IMPERIO
Es la misma siembra que hizo Trump durante cuatro años. Ante la magnitud de sus mentiras optó por cuestionar los resultados antes del escrutinio, amenazando con impugnarlos. Con cada proceso electoral aprendemos algo más sobre la compleja estructura de su democracia. Diseñada en tiempos ya lejanos parece poco adaptada a las exigencias democráticas del siglo XXI. Voto censitario, elección indirecta, sistema mayoritario (quien gana por un voto en el Colegio Electoral se lleva todos los compromisarios de ese Colegio que son los que eligen al presidente), presidencialista en un estado pluriestatal. En las elecciones de EEUU deberíamos participar todos. De forma ponderada, claro. A todos nos afectan y todos deberíamos ser consultados. Cuando Jonathan Franzen publicó Libertad (2010) Trump aún no había hoyado los cimientos democráticos de su país. La muerte de la fiscal progresista Ruth Bader Ginsburg permitió a Trump, en tiempo de descuento, nombrar a la ultraconservadora Amy Coney Barret para sustituirla de forma vitalicia en la Corte Suprema. Trump puso el máximo órgano del Poder Judicial en manos de jueces conservadores. Atado y bien atado. ¿Dónde está la división de poderes? En el fondo, no somos tan diferentes.
CASILLA DE SALIDA
Todo
apunta a que con la segunda ola de la pandemia nos tocará volver a la casilla
de salida, al confinamiento domiciliario. Gran Bretaña, Alemania, Bélgica, …
muchos países europeos pasarán por él por primera vez. Nosotros seremos
repetidores. Y seguimos con una sanidad magnífica pero muy mal financiada. Según
el FMI, tan solo destinamos un 3,5% de nuestro PIB, frente al 5,2% de Francia,
el 9% de Alemania o el envidiable 11,7% de Nueva Zelanda. ¿A qué esperamos para
aumentar la dotación? La lucha eficaz contra la Covid-19 depende en gran parte de
una sanidad bien financiada. La crisis actual debería concitar un amplio
consenso en esta cuestión, también en mejorar el sistema educativo, y las
residencias públicas, y las ayudas a la dependencia, … Tal vez sea eso lo que
cabrea a las derechas, desde la más centrista a la más descentrada, que no gestionarán
la crisis, para ellas una oportunidad perdida para su proyecto ultraliberal.
Quan creus que tot s’acaba torna
a començar, cantaba indignado Raimon ante una dictadura que parecía
eterna. Eso nos pasa con una pandemia que no parece tener fin. Pensábamos que
estaba terminando y sigue igual. El SARS-Cov-2 es tan virulento como al
principio. Ahora conocemos mejor su comportamiento, podemos evitar errores, y
aplicar terapias más eficaces. Pero de poco sirve todo este conocimiento si no
tenemos suficiente personal sanitario, si no tenemos
rastreadores, ni pruebas para detectar dónde está el virus. De poco sirve la
libertad si no hay salud. A veces me pregunto, ¿por qué gritan libertad si lo
que está en peligro es la salud? Y recuerdo la canción de Nacha Guevara
inspirada en un poema de Paul Eluard: “Y por el poder de una palabra/ vuelvo a
vivir/ nací para conocerte/ para cantarte/ Libertad”. Duele oír y ver como en
tu nombre dicen y hacen tantas barbaridades.
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