“Capto
buenas vibraciones”, cantaban The Beach Boys, y me gustaba, claro que eso era
antes de que supiera el suficiente inglés para entender la letra de sus
canciones. Debía captarlas -las buenas vibraciones, digo- Susana Díaz cuando
fue a votar el domingo 13 en las primarias de su partido. Al menos convocó a
las meigas con su camiseta. Pero las vibraciones no le hicieron mucho caso, si
atendemos al resultado de las urnas. Nadie sabe aún si se ha dado por enterada.
Perder Andalucía después de haber sido el partido hegemónico desde las primeras
elecciones autonómicas no es plato de gusto para nadie. Y mucho menos para ella
que se sentó a comer con la mesa puesta. La vida interna de los partidos suele
ser menos compleja de lo que parece a simple vista. No en todos los casos. Hay
formaciones cuya complejidad aconseja ir con un hilo de Ariadna para no
perderse. No es el caso de los socialistas, cuyas cartas individuales quedaron
al descubierto cuando Pedro Sánchez se lo jugó todo por negarse a dar un voto
de confianza a M. Rajoy. Pedro perdió el apoyo de la élite dirigente, pero ganó
el aplauso de las bases. Aquella jugada contra la nomenclatura del PSOE catapultó
a Sánchez con tal fuerza que aún le dura el impulso.
Una de las socialistas que más se destapó fue Susana. Ximo Puig también, que apostó por la andaluza siguiendo la voz de su amo. A más de uno dejó descolocado. Luego Ximo se resituó. Por ahora no hay nadie que amenace con quitarle la silla. Susana se enrocó en Sevilla. Tocaba cambiar de cartel.
CALMA
CHICHA
Vivimos tiempos relativamente bonancibles
tras la angustia de una pandemia que aún no ha terminado. La vacunación va a
todo tren, y uno de los focos de mortandad de la Covid-19, las residencias de
la tercera edad, ha recuperado una bien merecida calma. Si no hay sorpresas, no
habrá elecciones hasta dentro de dos años. En tiempos de calma chicha es cuando
aprovechan los partidos para hacer sus ajustes.
Los acaba de hacer Podemos y el PSOE en
Andalucía. También el PP de aquí cambió de cartel. Bonig fue defenestrada, a
pesar de haberse hecho cargo de un PP en horas bajas. Para el relevo, dos por uno.
El titular y su valido. Digo de Carlos Mazón, presidente de la Diputación de
Alicante, y M.ª José Catalá, portavoz del PP en el Ayuntamiento de València,
presidente y secretaria general, respectivamente, del PPCV, pendientes de ser
confirmados por el próximo congreso. El primero, ariete contra la fortaleza Botànica desde la taifa alicantina; la
segunda, bien relacionada con la jerarquía eclesiástica y transterrada a
València desde su cortijo torrentí. A
ambos les tocará mimar al neofranquismo, y bregar con el ectoplasma de Camps
que amenaza, como Nosferatu, volver desde su tumba. Zaplana ya está amortizado.
También prepara cambios de calado
el Bloc, la parte contratante de la primera parte de Compromís. El
26 y 27 de junio celebrará su VIII Congreso. Además de ampliar al máximo su
baúl ideológico, el partido de Enric Morera tiene previsto cambiar de nombre y
reforzar los liderazgos de Àgueda Micó y Vicent Marzà. Adaptar el valencianismo
a los retos del siglo XXI no es poca cosa.
La otra pata de la coalición o casi federación que es Compromís, Iniciativa del Poble Valencià, el partido de Mónica Oltra, también calienta motores para su cónclave. Hace unos días reconoció a Més Iniciativa, més Compromís, una corriente dentro de la formación, nacida a su vez de una corriente de Esquerra Unida. Todo apunta a que en el próximo congreso de IdPV desparecerá el requisito de votar las corrientes para ser reconocidas. Un paso más en la construcción de espacios amables en los partidos para que todo el mundo esté cómodo. Eso también es la nueva política del siglo XXI: respetar las identidades.
NAZIS
Hablemos ahora de otra política,
de la genocida y criminal que se asentó en tierras valencianas, acogida con los
brazos abiertos por el franquismo. Hace unos días, en el Festival de Cine de
Málaga, Pablo Azorín y Pedro de Echave presentaron el documental El hombre
más peligroso de Europa. Cuenta el refugio y cómodo asentamiento de un
grupo de criminales nazis en la Marina Alta. Gerhard Bremer, miembro de las SS
y protegido por la dictadura, se dedicó al negocio inmobiliario y al turismo.
Todos los 25 de julio, celebraba su cumpleaños rodeado de uniformes nazis y con
la Banda de Música de Dénia animando la velada. Por aquellas fiestas pasaron
destacados nazis que igual servían al franquismo que a la CIA, como Johannes
Bernhardt, enlace de Franco con Hitler, o el criminal nazi Otto Skorzeny. La
historia era conocida. Hace años la contó el periodista valenciano Joan
Cantarero en La huella de la bota, un relato sobre este privilegiado retiro
para asesinos nazis jubilados. Aunque aún no tiene fecha de emisión, el
documental se pasará por TVE. Espero no haber fastidiado con esta reseña las
buenas vibraciones de un día de verano.
URBANO GARCÍA
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