El gobierno de coalición presidido por Pedro Sánchez puso encima de la mesa
la posibilidad de que el ejército complementara parte de las funciones de
rastreo y seguimiento de la pandemia que no puedan cubrir las autonomías.
Parece una buena medida. Es una de las funciones de la milicia, aunque se use poco.
A las autonomías gobernadas por el tripartito derechista no les gusta mucho la
medida. Les quita argumentos para su cruzada de “cuánto peor, mejor”. ¡Es tan
tentador usar la pandemia como ariete contra el gobierno! Hasta la extrema
derecha alemana quería asaltar el Reichstag aprovechando una manifestación
contra las medidas del gobierno alemán para frenar la pandemia. O se quema o se
asalta. Esa es la máxima del fascismo “mutante” -en acertado calificativo del
historiador Emilio Gentile- que recorre Europa. A ver si vamos tomando nota de
con quién están negacionistas y antivacunas. El fascismo es un virus que muta.
AL COLE
Hace unos días, la cumbre on-line
de tres ministros con sus homólogos autonómicos puso en común medidas para
afrontar la vuelta al cole. La escolarización tiene un papel socializador de
primer orden. Es prioritario que sea presencial, hasta la adolescencia y más
allá. Para reducir el grado de contagios -que los habrá- es necesario tomar más
medidas, por ejemplo: disminuir la ratio de alumnos por clase y, por tanto, contratar
más profesorado; aumentar la higiene y ventilación de las aulas; establecer un
plan de emergencia; concentrar en una o varias personas del centro el
seguimiento de la Covid-19, etc. Muchos gobiernos autonómicos llevan meses trabajando
estos protocolos. Aquí, el Conseller Marzà consensuó un plan con los sindicatos
y el resto de agentes implicados para la vuelta al cole. El plan amplía plantilla
docente, facilita medios para que la pandemia no ahonde la brecha digital, establece
protocolos sanitarios y sociales, para que la Covid-19 no incremente más la otra
pandemia: la escandalosa desigualdad existente…
La
mascarilla y el hidrogel serán nuestros compañeros de viaje durante mucho
tiempo. Cuando llegue la vacuna, que llegará, rebajará nuestra ansiedad, pero
no deberíamos perder algunas de las buenas costumbres higiénicas que ahora
hemos adoptado a la fuerza. En eso consiste también la civilización.
Desde
que el Sars-Cov-2 irrumpió, nada ha vuelto a ser como era, ni volverá a serlo.
El coronavirus ha puesto en cuestión certezas que pensábamos eternas. Nada es
eterno. Tampoco la injusticia. Como suele ocurrir ante los grandes dilemas de
la humanidad, nos hemos vuelto a dividir en apocalípticos e integrados. Pensar
que venceremos este virus no significa que no aparecerán otros que nos causarán
más disgustos. Creer a pies juntillas en la ciencia no contradice ser
consciente de sus limitaciones.
CONFINADOS
URBANO GARCIA
Imagen: Niños en la escuela. NEWTRAL.ES
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