El pasado miércoles volvimos a festejar la fiesta nacional de nuestro pequeño país, su acta de nacimiento a la civilización occidental, que diría un eurocentrista. Nuestra forma de mirarnos el mèlic, esa vieja costumbre de pensar que el mundo gira a nuestro alrededor. “El novè dia d’octubre de 1238 el rei Jaume I entrà victoriós a València”, cuenta Vicent Flor en su muy recomendable libro Noves glòries a Espanya, donde también precisa que no fue hasta un siglo después, hasta 1338, que “amb una nova societat urbana, s’inicià la commemoració i la festivitat d’aquesta data”. ¿Qué país nació en 1238? Algo distinto a lo que había con anterioridad. Los reinos cristianos de la península conquistaban tierras, imponían su religión, sus lenguas, sus costumbres, su economía, sus instituciones… Con Jaume I vinieron caballeros y órdenes religiosas, mercenarios y nobles, soldados y plebeyos. Una nueva elite política medieval sustituyó a la anterior, a la de la Taifa. La conquista dio derecho a los vencedores a repartirse el botín. Y así lo hicieron, como figura en el Llibre del Repartiment. La fiesta llegó antes que la épica. Ésta vino mucho después para ennoblecer la guerra y construir mitos fundacionales.
NUEVOS TIEMPOS
A partir de 1976, muerto el dictador, la fiesta debería haber adquirido el valor cívico que corresponde a una celebración que recuerda el pasado y mira con esperanza al futuro. Pero herencias franquistas e impotencias democráticas no lo hicieron posible. La bronca fue el arma de los anti demócratas.
“Per cridar vull l’Estatut a Miquel assassinaren”, cantó Al Tall en memoria de Miquel Grau, asesinado en Alicante, el 6 de octubre de 1977, por Miguel Ángel Panadero Sandoval, militante de Fuerza Nueva, indultado por UCD y hoy procurador en València. Aún no se habían celebrado elecciones municipales. Tardarían más de un año. En abril de 1979, por fin hubo ayuntamientos democráticos tras la larga noche de la dictadura. Fue otro momento de ilusión, “reventado” por intolerantes en la mal llamada Batalla de Valencia. ¿Qué queda de aquel neofranquismo? Como otros años por estas fechas, el que hay reaparece para boicotear la fiesta, ahora animado por su nuevo partido. Pero la sociedad valenciana no es la que era. Ahora es más madura que la que salió de la dictadura. Y ningún medio de comunicación juega a crispar, a diferencia de en la Transición. La democracia está más consolidada. Desde 2015, País y Cap i casal están gobernados por coaliciones plurales de izquierdas. El fanatismo de extrema derecha ya no cuenta con tanta indulgencia en los poderes del Estado. La normalidad y la fiesta se imponen a la crispación y al miedo.
ANEM FENT
Nou Palaus de València abrieron de nuevo sus puertas al público para dar a conocer nuestro patrimonio. En el Museo de Bellas Artes aún puede verse la parte inferior de una de las obras que fijaron el mito fundacional, el retablo del Centenar de la Ploma, perteneciente al Victoria and Albert Museum de Londres y que se restaura actualmente en València. Uno de los cuadros que componen este retablo, representa la batalla del Puig (1237), antesala a la entrada de las tropas de Jaume I en Balansiya, nombre de la València musulmana. Bien está recuperar el pasado para conocerlo mejor, pero un País son sus gentes, sus instituciones, su proyecto de futuro. Y el futuro de nuestro País pende del hilo de una financiación deficiente, cuyo desfase respecto a los gastos que suponen las competencias transferidas, ha creado una deuda histórica que lastra cualquier proyecto. El adelanto del Fondo de Liquidez Autonómica (FLA) dará un pequeño respiro a las arcas públicas. Servirá para hacer frente a los pagos más urgentes y poco más. La solución definitiva tendrá que esperar. Como recordaba Ricard Pérez Casado en un artículo reciente: “el cambio de la financiación en el actual marco autonómico parece tan remoto como la misma reforma constitucional, y ambas son inaplazables.” Mientras no se resuelva esta situación, la construcción del País irá más lenta de lo que a muchos nos gustaría.
URBANO GARCIA
Imagen:
1. Retaule del Centenar de la Ploma obra de Marçal de Sax. Victoria and Albert Museum.
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