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martes, 13 de julio de 2021

CAMBIOS

Hacía días que sonaba el río. Era cuestión de encontrar el momento propicio para llevar a cabo la remodelación ministerial. Después de los cambios radicales llevados a cabo por los socios de gobierno, por Unidas Podemos, con la salida de Pablo Iglesias del ejecutivo, el PSOE aparecía como el socio inmovilista. Y eso que no paraban de caerle chuzos de punta. La última gota que ayudó a colmar el vaso fue la dura negociación de la ley trans. Son suposiciones, claro. Si atendemos lo que transmiten los medios, todo son sonrisas, buenas caras y abrazos distanciados por la pandemia. La procesión iba por dentro.

¿Y la salida del consejero áulico?, ¿qué motivó el cese de Iván Redondo? Le tenían ganas en el PSOE. La chapucera moción de censura en Murcia y la catastrófica campaña electoral madrileña eran motivos suficientes. Al margen de rumores. Que si un ministerio, que esas cosas ni se piden ni se rechazan. En fin, en la cocina de Moncloa se abusa de los chuletones. Lo digo por el argumento del presidente para salir al paso del spot del ministro de Consumo recomendando bajar el consumo (valga la redundancia) de carne. ¡Qué pronto se olvidan los compromisos! El de la carne, digo. Lo que dijo Garzón está en la Agenda 2030, es uno de los objetivos de desarrollo sostenible y figura en el acuerdo de gobierno firmado por PSOE y UP. ¿De qué se extrañan algunos barones? Oyendo a García-Page, uno piensa que no hace falta el PP. Le chafó el chiste a Casado. Y a este no le quedó más remedio que acudir a las fuentes, digo a Aznar, el gran manitú de la tribu, hacedor de cuchufletas. Menos mal que llega Félix Bolaños, un experto en cocina.

También estaba cantado el cambio en Exteriores. Ya tocaba un diplomático que conociera el Eliseo y tuviera mano izquierda para tratar con Mohamed VI. La ruta a Marruecos pasa por París.

Luego está lo de Ábalos. Lo cesan como ministro y dimite como secretario de Organización. Parece un mal chiste. O una pataleta. No le pega, no es su estilo. El cónclave socialista es en tres meses, poco tiempo para cambiar de organizador. La función de manifasser no se improvisa de la noche a la mañana. Eso sí, ya hay tres alcaldesas en el Consejo de ministras. No está mal para ir preparando las urnas. 

UNA POR TRES

                Salen tres ministros valencianos y entra una. Dos se pierden por el camino. Diana Morant, la recién llegada, se afilió al PSOE en 2011, y es persona de confianza de Ximo Puig. ¿Será su sucesora? Todo es posible. Viene de Telecos. Un buen currículo para lidiar con Ciencia y Tecnología. La ex alcaldesa de Gandía estaba en la Autoridad Portuaria de València. Y aunque como ministra no es de su competencia, bien estaría que supiéramos qué piensa de la ampliación norte del puerto valenciano, y de la terminal de cruceros al lado de la desembocadura del antiguo cauce del Turia. Ábalos parecía dispuesto a plegarse a la voluntad de Aurelio Martínez, presidente de la Autoridad Portuaria. ¿Qué piensa la actual ministra?

La ampliación norte ni es sostenible ni necesaria. No parece buena idea concentrar actividades contaminantes al lado de la antigua desembocadura del Turia. El viejo cauce es un magnífico desfiladero para que la contaminación entre más allá del corazón de la ciudad. ¿Y si la terminal de cruceros se instalase en Gandía? Y la ampliación norte -si se hace- se podría llevar más al norte, a Sagunt. Así no haría falta destrozar el paisaje, ni las playas, ni contaminar más con miles de camiones cruzando el horizonte. En puente o en túnel, la contaminación es la misma. Los datos son contundentes, la población se instala en la costa. El litoral de Sagunt a Gandía es una conurbación con València en el centro. Ya está bien de hipotecar el futuro con obras sólo útiles para el presente. Para diseñar el futuro hay que pensar en el futuro. Deberíamos ser ambiciosos y buscar un uso para el Hyperloop, el tren supersónico, silencioso y no contaminante, que diseñan unos estudiantes de la Politécnica. Gandía-Valencia en 10 minutos. ¿Algo más? 

DEL SALER AL TÚRIA

                Lunes 12, a la sombra del Umbracle del Jardí Botànic de València, Carles Dolç presentó Del Saler al Túria, crónica de dos campañas ciudadanas que terminaron con dos grandes victorias cívicas. Ambas tuvieron lugar en los años de la Transición, y ambas dejaron una profunda huella en la ciudad. València no sería la misma si la resistencia cívica no hubiera logrado doblegar el pulso a la especulación y el desarrollismo. Deberíamos estar orgullosos de nuestra capacidad para cambiar las cosas. Lecciones de la historia. Pero no todas las batallas se ganan. Ahí está el bocado que la ampliación sur del puerto dio al barrio de Natzaret. La herida aún sangra y quieren hacernos otra. Hacen falta més trellat y más cambios.

URBANO GARCÍA

urbanogarciaperez@gmail.com

Imagen: Primer Consejo de ministras tras la última remodelación del gobierno. Javier Lizón/ EFE.  

 

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