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martes, 15 de septiembre de 2020

KITCHEN

¡Oído, cocina! Pocas veces la opinión pública conoce lo que se guisa en la trastienda de la política para formarse una correcta idea sobre la gestión de lo público. Valga esta introducción como aperitivo al último escándalo protagonizado por el Partido Popular. El río sonaba, señal de que llevaba agua, pero nos resistíamos a creérnoslo por el ruido mediático que nos llegaba desde Catalunya. Y es que la formación de la opinión pública suele estar mediatizada por factores mediáticos, en demasiadas ocasiones sesgados. El eco mediático de cualquier movimiento del soberanismo catalán es ensordecedor. ¿Cuándo nos daremos cuenta de que tanto ruido es malo para la democracia?

Oímos hablar de la policía patriótica, que a algunos amantes de la ley y el orden le sonaba a música celestial, y no nos sentimos amenazados. Oímos hablar de espionaje a dirigentes de Podemos, esas moscas cojoneras que cuestionan las bienaventuranzas de la Transición, y no nos dimos por enterados. Ahora la justicia, que a veces llama dos veces, ha vuelto a poner en tela de juicio la palabra de los dirigentes del PP. “No es una conspiración del PP, es una conspiración contra el PP”, dijo Mariano Rajoy rodeado de toda la cúpula de su partido exculpándose de cualquier implicación en el asunto de los ‘papeles’ de su ex tesorero. La historia, que doy por conocida, parece sacada de las viñetas del TBO. No le falta detalle. Desde el ordenador machacado, hasta el conductor espía, pasando por el falso confesor. Toda una trama para extorsionar a quienes, por posición y rango, eran conocedores de todas las tretas tejidas por el PP con el fin de sobre financiarse. Y eso no es broma. Tampoco lo es que la línea Maginot del PP fuera a cargo del erario.     

 

DEL HILO AL OVILLO

            Tirando de un cabo llegamos a la madeja. La Kitchen y la Gürtel parecen unidas por el cordón umbilical de la corrupción impune. ¡Impúdica corrupción! Antes que el fuego abrase al jefe siempre hay un chico de los recados que actúa de extintor, al que se puede sacrificar sin que nadie llore su pérdida. Jorge Fernández Díaz, ex ministro del Interior, tenía a Francisco Martínez, ex secretario de Estado de Seguridad, como su mano derecha, dispuesto a inmolarse en el altar de la patria. “No me dejéis tirado”, dijo el único imputado por ahora en esta causa antes de cantar la Traviata. A Jorge Fernández no le bastaba con tener un ángel de la guarda a su disposición, necesitaba un chivo expiatorio. Así de acaparadores son los del Opus. Ahora hemos sabido que el excomisario Villarejo está en todas las salsas. Hasta en el all i pebre valenciano.

Zaplana primero, Camps después, tuvieron a Ricardo Costa como cortafuegos. Les fue bien mientras el vino y los eventos corrían a raudales. ¡Qué placer navegar entre los veleros más veloces del mundo! ¡Qué vértigo dejarse mecer por el estruendoso rugir de cientos de motores de Fórmula 1! Rajoy aceptó la invitación de Rita y de Camps. ¿Quién renuncia a semejante bicoca? Todo era excesivo en una Valencia en la que nunca paraba la fiesta. Hasta el censor González Pons se permitía el lujo de recetarnos ética y moralina. Tiempos de mayorías absolutísimas que permitían al PP hacer de su capa un sayo y vendernos la moto como si fuera un Mercedes. El PP ponía la juerga y Canal 9 la venda en los ojos. Así nos iba.

 

AHORROS

            Cambiando de hilo y madeja, cuando llegaron las vacas flacas, Montoro y Rajoy encontraron la fórmula para llenar la despensa del gobierno central: expropiar los ahorros municipales. De Montoro a Montero. La actual ministra se resistía a ceder a los Consistorios lo que es de la ciudadanía. El Parlamento forzó la rectificación. El gobierno Sánchez suspenderá la regla de gasto para que los ayuntamientos puedan disponer de lo que hayan ahorrado en 2019 y 2020 únicamente, y lo que ahorren en 2021. La crisis sanitaria y sus derivadas obligan a aflojar el monedero de la hacienda pública. Poco se puede hacer sin invertir dinero. Bien lo saben los ayuntamientos. Ahora podrán disponer de una parte de su hucha. ¿Será suficiente? No lo creo. Las arcas públicas no son un pozo sin fondo. Tras el primer envite de la pandemia están vacías. La única forma de llenarlas es con nuevos impuestos. Ahí están las empresas tecnológicas sin cotizar en el país del que sacan los beneficios, o las grandes fortunas. El debate está abierto. Atentos a las pantallas.

URBANO GARCIA

urbanogarciaperez@gmail.com

Imagen: Fotograma de “El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante” de Peter Greenaway.


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