Cuando estalló la pandemia, todo el
mundo se llevó la mano a la cabeza, al corazón y a la cartera pensando en cómo
iba a repercutir el virus en su economía doméstica. Los Expedientes de
Regulación Temporal de Empleo (ERTE) llegaron como tabla de salvación. Aún
permanece en la memoria el desastre de 2008, cuando miles de familias vieron
sus vidas truncadas por las medidas del gobierno. Había que reflotar la
economía -es decir la banca- a costa de lo que fuera. Y pagó el pato poca ropa.
Ahí está Bankia saliéndose de rositas sin devolver el generoso préstamo de 24.000
millones de € que le dio papá Estado. La banca era demasiado grande para caer,
y las que cayeron fueron las personas y las familias más vulnerables. Entonces
se aplicaron recetas neo liberales propias de un capitalismo de rapiña. “¡Es el
mercado!, amigo”, dijo Rato sacudiéndose las culpas por la salida a Bolsa de
Bancaja. Por ahora, nada de eso volverá a ocurrir.
Pero la negociación de los ERTE no ha
sido fácil. Demasiadas necesidades que atender para un Estado tan escuálido. Demasiados
sectores damnificados para satisfacer a todos. Una economía demasiado dependiente
y con poco valor añadido para resolver en un plis plas sus deficiencias
estructurales. A perro flaco todo son pulgas, y más en tiempos de pandemia. El
turismo es nuestro salvavidas cuando todo va bien. Nuestro talón de Aquiles,
cuando la cosa se tuerce. Algo habrá que hacer para romper esa inercia, digo yo.
TRABAJO Y SALUD
Contrariamente
a lo que pensábamos, la vuelta al trabajo no supuso un exagerado incremento de
contagios. Tampoco parece que la vuelta al colegio haya influido. ¿O sí? Las cifras,
no los datos, son tan elásticas que hasta Ayuso vende las suyas como si Madrid
fuera el desierto de Gobi y no la megalópolis que es, una ciudad aluvión al
borde del colapso hospitalario y ella, la supuesta timonel, jugando a la ruleta
rusa con la salud de sus conciudadanos. Las banderas no la dejan ver el bosque.
El pulso de Madrid al resto del Estado merece figurar en el catálogo de “segregacionismos
de los ricos” del que hablaban Ariño y Romero. No hay trabajo sin salud. Lo que
hay que garantizar es la salud. Y unos ingresos mínimos para sobrevivir, para
eso están los ERTE. No dice la Biblia que el trabajo es una maldición divina,
¿en qué quedamos?
La
segunda ola de la pandemia llega con el otoño, estación de resfriados. La
Covid-19 y la gripe tienen síntomas parecidos. Vacunarse contra la gripe es una
forma de descartar el Sars-Cov-2. La infección vírica hay que pararla en los
ambulatorios. ¿Cómo está nuestra atención primaria? Pues parece que no goza de
muy buena salud, opinan muchos de sus obligados usuarios. ¿Falta de personal y
medios? Eso seguro.
La
crisis sanitaria puede ser una oportunidad para ajustar cuentas con el déficit
que arrastramos. En el debate sobre el estado de la comunidad se habló del
horizonte 2027, y de la “vía valenciana del siglo XXI”. Mejorar la sanidad y la educación públicas parece
un buen destino para una parte de los 21 mil millones de € que nos tocarán
gracias a las políticas europeas anti-Covid. Reformar el funcionamiento de las
residencias también debería figurar en la lista de inversiones. Por no hablar
del necesario cambio del modelo productivo, con ese New Green Deal que tanto
se anuncia y que tan poco avanza. Eso es patriotismo.
PATRIA
Había expectación
ante el anunciado estreno de la versión televisiva de la exitosa novela de Fernando
Aramburu. La cita no defraudó. El día de la Patria valenciana también llega en
medio de la pandemia. ¿Defraudará? Nunca contenta a todos. Este año la sorpresa
la protagoniza Compromís. El reparto masivo de senyeras para colgar de los balcones es un cambio en el paradigma
valencianista. Hace tiempo que el valencianismo dejó de mirar el retrovisor y pasó
a pensar en cómo construir futuro. Nada peor que enrocarse en la melancolía de
los paraísos perdidos. En el 82 se frustró la patria por la que muchos
demócratas lucharon. Pero la patria no es sólo un himno y una bandera. “Mi
patria son mis hermanos…”, cantaba Chicho Sánchez Ferlosio. Este 9 d’Octubre
será atípico, como lo es todo desde que el virus Sars-Cov2 irrumpió en nuestras
vidas, trastocándolo todo y obligándonos a recluirnos en nuestro caparazón. El
virus pasará porque todo pasa. Tarde o temprano llegará la vacuna. Y la
pandemia nos dejará un recuerdo de muertes, cuarentenas y mascarillas. Mientras
tanto, bienvenidos los ERTE y a mejorar la atención primaria.
URBANO GARCIA
Imagen: Concentración sanitarios en defensa de la Sanidad Pública. TRIBUNA MÉDICA.
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