablar sobre bolardos.
URBANO GARCIA
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