LENGUAS
Y
luego está Arrimadas, la jefa de un menguado C’s que intenta salirse de la sombra
de su mentor. No hace falta recordar que C’s nació como ariete contra el
catalanismo, y contra todo lo que oliera a reconocimiento de la pluralidad de
un país plural. No parece buena excusa defender la ley Wert -aprobada en
solitario por el PP, todo hay que decirlo-, y oponerse a la reforma de la
ministra Celaá por dar el mismo rango vehicular a todas las lenguas de la
península. Nadie ha derogado la imposición del castellano que hizo Felipe V en
1707, imposición que Franco y la Constitución del 78 consagraron. Tal vez, C’s se
opone al Presupuesto por su contenido social, pero no se atreve a decirlo. “No importa qui vota els pressupostos, sinó què es vota”, dice Joan Baldoví, único diputado de Compromís. Los
Presupuestos, ahora a debate en el Congreso, son los más sociales que hemos
tenido desde Maricastaña. Tanto en los gastos que, como no podía ser de otra
manera, atienden a la emergencia sanitaria, como en los ingresos, que contemplan
una subida fiscal para rentas superiores a 200 mil € anuales. Lejos de los
ingresos de las clases medias a las que dice defender C’s. ¡Déjense de excusas
y digan de verdad qué intereses defienden!
RESIDENCIAS
La
segunda ola de la pandemia ha vuelto a entrar a saco en las residencias, eslabón
débil de la sociedad del bienestar. Las residencias son un magnífico nicho para
que la Covid-19 haga estragos. Población mayor semi confinada, con muchas patologías
asociadas a problemas respiratorios, centros residenciales no hospitalarios,
carentes de la atención médica adecuada… De gestión privada, aunque sean públicas,
por concesiones dadas más en función de criterios monetarios que asistenciales,
tras la reforma que hizo el PP.
En la
primera ola, la residencia de Alcoi gestionada por DomusVi (del grupo francés SAR)
fue diezmada por el Sars-Cov-2 (fallecieron 70 residentes). Hace unos días,
conocimos que la gestión de la residencia pública de Velluters, en València,
había sido concedida a DomusVi. No era la que mejores servicios ofrecía, pero era
la más barata. ¿El económico es el mejor criterio para gestionar las
residencias? No creo.
La
pandemia está sacando a la luz los peores defectos de nuestra sociedad, sus pilares
carcomidos. La urgencia sanitaria debería servir para hacer inversiones
públicas de calidad y servicio, en vez del mercantilismo neoliberal tan querido
por las derechas. Las residencias de la tercera edad no son una excepción. ¿Es
suficiente? Parece que no. Gran parte de los contagios se produce en el ámbito
social. A estas alturas de la pandemia está claro que el uso de la mascarilla y
el distanciamiento físico son las mejores formas de impedir el contagio. Por las
grietas del relajamiento sanitario también se cuela el coronavirus.
Las
vacunas, aún en fase de ensayo, van apareciendo, insuflando oxígeno a las Bolsas
antes de hacerlo a unas sociedades asfixiadas por la pandemia. La crisis sanitaria
dejará secuelas. Acelerará cambios anunciados antes de su aparición. Algunos ya
los estamos viendo: fusiones bancarias, consolidación del teletrabajo, cambios
en las formas de ocio, … otros, menos visibles, no tienen mejor pinta. La desigualdad
es el más sangrante. Los presupuestos también deberían servir para frenar el
aumento de esa desigualdad.
URBANO
GARCIA
Imagen: Manifestación en defensa de la
escuela pública. EFE
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