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sábado, 4 de diciembre de 2021

EL SESGO DE LA PORRA

A la memoria de Almudena Grandes.

 

                Joan Cogollos tiene 75 años, es de Gandía y vive en Oliva. Hace 4 años, en 2018, antes de que se declarara la pandemia, Joan y su familia, en la que hay menores, fueron desahuciados de su hogar. No es plato de gusto para nadie ser sacado a la fuerza del techo bajo el que vive. Es humano resistirse, evitar por todos los medios llegar a ese momento, hacer todo lo posible para que el desahucio no ocurra nunca. Detrás de todo desahucio hay un drama humano, personas forzadas a bajarse de un tren en marcha, y a las que el Estado -ese Leviatán del que hablaba el filósofo inglés Thomas Hobbes en el siglo XVII-, aplica toda la fuerza coercitiva de que dispone. Las leyes del mercado, dicen. Es posible. Pero por encima de esas leyes, a veces injustas, están las leyes humanas, a las que todo Estado democrático debería someterse. Joan es una persona comprometida con el prójimo, solidaria con los que menos tienen, pacifista, … Tal vez por eso milita en la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. Él mismo es uno de los afectados. La PAH no tiene armas ni tanquetas, no tiene gases lacrimógenos ni pelotas de goma, la PAH sólo tiene la solidaridad de sus miembros, el calor de arropar y consolar en momentos difíciles. La plataforma gandiense nació en 2011, impulsada por el tsunami social que fue el 15M. Antes de que existiera la PAH, las personas desahuciadas tenían pocas alternativas, poco consuelo, pocos que las comprendieran, que las escucharan, que les facilitaran pan y techo sin nada a cambio… Si no existiera la PAH, habría que inventarla.

                Dice un policía local que Joan y otros activistas de la PAH le agredieron en el momento del desahucio. No hay más prueba que la palabra del agente. Bueno, sí, hay otra prueba. Un vídeo grabado por la Guardia Civil que desmiente la versión del policía municipal. En el vídeo no se ve ninguna agresión, sólo la respuesta pacífica de Joan y el resto de miembros de la PAH. El miércoles se celebró la vista oral.

MORDAZAS

                Hay un Madrid de Pérez Galdós como lo hay de Almudena Grandes. ¡Qué dos grandes cronistas! Almudena nos dejó pocas horas antes de que la policía gritara por las calles de sus madriles “¡viva las tanquetas!”, como los fans de Fernando VII le gritaron “¡vivan las cadenas!”, cuando adjuró de la Constitución de 1812, para volver a la tiranía absolutista. Hace falta ser masoca.

                Los sindicatos de la policía, Justicia Salarial Policial (Jusapol), Justicia Policial (Jupol) y Justicia Guardia Civil (Jucil) convocaron una protesta en defensa de la llamada ley mordaza. Como argumento un cúmulo de mentiras y manipulaciones, de fake news de esas que tanto gustan a la extrema derecha. Una protesta ideológica, política, en defensa de una ley que el PP de Rajoy y Casado aprobó sin diálogo ni consenso, que otorga presunción de inocencia a las actuaciones policiales, mientras que culpabiliza a quienes defienden sus derechos acogiéndose al derecho constitucional de hacerlo. No sólo Amnistía Internacional considera que la ley mordaza va contra los derechos humanos, hasta la Unión Europea ha dicho que abre la puerta a los abusos policiales.

                Sobran ejemplos parecidos a los de Joan Cogollos. Hace tan solo unas semanas, Alberto Rodríguez, diputado de Unidas Podemos, dejó el escaño tras ser condenado por una denuncia de un policía que argumentó haber sido agredido por Alberto. No hubo pruebas, ni parte médico. Fue la palabra de un policía simpatizante de la extrema derecha contra la de un político de izquierdas. Y la inestimable ayuda de la ley mordaza, convertida en tapadera para los abusos. Esa ley fue el único aval del agente. Mientras que la misma norma hizo culpable al diputado. Esa es la ley que el PP redactó y votó en solitario, aprovechando que tenía mayoría absoluta, y por la que ahora claman algunos sindicatos policiales, más preocupados por tapar sus errores que por garantizar las libertades democráticas.

SENTENCIAS

                Algunas pocas sentencias están sesgadas, y vienen condicionadas por una instrucción que, a pesar de los códigos deontológicos y los procedimientos establecidos para garantizar la imparcialidad del instructor, están influidas, consciente o inconscientemente, por unas circunstancias determinadas, por el color del cristal a través del cual vemos las cosas. Por eso nunca hay suficientes mecanismos que garanticen la máxima imparcialidad posible. Salvo los ciegos, nadie está libre de ver el mundo a través de sus ojos, de sus percepciones, de sus experiencias… También el uso de la porra puede estar sesgado.

URBANO GARCÍA

urbanogarciaperez@gmail.com

 Imagen: Entierro de Almudena Grandes en el cementerio civil de Madrid. EFE

 

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