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jueves, 6 de junio de 2019

PACTOS (1)

La democracia tiene sus trámites, sus ritos, su desarrollo. Al margen del apellido que le queramos poner, todo sistema de gobierno tiene sus reglamentos. Hasta las dictaduras los tienen, aunque rechacen legitimarse con el voto de los gobernados. No hay democracia sin un grado elevado de consenso social. Para que el consenso legitime no debería apoyarse en el miedo ni en la represión, aunque a veces sean difíciles de ver y cuantificar. La represión y el miedo se visten de los más insospechados camuflajes. Las democracias también se apoyan en ellos, tolerados y asumidos como propios del sistema. En realidad, el miedo y la represión, por sutiles que sean, no son más que formas de coerción. Los consensos son la esencia de la democracia. Van más allá de los acuerdos internos, del equilibrio de fuerzas que sustentan al poder. Los consensos internos se dan por supuestos. Franco los tuvo hasta su muerte. Los dictadores tienen discrepantes, claro, pero acaban con el dictador o el dictador les aplica la peor de las venganzas. “Roma no paga traidores”, cuenta la leyenda que dijo el Senado romano a los asesinos de Viriato. Pues eso.  

DE TRES A DOS, DE DOS A TRES. 
                  El primer Pacte de la Nau, el acuerdo de 2015 para gobernar València en coalición: Compromís, PSPV y València en Comú, finiquitó dos décadas de hegemonía conservadora. El 26M, Esquerra Unida volvió a quedarse fuera del gobierno municipal. También Podemos. ¡Lástima! En el ejecutivo de la nueva corporación tan solo estarán Compromísy PSPV. Joan Ribó seguirá siendo el alcalde. A él compete impulsar un Pacte de la Nau2 capaz de afrontar los muchos retos que tiene delante el Cap i casal
                  El Pacte de la Nause reduce y el de Botànicse amplia con la previsible entrada en el Consellde Podemy EU. El gobierno municipal no es el autonòmic. Los dos gobiernos de coalición han funcionado razonablemente bien. Los dos transitaron la legislatura sin grandes problemas. La mayor crisis del govern del Botànicfue a causa de la gestión de residuos. En el Ayuntamiento, por la gestión de Las Naves, un ámbito cultural nuevo y al que aún le falta definición. Pero las mayores tensiones surgieron a cuenta del urbanismo. El escrupuloso respeto a la gestión de cada socio de gobierno de sus áreas de competencia, originó algún roce con los vecinos. Especialmente en zonas sensibles o afectadas por planes heredados de la era Rita. Fue el caso del Cabanyaly Benimaclet. El primero, cuya complejidad a nadie se le escapa, ha sufrido la lentitud de la administración. En la próxima legislatura deben notarse más los avances. Benimaclet es otra cosa. Limitando con la huerta, la excesiva edificabilidad de su PAI amenaza con convertirlo en una muralla. 
                  Tema aparte es el Puerto. Su pretensión de activar la ZAL en La Punta, con varias sentencias judiciales en su contra, parece más bien fruto de la cabezonería. Aún no se ha cerrado esa herida, y amenaza el horizonte del litoral una ampliación Norte que no se sabe muy bien a quién beneficia. Hay que recordar que al norte de València está Sagunt, cuyo puerto -igual que el de Gandía- está gestionado por la Autoridad Portuaria de València. La ampliación del Puerto hacia el norte modificará el litoral y afectará de forma negativa a toda la ciudad, que se verá más condicionada si cabe por la contaminante industria portuaria. Cualquier modelo de ciudad pensado para afrontar los retos futuros es incompatible con la ampliación del puerto. No sólo por la amenaza del colapso climático, también pensando en el bienestar de la ciudadanía.

PERDEDORES
                  El País i su Cap i casalse han librado del pacto de las tres derechas. Ni sumándolas todas tienen mayoría. Cantó puso velas a santa Rita para poder formar un gobierno a la andaluza. Pero los números no le han dado ni para sorpasar al PP. Ahora su partido más reciente -digo de C’s- anda desquiciado a causa de un trastorno bipolar. Por un lado, su alma de doctor Jekyll pactando con el PSOE. Por otro, el míster Hyde que sueña sustituir al PP en las preferencias del electorado conservador. Le excita pensar en el desalojo de Carmena del Consistorio madrileño. Para ello, Rivera tendría que repetir la foto de Colón con Casado y Abascal. Un ménage a trois mal visto por Valls y sus socios liberales. Tampoco se entiende el cordón sanitario que le ha puesto a Pedro Sánchez. Claro que de caballo más grande cayó San Pablo. ¡Atentos!
URBANO GARCIA
Imagen
1. Ilustración de la democracia ateniense en tiempos de Pericles.      

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