¿Qué ocurriría si una red mafiosa
-pongamos calabresa, por ejemplo- se infiltrase en las instituciones del Estado
y ocupase hasta el más mínimo rincón de su estructura? ¿Qué pasaría si el
ministro del Interior se dedicara a montar redes mafiosas para que no se
supiera nada sobre la verdadera naturaleza de su poder? ¿Qué sucedería si de
forma paralela a la economía del país funcionase otra “en negro” por donde
circulase el dinero de verdad? ¿Qué acontecería si el partido del gobierno
pagase su sede con dinero procedente de la economía sumergida? Pues todo eso
parece que ha ocurrido, y como nadie nos lo había contado hasta ahora, no nos
habíamos enterado. ¿O sí?
Cosas más fuertes se están oyendo
estos días en la Audiencia Nacional. Por allí está desfilando lo más granado
del PP. “Me deja usted un panorama desolador”, le dijo Manuel García Castellón,
juez instructor de la causa Kitchen, al policía Manuel Morocho,
inspector de la UDEF. “Pues lo puedo dejar peor todavía”, respondió éste al
juez. El diálogo se produjo tras hora y media de declaración. García Castellón
no da crédito a los testimonios que está escuchando en la instrucción. No le
falta detalle al culebrón gestado en Génova 13 a cuenta de un tesorero al que
le sobran cara y agallas: un cura falso, un chofer espía, un ordenador machacado,
un ex presidente desmemoriado, un Aznar enmascarado, … El caso kitchen saltó tirando del hilo de la madeja de corruptelas y
cloacas del ex comisario Villarejo. ¡Vaya tela!
Su ex jefe, el ex ministro Jorge
Fernández Díaz, el que sembró el país de estatuas del ángel de la guarda, firma
todos los días una columna de opinión en La Razón. Lo suyo es milagroso.
Habla todos los días del mar y de los peces, de lo bien que está Madrid y de lo
mal que está Barcelona, pero no ha dicho nada de las tramas montadas en su
ministerio. O no las conocía, o las había montado él. No hay otra.
Fernández Díaz creó la policía
patriótica para sembrar de españolismo Barcelona. El efecto que consiguió, fue
el contrario. Nunca los soberanistas habían tenido tanto apoyo popular como
cuando el supernumerario Fernández ejerció de ministro. Hace falta mucho ruido
para tapar los escándalos del PP.
LOS INDULTOS
El
martes 22 el Consejo de ministros indultó a los condenados del “procés”. Por decreto, sin trámite parlamentario. El mismo
método con que aprobaron miles de indultos anteriores gobiernos democráticos. Por
cierto, el PP se lleva la palma en conceder indultos. Sólo en el año 2000,
Aznar concedió 1.744 indultos. Dos años antes, en 1998, había concedido 1.582.
En total, los gobiernos del PP han concedido más de 7.500 indultos. Muchos de
ellos por delitos económicos, todo hay que decirlo. Pero también ha habido
indultos a golpistas, como el concedido a Alfonso Armada, y a condenados por
terrorismo de Estado, como a Vera y Barrionuevo. Los de ahora son indultos
parciales. Indultan el decimonónico delito de sedición. Suficiente para que los
9 soberanistas salieran de la cárcel en la que estaban desde antes de que se
dictara sentencia en el juicio que los condenó. Iglesia y patronal también se
han pronunciado por los indultos. Y la Asamblea del Consejo de Europa, un
órgano consultivo de la UE.
A
problemas políticos, soluciones políticas. Los indultos no son la solución, pero
sin duda servirán para descomprimir la olla a presión de la política catalana. ¿Dónde
nos llevó la judicialización del procés impulsada por el PP? Ese sí que
fue un callejón sin salida, señor González.
LA AGENDA
Seguramente
la dinámica interna catalana seguirá impulsando la polémica. La hegemonía
alcanzada por ERC en el campo del soberanismo aún no ha sido asimilada por sus
socios. A nadie se le escapa que los indultos ampliarán la brecha que separa a
los juzgados y condenados, de los exiliados. Una brecha que tendrá traducción política.
Todo el mundo dice desear que la agenda de las políticas catalanas vuelva a
ponerse en marcha. Veremos. Madrid necesita un contrapeso que equilibre un poco
el brutal desequilibrio territorial. Hasta la España vaciada lo necesita. Y qué
decir de los vecinos al sur del rio Ebro.
El eje mediterráneo lleva
demasiado retraso, y no por culpa de Catalunya. No ha sido una prioridad para el
Estado, ni el antiguo ni el nuevo. Y eso se nota. Tampoco ha sido prioritario
cambiar la actual financiación autonómica para hacerla más justa. Eso, más o
menos, es lo que se desprende de las palabras de la ministra de Hacienda, M.ª
Jesús Montero. A veces, quien no arma ruido no recoge nueces.
URBANO GARCÍA
Imagen: Salida presos de el procés de
la cárcel de Lledoners.
Quique García. EFE.
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