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jueves, 12 de julio de 2018

¡QUÉ TARDE LLEGA TODO!

Podría ser el título de una novela de Martínez de Pisón. No lo es. Dicen algunos críticos que el autor de El día de mañana elige como protagonistas a hijoputas simpáticos de los cuales hasta llegas a encariñarte. No son pijoaparte desclasados, al estilo Marsé. Los anti héroes de Pisón suelen ser desgraciados a los que el fatum arrastra por senderos más de miseria que de gloria.
En el mausoleo que Franco mandó levantar en Cuelgamuros hay más de 33.000 cadáveres, la mayoría de republicanos. Es la mayor fosa común, el mayor osario fruto de una guerra. También es un monumento que ensalza la dictadura y su alianza con una iglesia católica rancia y apocalíptica. Hace tiempo que los cadáveres de Franco y de José Antonio deberían haber sido sacados de ese santuario. Ningún fascista en Europa goza de tan privilegiada sepultura. A simple vista parece más fácil sacar a dos que a 33 mil. Muchos años después de la muerte del dictador, vuelve a plantearse el destino de esa pirámide en forma de cruz obra de Diego Méndez y Juan de Ávalos. La obra duró 15 años, cuentan las crónicas. Por ella pasaron miles de esclavos redimiendo penas con su trabajo,… Campos como los de Cuelgamuros servían para vaciar las hacinadas prisiones de la España de Franco, las condiciones de vida en ellas eran antesala de las del infierno. Mussolini y Hitler, mentores del “pequeño dictador”, hacía tiempo que habían sido derrotados por los aliados.
                Terminada la guerra de España, constructoras como Huarte&Cia se hicieron con el botín y comenzaron a engrandecerse a la sombra de la dictadura y sus pantanos. De esa estirpe heredaron sus artes personajes como Florentino Pérez, constructor, émulo de Santiago Bernabéu, manifacer de la Federación Española de Fútbol, displicente autor del despido de CR7 del Real Madrid, y cuyos negocios no se entienden lejos del poder. Entre sus “logros” a ca nostra, La Fe nueva en Malilla o el almacén Castor (más de 1.500 millones de € de indemnización a cargo del contribuyente). 
                  Pero volvamos a Cuelgamuros. Antes que los huesos del dictador y su ideólogo, serán exhumados los de los hermanos Lapeña. Manuel y Antonio, militantes de la CNT de Villarroya de la Sierra (Zaragoza), asesinados en julio del 36, junto a una cuneta, enterrados en una fosa común y trasladados, en 1959, al Valle de los Caídos sin consentimiento de su familia. No todos los depositados en Cuelgamuros tienen un familiar que vele por su recuerdo y pleitee para recuperar sus restos. La anormalidad democrática la pone la familia Franco, con la nieta Carmencita -heredera del título que dio Juan Carlos I a su madre, la hija del dictador- pleiteando para que no saquen de su tumba al abuelo. Si no lo quieren en casa que lo tiren al pudridero.
 
HERENCIAS
                 Casi 80 años después de terminada la guerra que inició Franco, su amarga herencia sigue sin estar liquidada. De Cuelgamuros al “paredón de España”, en Paterna, los restos de la larga dictadura siguen estando presentes. ¿Cómo olvidarlo? 
                  La Transición, con sus luces y sus sombras, dejó pendientes demasiadas asignaturas. El tiempo no ha mejorado el expediente. Tampoco borró algunas viejas y caducas estructuras administrativas que a veces muestran su profundo anacronismo. Hablo de la diputaciones provinciales. El caso Alquería ha vuelto a dejar al descubierto que no es suficiente con cambiar los nombres. De IMELSA a DIVALTERRA apenas hay diferencia. Las mismas competencias, una gestión parecida,… y debajo, una ristra de favores que huele a red clientelar. ¿Cómo evitar que ocurran estas cosas? A veces parece insuficiente una Conselleria de Transparencia. Habría que crear mecanismos de control y vigilancia en todas las instituciones. Y contrapesos para que nadie ocultase sus malas prácticas en la espesura de la burocracia. Las mayorías absolutas suelen ser un buen refugio para quienes huyen de los controles. Nada mejor que un poder absoluto para tener la más absoluta impunidad. 
                  Parece que todos los partidos, salvo el PP, están de acuerdo en que las Diputaciones Provinciales son una anomalía en un Estado Autonómico. Hace tiempo que deberían haber sido suprimidas. Sin embargo, los constitucionalistas consideraron conveniente anclarlas en la Carta Magna. Así se fomentó un provincialismo nefasto para la construcción de identidades más amplias y plurales. La experiencia de la Transición valenciana, en la que el provincialismo sirvió para negar la construcción de una unidad política y cultural valenciana, debería servirnos para reflexionar sobre lo nefasto de admitir ciertas herencias, al menos sin revisarlas ni ponerlas en cuarentena.  
URBANO GARCIA
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Imágenes:
1.      Cuelgamuros. Valle de los Caídos.
2.     Trabajadores esclavos construyendo el Valle de los Caídos.
3.     Redención de pena en la construcción del Valle de los Caídos.
4.     Rus, Fabra y Ripoll, tres presidentes de Diputación del PP. Benito Pajares.   


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