No hay duda de que la pandemia va
a cambiar muchas cosas. Aunque seguramente menos de las necesarias. Algunos
cambios están llamando a la puerta. Me refiero al de la fiscalidad de las
llamadas empresas transnacionales. Sí, esas que hace unos años llamábamos
multinacionales, porque tenían la sede en el país donde residía la parte
principal de su producción y descentralizaban la parte comercial y las ventas. Esa
geoestrategia empresarial hace tiempo que se quedó obsoleta.
El capitalismo avanza que es una
barbaridad. Ahora las grandes empresas son policéntricas. Tienen sedes
centrales en varios países, o al menos así se comportan. Un ejemplo de manual
es Apple. Con un centro en EEUU, pero con varios centros a los que deriva parte
de su negocio. El ser empresas policéntricas les permite ubicar cada fase de la
producción en un país, generalmente el de fiscalidad más reducida. Eso les facilita
vender productos en países fiscalmente menos atractivos, pero apuntar los beneficios
en donde pagan menos impuestos. Un escándalo, vamos. De este modo, estas
empresas transnacionales buscan sus paraísos fiscales y allí instalan su centro
logístico. Es lo que hacen yéndose a Irlanda, por ejemplo. Bajar impuestos a las
grandes empresas, tiene un efecto “llamada” a la codicia. Puestos a elegir
dónde instalarse, prefieren hacerlo donde menos pagan. Sin escrúpulos ni complejos.
Son las leyes del mercado, o sea del capitalismo, que diría el reo Rodrigo
Rato. Antes eran otros factores, ahora sólo cuenta el balance de beneficios. No
hay más que ver qué pasa con Madrid, ¡qué se jodan los feos!
Para corregir este desequilibrio, Piketty, Stiglitz y otros prestigiosos economistas piden desde hace tiempo una reforma fiscal. También la Unión Europea y el gobierno español de coalición reclaman una fiscalidad más justa de las empresas digitales. Pero ha sido Joe Biden, con su keynesiano y ambicioso plan de transformación económica, quien ha roto con el bloqueo de Trump. Son las leyes no escritas de la globalización. La llamada tasa Google tiene una doble justificación, por un lado, establece una compensación para quienes crean los contenidos que luego la empresa digital ofrece gratis. El caso más sangrante es el de los artículos de prensa. Los diarios y revistas no suelen cobrar nada a las empresas digitales por distribuir sus artículos. “Así les damos más difusión”, argumentan como mezquina excusa. La otra utilidad de la tasa Google sería la de reequilibrar esa injusta balanza fiscal.
AVIDA DOLLARS
Así
llamó André Bretón a Dalí por la gula de dinero que tenía. Así podríamos llamar
a las empresas energéticas. Aunque les va mejor lo de oligopolio energético.
Entre Naturgy, Iberdrola y Endesa controlan el 80% del mercado energético
español. ¿Es o no una posición de oligopolio? Además, fijan los precios de la
electricidad en función del kilovatio hora más caro del mercado. La banca nunca
pierde, se dice en el juego del Monopoly. El precio del kwh se ha vuelto
a disparar. Ya ocurrió cuando la tormenta Filomena nos dejó tiritando. Y ahora
ocurre de nuevo, víspera de que vuelva a rugir la marabunta del aire
acondicionado. ¿Algo habrá que hacer? No puede ser que aumente el uso de
renovables y sigamos pagando la energía a precio de caviar. El gobierno lo ha
puesto en manos de la Comisión Nacional de Mercados y Competencia.
De nuevo está sobre la mesa la
necesidad de una empresa pública de suministro energético. Un instrumento
eficaz para abordar el cambio de modelo productivo y la lucha contra la crisis
climática. Pero, ¡ay!, con la iglesia hemos topado, amigo Sancho. ¿Cuántos ex
ministros y ex altos cargos se sientan en los consejos de administración de las
empresas del lobby energético?
Somos
el país europeo que pagamos más cara la energía. El PP privatizó el sector
eléctrico, y al PSOE no le vino mal para colocar a algunos de sus ex. Así
estaba hasta hace poco un Felipe González, por lo visto necesitado de mejorar
su jubilación. No hay vergüenza. Mientras, la pobreza energética se ha
disparado con la crisis. Según FACUA, la factura media de la luz subió el 45%
en un año. En consonancia, las ganancias de las eléctricas crecieron
exponencialmente: Endesa ganó en 2020 ocho veces más que en 2019. En el mismo período
de tiempo, las ganancias de Iberdrola fueron de 3.610 millones de €.
“Toda la riqueza del país en sus
distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés
general”, lo dice la Constitución de 1978 en su artículo 128. Pues ya toca.
NOTA: No quiero terminar estas líneas sin saludar la carta de
Junqueras publicada el 7 de junio. Un paso necesario para empezar a desenredar
la enmarañada madeja del encaje catalán. Así sea.
URBANO GARCÍA
Imagen: Billete de 1 dólar.
Vilssa.
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