Tonelada y media dicen que pesa la pesada losa bajo la que yace -aún cuando escribo esta Plaza- el cadáver del dictador. La de la dictadura pesa bastante más. Esa losa no hay forma de quitárnosla de encima. Además, en Cuelgamuros, la de Franco no es la única que hay en el mausoleo que hizo el dictador -con el sudor y la pena de los vencidos- a la “eterna gloria” de su Régimen. A su vera está la del fundador de Falange, el partido fascista vampirizado por el General para dar un barniz ideológico a su golpe de Estado. El cadáver de José Antonio Primo de Rivera seguirá en Cuelgamuros para escarnio de los demócratas.
En el espacio de unos días, coincidieron en el calendario los más variados y contradictorios hechos y efemérides. El 12 de octubre, durante la fiesta de la Hispanidad -antes de la Raza- se filtró lo fundamental de la sentencia al Procés. En el desfile de la milicia, la enseña de un paracaidista abanderado se enganchó en una farola del Paseo de la Castellana. Poco antes, la Justicia declaró procedente el traslado del cadáver de Franco. En los cines de toda España sigue triunfando la visión de Amenábar sobre los primeros días del golpe militar contra la II República, centrada en Salamanca y en la contradictoria figura de Unamuno. Una lección de historia que empieza y termina con dos banderas ondeando, la tricolor y la rojigualda. El 15 de octubre, Catalunya recordó el 79 aniversario del fusilamiento por orden de Franco de Luis Companys, su Presidente durante la II República. Ese día llegó a Madrid la marcha de los pensionistas. Curiosas coincidencias.
¡AY PENA, PENITA, PENA!
Es curioso que el tomo de casi 500 páginas de la sentencia del Tribunal Supremo sea el único libro escrito desde Madrid sobre el Procés. En Catalunya ya van por la decena. Como crónica, la sentencia no está mal. En lo poco que he leído tiene todo lo que hay que tener: cronología, descripción de los hechos, tensión dramática, diferentes puntos de vista en función de los testimonios,… Como sentencia, la historia la juzgará, que decía aquel. Para muchos ciudadanos, no sólo catalanes, es una sentencia injusta. Aunque son por sedición, las penas –casi un siglo en total- son tan elevadas que parecen propias de un delito de rebelión. Ambos delitos están separados por una delgada línea roja: la violencia. Una diferencia que parece no existir para los miembros del tribunal. No hay más que revisar las condenas a los protagonistas del 23-F.
La justicia ha agotado su camino, y ha demostrado su poca utilidad como método de resolución de conflictos políticos. Nunca debería haberse llevado la política a los tribunales, aunque busque justificarse en el delito de malversación o de desórdenes públicos. En el fondo, el Procés y sus derivadas son fruto de un conflicto largamente larvado. El pacto territorial gestado en la Transición funcionó mientras todo el mundo lo respetó, pero saltó hecho añicos nada más que el PP lo judicializó. Hubo un antes y un después de la famosa sentencia del Estatut (28 de junio de 2010), cuando ante el requerimiento del PP, el Tribunal Constitucional dictaminó que el Estatuto aprobado por las Cortes y refrendado por los catalanes no era conforme a la Constitución. De aquellos polvos, gran parte de los lodos en los que estamos empantanados.
ANTE LAS URNAS
Después de la sentencia, las elecciones. La sentencia será combustible electoral. La búsqueda de salidas políticas a la crisis catalana queda aparcada hasta que pase el 10-N. Las cartas están sobre la mesa. El PP seguirá haciendo bandera de la aplicación de la Ley de Seguridad Nacional a Cataluña. C’s, con el 155 a piñón fijo. Ambos clamando contra un indulto, contra una amnistía, que como en la Transición será bandera de enganche de la oposición democrática. Y ambos clamando por una recentralización de competencias autonómicas, en sintonía total con los neofranquistas. Ley y orden, como en Polonia. Sánchez y su gobierno jugando a ser la Mayoría Cautelosa de la que habla Juliana. El nacionalismo catalán ganando puntos en la calle y en las urnas. Podemos y Ada Colau haciendo equilibrios para sobrevivir al tsunami demagógico. Lo mismo que el resto, convertidos en víctimas propiciatorias en el altar del bipartidismo y del voto útil. Al menos, eso piensan quienes creen que sacarán tajada de la repetición electoral. ¡Socorro!
URBANO GARCIA
Imagen:
Concentración en València en protesta por la sentencia contra el Procés. Europa Press.
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