¡Oído, cocina! Pocas veces la opinión
pública conoce lo que se guisa en la trastienda de la política para formarse
una correcta idea sobre la gestión de lo público. Valga esta introducción como
aperitivo al último escándalo protagonizado por el Partido Popular. El río sonaba,
señal de que llevaba agua, pero nos resistíamos a creérnoslo por el ruido
mediático que nos llegaba desde Catalunya. Y es que la formación de la opinión
pública suele estar mediatizada por factores mediáticos, en demasiadas ocasiones
sesgados. El eco mediático de cualquier movimiento del soberanismo catalán es
ensordecedor. ¿Cuándo nos daremos cuenta de que tanto ruido es malo para la
democracia?
Oímos hablar de la policía patriótica,
que a algunos amantes de la ley y el orden le sonaba a música celestial, y no
nos sentimos amenazados. Oímos hablar de espionaje a dirigentes de Podemos,
esas moscas cojoneras que cuestionan las bienaventuranzas de la Transición, y
no nos dimos por enterados. Ahora la justicia, que a veces llama dos veces, ha
vuelto a poner en tela de juicio la palabra de los dirigentes del PP. “No es
una conspiración del PP, es una conspiración contra el PP”, dijo Mariano Rajoy
rodeado de toda la cúpula de su partido exculpándose de cualquier implicación
en el asunto de los ‘papeles’ de su ex tesorero. La historia, que doy por conocida,
parece sacada de las viñetas del TBO. No le falta detalle. Desde el ordenador
machacado, hasta el conductor espía, pasando por el falso confesor. Toda una
trama para extorsionar a quienes, por posición y rango, eran conocedores de
todas las tretas tejidas por el PP con el fin de sobre financiarse. Y eso no es
broma. Tampoco lo es que la línea Maginot del PP fuera a cargo del erario.
DEL
HILO AL OVILLO
Tirando de un cabo llegamos a la
madeja. La Kitchen y la Gürtel parecen unidas por el cordón
umbilical de la corrupción impune. ¡Impúdica corrupción! Antes que el fuego abrase
al jefe siempre hay un chico de los recados que actúa de extintor, al que se
puede sacrificar sin que nadie llore su pérdida. Jorge Fernández Díaz, ex
ministro del Interior, tenía a Francisco Martínez, ex secretario de Estado de
Seguridad, como su mano derecha, dispuesto a inmolarse en el altar de la patria.
“No me dejéis tirado”, dijo el único imputado por ahora en esta causa antes de
cantar la Traviata. A Jorge Fernández no le bastaba con tener un ángel de la
guarda a su disposición, necesitaba un chivo expiatorio. Así de acaparadores son
los del Opus. Ahora hemos sabido que el excomisario Villarejo está en todas las
salsas. Hasta en el all i pebre valenciano.
Zaplana primero, Camps después,
tuvieron a Ricardo Costa como cortafuegos. Les fue bien mientras el vino y los eventos
corrían a raudales. ¡Qué placer navegar entre los veleros más veloces del
mundo! ¡Qué vértigo dejarse mecer por el estruendoso rugir de cientos de
motores de Fórmula 1! Rajoy aceptó la invitación de Rita y de Camps. ¿Quién renuncia
a semejante bicoca? Todo era excesivo en una Valencia en la que nunca paraba la
fiesta. Hasta el censor González Pons se permitía el lujo de recetarnos ética y
moralina. Tiempos de mayorías absolutísimas que permitían al PP hacer de su
capa un sayo y vendernos la moto como si fuera un Mercedes. El PP ponía la
juerga y Canal 9 la venda en los ojos. Así nos iba.
AHORROS
Cambiando de hilo y madeja, cuando
llegaron las vacas flacas, Montoro y Rajoy encontraron la fórmula para llenar
la despensa del gobierno central: expropiar los ahorros municipales. De Montoro
a Montero. La actual ministra se resistía a ceder a los Consistorios lo que es
de la ciudadanía. El Parlamento forzó la rectificación. El gobierno Sánchez suspenderá
la regla de gasto para que los ayuntamientos puedan disponer de lo que hayan ahorrado
en 2019 y 2020 únicamente, y lo que ahorren en 2021. La crisis sanitaria y sus derivadas
obligan a aflojar el monedero de la hacienda pública. Poco se puede hacer sin invertir
dinero. Bien lo saben los ayuntamientos. Ahora podrán disponer de una parte de
su hucha. ¿Será suficiente? No lo creo. Las arcas públicas no son un pozo sin
fondo. Tras el primer envite de la pandemia están vacías. La única forma de
llenarlas es con nuevos impuestos. Ahí están las empresas tecnológicas sin
cotizar en el país del que sacan los beneficios, o las grandes fortunas. El
debate está abierto. Atentos a las pantallas.
URBANO GARCIA
Imagen: Fotograma de “El cocinero,
el ladrón, su mujer y su amante” de Peter Greenaway.
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