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jueves, 3 de octubre de 2019

ETAPAS Y PUERTOS

En el camino que va a la ermita del 10-N, hay etapas y puertos. Hay estaciones en el vía crucis electoral de parada obligada. El martes 1 de octubre subimos uno de esos puertos de montaña que tanto esfuerzo cuesta superar. ¿Logramos remontarlo? No lo tengo claro. Hasta que no termine el tour en el que estamos embarcados no sabremos si hemos superado la prueba histórica que nos está tocando vivir. 
                  Catalunya ya marca la agenda política. Todas las miradas están puestas en el microcosmos catalán. Y eso que aún no hemos llegado a la etapa reina, al día en que se conozca la sentencia del proceso al Procés. Ese día, arde París. Es una exageración, claro. Mejor no mentemos al diablo que luego pasa lo que pasa. No olvidemos que sigue vigente la conocida como “ley mordaza”, que tantos disgustos está dando a la libertad de expresión. Por si acaso, retiro lo dicho. No quiero buscarme la perdición. 
                  Pasó el segundo aniversario del 1-O sin Setmana Tràgica. A pesar de que Alberto “el pirómano” y Torra “el-peor-President-de-la-Generalitat”, según Enric Juliana, no ayudaron mucho a tener la fiesta en paz. Tampoco ayudó el otro Presidente (en funciones), al que se le calentó la boca con el 155. Y saltaron chispas.       

FORN DE BARRACA
                  Viernes 27 de septiembre, Huelga Mundial por el Clima. Al alba, como cantaba Aute, llegó la Guardia Civil para desalojar a los defensores del forn de Barraca. Mal día eligió la autoridad competente para derribar un símbolo de la defensa de la huerta. En eso se convirtió el forn de Barraca, y en apenas unos días. Un antiguo horno semi abandonado en medio de la huerta. Sus señas de identidad: una gran alcachofa atravesada por una flecha, pintada a modo de un corazón, y el lema “L’horta és vida”. Su desgracia, encontrarse en la ampliación de la V-21, carretera de acceso septentrional a València. El proyecto es de la época de Rita y Rajoy. De cuando la única emergencia que había era quitar del gobierno a un partido -el PP- sobre el que había fundadas sospechas –hoy confirmadas- de financiación ilegal. La idea ha sido asumida por los sucesores sin apenas retoques. Pero hoy en día hay más sensibilidad social. La crisis climática está asumida. Ahora toca tomar medidas serias para aminorar sus efectos medioambientales. La emergencia climática hay que llenarla de contenido para que sea eficaz. Reducir la contaminación pasa por cambiar hábitos y formas de transporte. No es fácil. Menos coches y más ferrocarril. ¿Por dónde empezar? Esa es la cuestión.  
                  Joan Ribó, el alcalde de la ciudad, tiene el corazón partío. Por un lado quiere proteger la huerta. Por otro le gustaría mejorar los accesos a la ciudad. ¿Son compatibles? Su propuesta es mejorar la entrada –es donde está el embudo-, y mantener la salida más o menos como está. Eso reduciría considerablemente el mordisco que se le está dando a la huerta. No es mala solución, pero me temo que la suerte ya esté echada. 

¿Y EL PUERTO?
                  También se quiere ampliar hacia el norte. Otro proyecto que se arrastra de tiempos pasados. Otra obra polémica que choca con los criterios actuales, más estrictos con la preservación del medio ambiente. 
                  El puerto de València ya ocupa todo el litoral de la ciudad, de sur a norte, condicionando su futuro. Y sin que la ciudadanía haya sido invitada a pronunciarse. No parece muy democrático. Para acallar las críticas se argumentan sus supuestos beneficios y la creación de puestos de trabajo. Humo a cambio de una inversión millonaria en una obra irreversible que hipoteca el futuro de la ciudad. ¿Y el acceso? Esa es otra. ¿Un túnel? ¿Un puente sobre el mar? Ribó se ha pronunciado a favor del ferrocarril. Toda Europa apuesta por él. Es el transporte que menos contamina. Una buena forma de luchar contra la crisis climática. También se ha pronunciado la Conselleria de Medi Ambient pidiendo una nueva Declaración de Impacto Ambiental. La que se hizo hace más de una década ya no sirve. Las cumbres del Clima han puesto el listón más alto. Y es beneficioso cumplir sus recomendaciones. Nadie duda que la ampliación sur del Puerto, realizada hace años, hoy no pasaría ni la más ligera declaración de impacto. Sólo hay que visitar el barrio de Natzaret para ver las consecuencias de esa gigantesca obra. Aquella ampliación sur sigue hipotecando la calidad de vida de quienes residen en la zona y cualquier proyecto que València se plantee en su parte meridional. Érase una vez un puerto adosado a una ciudad. ¿O era al revés? El tema merece una reflexión.  
URBANO GARCIA
Imagen:
1. Forn de Barraca en l’horta d’Alboraia. À Punt.

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