FAKE
Hasta
el 20 de enero Trump será el “pato cojo” que corretee por la Casa Blanca. Una
semana después de que Joe Biden recibiera la mayoría de los votos electorales,
Trump seguía sin reconocer al vencedor de los comicios. Cuesta encontrar
precedentes. La amenaza de una segunda legislatura de Trump movilizó como nunca
al electorado estadounidense. Si Biden rompió todos los registros de voto
popular, Trump logró mejorar sus resultados anteriores sumando casi cinco
millones más de nuevos votantes. Lo cual indica la polarización social que
Trump ha provocado con sus políticas populistas, amplificadas por el eco, no
sólo mediático, que tienen más allá de sus fronteras. Su vida y su mandato han
sido como un show de televisión. No desaprovechó ninguna oportunidad
para lanzar un guiño a su entregada audiencia. Incapaz de gestionar la crisis
sanitaria causada por la Covid-19, se lanzó por la pendiente de convertir en un
fake news su infección por SARS-Cov-2. La mentira como programa
electoral. Hizo del uso de mascarillas otro motivo de división. Nada ni nadie
frenó su delirio, ni su pulsión tuitera rayando la psicosis. Ahora sus viudas
lloran desconsoladas -los Bolsonaro, los Johnson, los Abascal y los Casado- la
pérdida de su padrino. Algunos disimulan la pena aplicando la máxima de “a rey
muerto, rey puesto”, top ten en el gremio de los cínicos.
Si algo
nos está enseñando el auge de las derechas populistas y neofascistas es el
poder movilizador que tienen las redes sociales. Hasta ahora nadie ponía
límites a las mentiras que circulaban por ellas. Son autopistas por las que cualquier
barbaridad corre a la velocidad de la luz. Los medios de comunicación clásicos ya
no son referentes. Ahora, gran parte de la población confirma sus creencias mirando
las redes. No hay código deontológico que valga, ni censura que limite la
libertad de expresar cualquier salvajada.
Bien
está que Twitter o Facebook vayan tomando cartas en el asunto. Y que los
grandes medios dejen de ser condescendientes. El domingo 8, varios canales de
televisión en EEUU cortaron el discurso en directo de Trump cuando, sin tener pruebas,
puso en cuestión el escrutinio electoral. Otros prefirieron no cortar, poner un
rótulo advirtiendo de las falsedades que se estaban diciendo y una vez
terminado el discurso, explicar los motivos de discrepancia. El debate sobre
las redes sociales está abierto. Una comisión de la Unión Europea lleva tiempo
trabajando el tema. En nuestro país, el Congreso ha aprobado una propuesta de Unidas
Podemos para regular el uso de las redes y eliminar con rapidez los mensajes de
odio que circulen por ellas. PP y los neofascistas votaron en contra. Ellos
sabrán por qué.
DISONANCIAS
Ser
demócrata es admitir la discrepancia. La democracia se lleva mal con el discurso
único y el cierre de filas. ¿Se puede gobernar en coalición y discrepar de
algunas decisiones del gobierno? Parece difícil de entender, pero ocurre. La
crisis sanitaria está poniendo a prueba nuestros límites de tolerancia. La
segunda ola de la pandemia está siendo más dura porque llueve sobre mojado. Y
nos pilla más agotados. Volver a recluirnos no es plato de gusto para nadie.
Tampoco es decretar cierres ni toques de queda. Hace unos días, la
vicepresidenta Mónica Oltra propuso ampliar las medidas para cortar de raíz el crecimiento
exponencial de los contagios. Otros socios de gobierno prefieren esperar, y no tensar
más, por ahora, la cuerda económica. Salud o economía, ese sigue siendo el
dilema. Pero es que sin salud no hay economía que valga.
URBANO GARCIA
Imagen: Alegría tras el triunfo Demócrata en las elecciones
USA. EFE
No hay comentarios:
Publicar un comentario