La ciencia avanza gracias a la cooperación internacional. Bajo ese principio hemos llegado, en un plazo impensable hace unos meses, a un horizonte con varias vacunas contra el SARS-Cov-2. Y de repente, en medio de una realidad aún estremecida por el terrible impacto de la pandemia, emergen, como si fueran tiranosaurios salidos de El Mundo Perdido de Conan Doyle, las empresas farmacéuticas buscando el mejor bocado en la Bolsa. Por encima del mundo cooperante y solidario se impone el cosmos competitivo de las finanzas. La “mano invisible” que mueve el mercado hace con la salud lo mismo que hizo Ana Botella con las viviendas sociales de Madrid, dárselas a fondos “buitre” para especular con el derecho a una vivienda digna. Algunos mal pensados dicen que es el capitalismo. No digo que no. Es lo que parece. Por lo pronto, y cuando aún no ha comenzado la vacunación, salvo en China, Rusia, Gran Bretaña y EEUU, el 14% de la población del planeta ya se ha asegurado el 53% de las vacunas. Sobra decir que ese 14% corresponde a los mal llamados países ricos. Y en estos, sólo en los que haya sanidad universal, y en los que primen criterios universales para atajar la pandemia -se supone que en todos-, la vacuna llegará a todas sus poblaciones. Cuando redacto estas líneas, sólo Sudáfrica y la India se han sumado a la petición de las ONGD, encabezadas por Oxfam, solicitando a la Organización Mundial del Comercio que anule las patentes y facilite la tecnología necesaria para llevar a cabo una vacunación masiva contra el coronavirus. ¿Qué harán las farmacéuticas? Por lo pronto han rechazado participar en el Fondo de Acceso a la Tecnología Covid-19, creado por la OMS para compartir conocimientos, propiedad intelectual y datos. El negocio es el negocio, con o sin pandemia, deben pensar.
LA
BLACK Y O PAZO
Aún colea la mordida de algunos
consejeros de Bankia a cuenta de las tarjetas black de la entidad
financiera, y aparece otra black, esta coronada, a la vuelta de la
esquina. Dicen los cronistas del reino y el fiscal suizo que instruye la causa “Corinna”
que la tarjeta se la dio al emérito el empresario mexicano Allen Sanginés-Krause
para que hiciera uso de ella a discreción. Y vamos si la usó. Hasta la infanta
Elena cargó a cuenta de la opaca tarjeta una yegua para su hija Victoria-Federica.
Otro nieto, digo de Froilán, también se benefició de tan discreto y esplendido fondo.
Al menos en ese banquete, la familia Borbón comparte mantel.
Hay tradición familiar. Tras morir
Franco, poco después de que Juan Carlos fuera nombrado Jefe de Estado y Rey, su
padre, don Juan, viajó de Estoril a Barcelona para reunirse con algunos amigos empresarios.
El mensaje que les transmitió fue claro: apoyo a su hijo y un donativo para la
causa. Había que reponer las arcas familiares después de tantos años de exilio.
Desde que Carlos IV “fue exiliado” por Napoleón a Bayona y abdicó en su hijo
Fernando, los Borbones en España no han conocido más que exilios y restauraciones
manu militari. La última la hizo Franco. Así no hay forma de amasar
fortuna, debe pensar el emérito.
El 10 de diciembre, casi al
mismo tiempo que Juan Carlos I saldaba parte de su deuda con Hacienda, el Pazo
de Meirás, construido por Emilia Pardo Bazán y usurpado por Franco, pasó a ser
propiedad pública. “O Pazo é do pobo”, decía una pancarta del BNG desplegada
a la entrada del caserón. En 1940, Franco pasó de vivir de su sueldo y de la
herencia de su mujer a tener una fortuna equivalente a 388 millones de €, cuenta
Ángel Viñas en La otra cara del caudillo. Capital amasado en solo 4
años, gracias a apropiarse de las donaciones a la causa golpista. Es fácil
imaginar el expolio tras 40 años de poder absoluto. El Pazo de Meirás es la
punta del iceberg de un saqueo que empezó el 18 de julio del 36 y no terminó
hasta el 20-N de 1975.
Como
decía Vázquez Montalbán, “la transición no fue una correlación de fuerzas sino
de debilidades”. Ninguno de los actores tuvo suficiente fuerza o destreza como para
imponerse a los demás. El resultado fue un cúmulo de renuncias, inexplicables con
la perspectiva del tiempo. Tal vez por eso se corrió un estúpido velo por los
breves periodos democráticos que hemos tenido. Sin memoria de ese pasado nos
hemos sentido un poco huérfanos, diferentes y raros. Había que cerrar con siete
llaves la caja de Pandora, para que no saliera ningún trueno. La nueva ley nace
con voluntad de solventar cuestiones pendientes. Por ejemplo, qué hacer con una
fundación que glosa la figura del dictador. Un anacronismo que dura ya 42 años.
URBANO GARCIA
No hay comentarios:
Publicar un comentario