“Acatamos, pero no aceptamos”. ¿O era
al revés? Así empiezan algunos motines. Así continuó el órdago que el PP de
Madrid tiene montado al mundo mundial a cuenta de cómo luchar contra la Covid-19.
Ayuso, heroína del barrio de Salamanca, dice que Madrid merece un trato
especial. “Madrid no se puede parar. Es el motor de la economía española. No
puede confinarse. No aguanta en estas circunstancias”, repite la jefa de la
comunidad. Es el caos, vaticina. Acatar, sí. Aceptar, nunca. Para eso están los
tribunales, y los jueces amigos, para frenar todo lo que no nos conviene,
piensa, dice y hace la lideresa del trifachito madrileño. Motines y mítines se
mezclan en los tuits de la community manager del chucho de Esperanza Aguirre. “Lo hacemos tan bien que hasta EEUU
nos copia”, insiste Ayuso. ¿Imitará a Trump y experimentará ella misma qué se
siente infectándose con el SARS-Cov2? Hay víboras menos peligrosas.
El motín de
Ayuso es el motín de los ricos, de la derecha liberticida. Bebe de la fuente del
nepotismo y la intolerancia de la que beben los déspotas millonarios. Luce
españolismo castizo como símbolo de una identidad vacía de contenido. ¿Quién
dice que lo de Ayuso no es ideología?
PATRIOTAS
“Unos
ponen banderas, mientras el Consell del Botànic pone leyes para frenar
la pandemia”, dijo Fran Ferri en sede parlamentaria. No le falta razón al
portavoz de Compromís. Sembrar la playa de banderas es un atentado contra el
medio ambiente. ¿Motín o mitin? Para ‘las-tres-derechas-en-una’ es solidaridad
con los muertos. ¡Viva la muerte!, gritan los legionarios. El neofranquismo con
sus performances neofascistas arrastra al resto de las derechas al abismo populista.
Llamarlo antisistema es piropearlo.
En
medio de la pandemia hemos llegado a otro 9 d’Octubre. Fecha emblemática de senyeres i llepolies. Día de fe patriótica y símbolos
identitarios. Este año, como casi todo, la fiesta cívica también ha sido atípica.
El coronavirus obliga a extremar las medidas sanitarias. Mascarilla y distanciamiento
físico, concentraciones limitadas e higiene de manos. La procesión cívica reducida
a una vuelta al versallesco salón de cristal del Ayuntamiento. Nos sobra ingenio.
Acció Cultural ha promovido rutas para conocer mejor nuestra historia. ¡Falta
nos hace! No hay nada como el conocimiento para combatir la ignorancia.
Para
abrir boca, la tele de aquí, À Punt TV, junto con TV3 e IB3, emitió La mort de Guillem, una recreación sobre cómo alteró
la vida familiar el asesinato de Guillem Agulló, el 11 de abril de 1993. El
fascista que lo mató apenas estuvo 4 años en la cárcel. “¡Qué poco vale una
vida!”, dijo la madre de Guillem. El juez no encontró motivos ideológicos en el
asesinato. En 2005, el asesino Pedro Cuevas, alias “el ventosa”, fue detenido por
estar implicado en la operación Pánzer. La policía desmanteló un arsenal de la
extrema derecha en una planta baja de Valencia. Un lugar de reunión de lo más
granado del neofascismo valenciano que, desde la Transición, pone su macabra
nota de violencia los 9 d’Octubre, amargando la jornada de recuerdo, reivindicación,
fiesta y alegría.
FRACTURAS
Julián
Casanova acaba de publicar Una violencia indómita, incursión en el violento
siglo XX europeo. Para el historiador, países como el nuestro con “un pasado fracturado”
corren el riesgo de no cerrar las rendijas por las que se cuela el chapapote
fascista. El peligro no está sólo en la ignorancia, lo peor es despreciar el conocimiento.
Ambos se combaten con educación y leyes. A pesar de que han pasado 45 años de la
muerte de Franco, nuestro sistema educativo da poca importancia al siglo XX. La
rebelión militar en contra de la II República, la guerra y los 40 años de
dictadura franquista no fueron accidentales, ni fruto de la libre elección de la
ciudadanía. La anunciada reforma de la ley de memoria democrática servirá para
corregir algunos fallos de la legislación de ZP. El Estado creará un banco de
ADN y asumirá las exhumaciones. Sellará algunas grietas por las que se cuela ahora
la cínica equidistancia de considerar igual a víctimas y verdugos.
NOTA: Gran parte de los brotes de
Covid-19 surge en el ámbito social. Una fiesta en el Colegio Mayor Galileo Galilei
ha obligado a suspender las clases presenciales de la Politécnica. Hay juergas
que parecen motines.
URBANO GARCIA
Imagen: Manifestación recuerdo
Guillem Agulló/ Viento Sur.
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