Alguien tenía que inventar el recreo. La idea se la
tomo prestada a Peridis. Madrid es España, pero España no es sólo Madrid. Por
suerte. Madrid es una excepción en un Estado más plural de lo que algunos dicen
y quieren pensar. Por cierto, suelen ser los mismos que vacían la palabra
libertad de su verdadero sentido. Y rellenan su cáscara hueca con falsas libertades.
Ir de botellón, por ejemplo.
Todo el mundo está agotado tras año
largo de pandemia. A todos nos afecta la fatiga pandémica, salvo a quienes el
virus arrebató su bien más preciado: la vida. Políticos sin escrúpulos hacen de
la lucha contra la Covid-19 su caballo de Trolla para asaltar las instituciones.
Como no es tiempo electoral, lo pintan. Eso hizo el PP, aprovechar que el
Segura pasa por Murcia para poner las urnas en Madrid. Había que sacarle jugo al
cansancio, a las ansias de salir a la calle a tomar unas cañas. O unos churros
con chocolate. Era cuestión de llamarle libertad, y vendernos la moto. Y hacerlo
antes de que avanzase la vacunación.
A veces las palabras no dicen lo que
deberían decir. A veces las palabras camuflan lo que significan de verdad, su
verdadero sentido. Ni el dos de mayo de 1808 los madrileños gritaron en la Plaza
Mayor “¡viva la libertad!”, ni el franquismo trajo la democracia. Tampoco los ejecutados
por los golpistas fueron quienes se rebelaron contra la República. Cuando el
programa se diluye y las vísceras se desparraman por la mesa, ganan el
populismo y la demagogia. Lecciones de la historia. Con esas cartas, la derecha
tiene todas las bazas para ganar la partida. Ya sé que es fácil hablar a
posteriori. ¡Qué le vamos a hacer!
Pocas veces hay una única razón
para explicar el comportamiento humano. La complejidad de la vida no suele caber
en una caja de cerillas. Aunque hay vidas tan poco complejas que caben en un
dedal del dedo meñique. Todo empezó con una chapucera moción de censura en
Murcia. ¿De quién sería la idea? Y, ¿si fue un montaje para desencadenar la
operación de desmonte de C’s? Todo es posible.
IDENTIDADES
Madrid,
ciudad de aluvión. Su identidad es la suma de las identidades de quienes van a
vivir en ella. Ciudad abierta, los churros y el chotis, eso era Madrid. Digo
bien, era. Franco la hizo capital de su fantasioso imperio, y el IBEX35, capital
del capital. Décadas de gobiernos del PP la han convertido en una especie de sobrefinanciado
paraíso fiscal. Capital por partida doble: del Estado y de su comunidad. ¿Quién
da más? Algunos madrileños se identifican con un nacionalismo de charanga y
pandereta, de pestiños y chulerías, de juergas y toros, de rojigualdas y
paradas militares. Frente a nacionalismos periféricos, el de Madrid se
considera el único. “Hay gente que vota en contra de sus intereses, pensando
que vota a favor de sus principios”, dice el gallego Antón Gómez-Reino,
impulsor de Las Mareas. No le falta razón.
Debajo del cachondeo que da la falsa
libertad etílica, bulle el Deep
State, un estado profundo lleno de
corruptelas y amenazas, de fondos de reptiles y de reptiles sin fondo, poblado
de cavernas mediáticas y de mediáticos charlatanes listos para derribar
prestigios y honras. También eso es Madrid.
DEL 15M AL 4M
Sólo
ha pasado una década desde aquella primavera de 2011 en que las plazas se
llenaron de indignación. Entonces, una nueva generación se asomó a la política
con ganas de cambiarlo todo. ¡Y vamos si lo cambió! El 15M sacó a flote el
malestar. Una década después, ¿qué queda de aquel grito pidiendo libertad? Fue
un grito generacional, sí, pero no sólo. La crisis financiera de 2008 se saldó
mal y de forma injusta. Pagaron los menos responsables de crearla, mientras sus
verdaderos artífices se fueron de rositas.
La crisis actual, causada por la
pandemia, es distinta. Su origen no está en la avaricia del capital. Por eso resiste
ser analizada y es más fácil su manipulación. La crisis sanitaria aún no ha
terminado. Sigue muriendo gente a causa de la Covid-19 y no sabemos qué secuelas
deja. Aún así, el estado de alarma ha terminado. Ahora entre los jueces anda el
juego. Del Superior al Supremo y tiro porque me toca. Sentencias diferentes
ante medidas similares. Lo que en el País Vasco no le vale a un juez, aquí sí. Lo
que allí es limitación de derechos, aquí es defensa del derecho a la salud. ¿En
qué quedamos?
Pero volvamos a Madrid. Aunque
sus cifras de la pandemia doblen la media nacional, el caso es acusar al
gobierno de lo que haga y de lo que no. Todo sea por reverdecer viejas glorias,
y de paso, como quien no quiere la cosa, ver si se puede tapar un poco el tema
de la caja B del PP, que esa es otra. A veces, no es suficiente limpiar con
zotal para que se vaya el mal olor.
URBANO GARCÍA
Imagen: Juerga en las calles de Madrid
tras decaer el estado de alarma. OLMO CALVO.
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