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viernes, 11 de junio de 2021

JUSTICIA FISCAL

 

No hay duda de que la pandemia va a cambiar muchas cosas. Aunque seguramente menos de las necesarias. Algunos cambios están llamando a la puerta. Me refiero al de la fiscalidad de las llamadas empresas transnacionales. Sí, esas que hace unos años llamábamos multinacionales, porque tenían la sede en el país donde residía la parte principal de su producción y descentralizaban la parte comercial y las ventas. Esa geoestrategia empresarial hace tiempo que se quedó obsoleta.

El capitalismo avanza que es una barbaridad. Ahora las grandes empresas son policéntricas. Tienen sedes centrales en varios países, o al menos así se comportan. Un ejemplo de manual es Apple. Con un centro en EEUU, pero con varios centros a los que deriva parte de su negocio. El ser empresas policéntricas les permite ubicar cada fase de la producción en un país, generalmente el de fiscalidad más reducida. Eso les facilita vender productos en países fiscalmente menos atractivos, pero apuntar los beneficios en donde pagan menos impuestos. Un escándalo, vamos. De este modo, estas empresas transnacionales buscan sus paraísos fiscales y allí instalan su centro logístico. Es lo que hacen yéndose a Irlanda, por ejemplo. Bajar impuestos a las grandes empresas, tiene un efecto “llamada” a la codicia. Puestos a elegir dónde instalarse, prefieren hacerlo donde menos pagan. Sin escrúpulos ni complejos. Son las leyes del mercado, o sea del capitalismo, que diría el reo Rodrigo Rato. Antes eran otros factores, ahora sólo cuenta el balance de beneficios. No hay más que ver qué pasa con Madrid, ¡qué se jodan los feos!

Para corregir este desequilibrio, Piketty, Stiglitz y otros prestigiosos economistas piden desde hace tiempo una reforma fiscal. También la Unión Europea y el gobierno español de coalición reclaman una fiscalidad más justa de las empresas digitales. Pero ha sido Joe Biden, con su keynesiano y ambicioso plan de transformación económica, quien ha roto con el bloqueo de Trump. Son las leyes no escritas de la globalización. La llamada tasa Google tiene una doble justificación, por un lado, establece una compensación para quienes crean los contenidos que luego la empresa digital ofrece gratis. El caso más sangrante es el de los artículos de prensa. Los diarios y revistas no suelen cobrar nada a las empresas digitales por distribuir sus artículos. “Así les damos más difusión”, argumentan como mezquina excusa. La otra utilidad de la tasa Google sería la de reequilibrar esa injusta balanza fiscal.

 AVIDA DOLLARS

                Así llamó André Bretón a Dalí por la gula de dinero que tenía. Así podríamos llamar a las empresas energéticas. Aunque les va mejor lo de oligopolio energético. Entre Naturgy, Iberdrola y Endesa controlan el 80% del mercado energético español. ¿Es o no una posición de oligopolio? Además, fijan los precios de la electricidad en función del kilovatio hora más caro del mercado. La banca nunca pierde, se dice en el juego del Monopoly. El precio del kwh se ha vuelto a disparar. Ya ocurrió cuando la tormenta Filomena nos dejó tiritando. Y ahora ocurre de nuevo, víspera de que vuelva a rugir la marabunta del aire acondicionado. ¿Algo habrá que hacer? No puede ser que aumente el uso de renovables y sigamos pagando la energía a precio de caviar. El gobierno lo ha puesto en manos de la Comisión Nacional de Mercados y Competencia.

De nuevo está sobre la mesa la necesidad de una empresa pública de suministro energético. Un instrumento eficaz para abordar el cambio de modelo productivo y la lucha contra la crisis climática. Pero, ¡ay!, con la iglesia hemos topado, amigo Sancho. ¿Cuántos ex ministros y ex altos cargos se sientan en los consejos de administración de las empresas del lobby energético?

                Somos el país europeo que pagamos más cara la energía. El PP privatizó el sector eléctrico, y al PSOE no le vino mal para colocar a algunos de sus ex. Así estaba hasta hace poco un Felipe González, por lo visto necesitado de mejorar su jubilación. No hay vergüenza. Mientras, la pobreza energética se ha disparado con la crisis. Según FACUA, la factura media de la luz subió el 45% en un año. En consonancia, las ganancias de las eléctricas crecieron exponencialmente: Endesa ganó en 2020 ocho veces más que en 2019. En el mismo período de tiempo, las ganancias de Iberdrola fueron de 3.610 millones de €.

Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general”, lo dice la Constitución de 1978 en su artículo 128. Pues ya toca.

NOTA: No quiero terminar estas líneas sin saludar la carta de Junqueras publicada el 7 de junio. Un paso necesario para empezar a desenredar la enmarañada madeja del encaje catalán. Así sea.

URBANO GARCÍA

urbanogarciaperez@gmail.com

Imagen: Billete de 1 dólar. Vilssa. 


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