En vísperas de la pandemia que aún
nos acogota, volvió a editarse la novela de Amadeu Fabregat Assaig d’aproximació a “Falles Folles Fetes Foc”, premio
Andròmina de
narrativa dels Octubre de 1973. El relato de Fabregat era
un ingenioso ensayo-reflexión sobre la valencianía, lo suficientemente críptico
y distanciado como para que entonces nadie se sintiera aludido. Mucho ha
llovido en los 47 años pasados. Poco queda de aquellas polémicas del
tardofranquismo en las que todo estaba por hacer y pensábamos que todo era
posible.
Hace unas semanas, el
valencianismo volvió a reinventarse, al menos una parte importante de él, la
representada por el Bloc, parte contratante de la primera parte de Compromís.
El nombre no hace la cosa, pero ayuda. Ahora se llama Més Compromís. Una forma de integrar el todo en la parte diluyendo
un poco el esencialismo que en otros tiempos caracterizó al Bloc. Entrados
en el siglo XXI, parece oportuno preguntarse, ¿qué es ser valencianista hoy en
día? No es fácil la respuesta. Ese debate sobrevoló el congreso de Més Compromís y no está, ni mucho menos, resuelto.
Ahora le queda al ex Bloc y
a Compromís lo más difícil, convencer a la mayoría del electorado de que
la propuesta valencianista es la más adecuada para gobernar el país que
tenemos. Ni más ni menos. La identidad también es lo que los demás piensan que somos.
De ahí el interés de algunos sectores reaccionarios en poner etiquetas, hacer
creer a los demás que somos lo que no somos. Así fue como, durante la
Transición, el blaverismo convirtió, a ojos del personal, el valencianismo político
en catalanismo. Con la inestimable ayuda de Las Provincias, todo hay que
decirlo. Muchos años después, aún sigue pesando la losa del estigma catalanista.
No hay más que ver el rédito que siguen sacándole las derechas. Faltas de
programa, rascan de fobias incrustadas en el subconsciente. Rebañan el tarro de
las esencias, buscando un resto, por mínimo que sea, al que aferrarse.
Pero la realidad es tozuda. No
hay más que mirar al Cap y
casal para ver los buenos resultados. No parece que a las
vecinas y vecinos de València les vaya mal con Ribó en la alcaldía. Una de las principales
ventajas de ser una coalición, como Compromís, es que permite una
pluralidad que quedaría laminada siendo un único partido. Sobran ejemplos. Compromís
tiene abierto su futuro, definir qué quiere ser de mayor. Un debate que
afecta a cómo las izquierdas hacen frente a los nuevos retos del siglo XXI, con
la crisis climática ocupando un lugar preferente. Los partidos del siglo XX asumían
todas las reivindicaciones, aunque luego sólo sobrevivían las que tenían el
visto bueno de la mayoría. El resto era agua de borrajas.
La política y el valencianismo del siglo XXI pasan por respetar escrupulosamente la pluralidad y defender con uñas y dientes las mejores condiciones para el pueblo valenciano. Por ejemplo, reivindicando con todas las fuerzas una financiación más justa que la actual; o un mayor respeto al medio ambiente.
FIESTA Y VIRUS
A
menudo surgen contradicciones en la gestión de los asuntos públicos. La
política es eso, optar, decidir entre diversas opciones. Entre salud y negocio,
entre virus y fiesta, por ejemplo. Es una de las cuestiones que tienen el alcalde
y todo el Consistorio encima de la mesa. Las fallas se hacen para ser quemadas.
Esa verdad de Perogrullo, ese elogio de lo efímero, de lo caduco, ronda la
cabeza de muchos visitantes que lamentan ver los monumentos de cartón piedra convertidos
en pasto de las llamas. Tanto dinero gastado, tanto esfuerzo para nada. Combustible
per a falles, escribió Fuster en una satírica reflexión, pocos años después
de verse él mismo convertido en ninot, en 1963, y ser quemado por pirómanos fascistas
disfrazados de falleros. Eran tiempos de intolerancia que unos pocos siguen añorando.
Ahora toca ver qué hacemos con el
combustible para fallas acumulado. A las no-fallas de 2020 le siguieron las
no-fallas de 2021. Los monumentos de cartón piedra siguen almacenados en Feria
Valencia. Para que la fiesta rebrote en 2022 es necesario quemar lo antiguo, lo
viejo. Para que resurja el ave Fénix es necesario cerrar el ciclo. Ese es el
tema. Claro, que algunos tienen la cabeza más en el negocio que en la
tradición. Ya que las quemamos, aprovechemos para desestacionalizar las Fallas,
piensan.
Pero las circunstancias mandan y
la cuarta ola de la pandemia se está cebando en quienes aún no están vacunados.
Justo quienes más cuerpo de fiesta se les pone cuando se acercan las Fallas. Un
poco de trellat nunca va mal. El SARS-Cov-2
sigue suelto y mutando, buscando sobrevivir a unas vacunas que han demostrado ser
la mejor barrera contra la primera peste del siglo XXI. Volveré en septiembre.
URBANO GARCÍA
Imagen: Fallas almacenadas en Feria Valencia. G. CABALLERO.
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