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miércoles, 21 de julio de 2021

ESTADO DE SITIO

 

La sentencia del Tribunal Constitucional (por 6 votos contra 5, hay un juez suspendido por una denuncia de malos tratos) contra el estado de alarma ha sacado a la luz algunas de las luces -pocas-, y sombras -muchas-, del alto tribunal. Todo el mundo está alarmado ante una sentencia que declara inconstitucional una declaración de estado de alarma de hace 16 meses. ¡Sí!, 16 meses. Para unas prisas.

Y es que los jueces son seres humanos, con sus tiempos y sus pautas, con sus filias y sus fobias, con sus mochilas cargadas de buenas intenciones, pero también de prejuicios, que se convierten en perjuicios cuando aplican leyes injustas. ¿Quién dice que algunas sentencias judiciales no tengan sesgo? ¿Tan imparciales son las leyes? Si Lacan levantara la cabeza miraría debajo de las togas de los magistrados para ver el pedigrí de cada uno de ellos. Son hijos de su padre y de su madre, como todo dios. Hijos de sus circunstancias, con las que les ha tocado bregar. De sus muchos años enclaustrados preparando unas oposiciones más basadas en memorizar que en la empatía. ¡Sí!, los jueces también deberían ser empáticos. No se trata de que sean Perry Mason ni el juez de la horca, basta con que sean un poco humanos, que piensen que sus decisiones afectan a personas, a sus vidas, a su presente y a su futuro. ¿Cómo se puede discutir sobre el color de los grillos en un edificio en llamas? Se lo preguntaba Wilhelm Reich cuando muchos psicólogos se dedicaban al onanismo intelectual mientras que Hitler ocupaba media Europa. Los libros de W. Reich merecen una relectura, sobre todo La psicología de masas del fascismo, con las cautelas propias de saber que la historia nunca se repite exactamente igual que la primera vez.

Conocemos la sentencia del TC, también algunos votos particulares. El más crítico ha sido el ex fiscal general del Estado Cándido Conde-Pumpido, quien ha calificado la sentencia del TC como política, además de desmontar el argumentario del juez ponente, el ultra conservador González-Trevijano, famoso por no haber encontrado indicio de delito en la falsificación de los másteres de la Universidad Rey Juan Carlos. Trevijano, un asiduo de la fundación FAES, avaló las tesis de los neofranquistas, quienes recurrieron al TC, tras votar a favor del estado de alarma. ¿Cínicos?, seguramente algo peor. Algunos de los otros magistrados que votaron en contra del estado de alarma también frecuentan los cursos de la FAES. Un panal del que fluye la miel y la hiel ultra conservadora. Entre ellos también hay algún magistrado de la llamada cuota progresista, un poco menos conservadora que la cien por cien conservadora. Paradojas.

En marzo de 2021, ante una pandemia desbocada, con el SARS-Cov-2 cobrándose cientos de vidas diariamente, ¿qué querían los miembros del TC? ¿Les parecía poco la limitación de derechos?, ¿querían suspender libertades declarando el estado de emergencia?, ¿hubieran preferido la declaración de estado de sitio? O, ¿añoran la suspensión de derechos que hizo Milans del Bosch el 23F en la III Región Militar?

Los currículos de sus señorías los miembros del TC son públicos, sólo hay que asomarse a la web para conocerlos. No destacaron en su lucha por las libertades, ni los votamos, pero sus tardías decisiones ponen en jaque nuestra democracia. ¿Conocen sus señorías los debates constitucionales que llevaron a la incorporación en la Carta Magna del estado de alerta? Seguramente no. Eso explica que su sentencia no contemple esas circunstancias. ¿Qué hacer con unos magistrados del TC que no conocen la gestación de las leyes que aplican? No contenta con judicializar la política, la derecha judicializa hasta la pandemia. ¿Por qué esa pertinaz insistencia en judicializarlo todo? Nuestra sospecha está más que fundada. 

MEMORIA

                En medio del debate constitucional, se cumplieron 85 años del golpe de Estado contra la II República. El olvido es una pesada losa. Hace unos días, el martes 20, el gobierno aprobó la Ley de la Memoria Democrática. Aunque tarde, es un instrumento necesario -aunque insuficiente-, para impulsar y defender la democracia. Pero, sobre todo, necesario para dar dignidad y justicia a los muertos que aún yacen en miles de fosas. El franquismo nació como murió, matando. Por muy crispado que fuera el debate democrático, y por mucha violencia que hubiera, Franco y sus compinches rompieron violentamente la baraja de la democracia con la voluntad de no reconstruirla nunca. Entre demócratas y antidemócratas no hay equidistancia posible. Franco dio un golpe de Estado, y encabezó una guerra de exterminio. Ignacio Camuñas junto a Casado reivindicó a Franco y volvió a ciscarse en la democracia. ¿Dónde están algunos?

Sin ser lo mismo, ni mucho menos, ¿qué ha sido la sentencia del TC declarando anticonstitucional el primer estado de alarma aprobado por el gobierno? ¿qué alternativa había? Y ahora, ¿qué?

URBANO GARCÍA

urbanogarciaperez@gmail.com

Imagen: Puñetas de magistrado. EFE


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