En democracia es lo que cuenta.
Al final y al principio. Cuentan los votos y los votos se cuentan. Sin duda se
enredaron. Dijeron que votarían sí y votaron no; quiso votar no y le salió sí.
Unos por maldad, otro por estupidez. No era la primera vez que ocurría. Ni lo
uno ni lo otro. Hay malos, malos; vamos, malos de película. Y hay estúpidos,
torpes, manotas o cortos. También de película. De todo hay en las películas,
como en la vida misma. A estas alturas ya sabrán de qué les hablo. Sí, de la
reforma de la contrarreforma de la reforma laboral. De ese proyecto de ley que iba
a derogar todo y al final se quedó en derogar lo que se pudo. Poco o mucho
depende de quién y cómo lo mida. Derogar, lo que se dice derogar, no ha sido
derogada la contrarreforma de la reforma que hizo el PP a solas con su camisa.
¡Y lo que nos hemos reído! Iba a ser la ley estrella y por poco nos
estrellamos. No hay más que repasar el vídeo. Con VAR o sin BAR da lo mismo. Las
caras, un poema. Nadie salió de su asombro. Los primeros en alegrarse fueron
los que pensaron que les había salido bien la jugada. No contaban con que en
toda buena familia siempre hay un estúpido, corto o manotas que al final la
caga en la cena de Navidad. Eso sí, luego a pedir perdón, a decir que no
volverá a ocurrir, y a otra cosa mariposa. Se creyó con la conciencia limpia, tras
darle una pasada con zotal y pensando que la estupidez es listura que uno tiene
de cuna. ¡Hay que ser corto! Nada más producirse la votación, incluso antes de
acabada, hubo alegría y alborozo en una parte del graderío. Miradas de
complicidad. Guiños de pícaros que se las saben todas. Para eso son los más
listos, los más guapos, los más ricos, … los más necios o los más estúpidos.
Sabedores que su pedigrí les abre puertas y ventanas, que su ideología les da
acceso a palacios y catedrales, que sus contactos les facilitan consejos de
administración y otras canonjías, lo suyo es dejarse llevar por la corriente. Les
viene de fábrica ser los más listillos de la cuadrilla. Y la jugada les salió
bien. Por poco tiempo, pero les salió bien. Y se miraron. Y se guiñaron un ojo.
Y se hicieron las señales casi imperceptibles de quienes han hecho una jugada
maestra, una triquiñuela de tahúr, un truco de magia “potagia” digno del gran
Judiny. “¡Somos unos genios!”, se dijeron antes de que la risa mutase en mueca
de sorpresa. Nadie lo vio venir. Como el día del tamallazo. ¿Os acordáis? Esa
sí que fue buena. La jugada, digo. Fue más lenta, eso sí. Costó un poco más. De
tiempo y de dinero, digo. Pero salió redonda. Creó escuela. Como aquella,
ninguna. La de Murcia también fue buena. ¿Quién sería el ingenioso ingeniero
que ingenió la maniobra? Ni John le Carré hubiera podido imaginar unos
servicios de espionaje tan patosos. Tan estúpidos y necios. Hay que serlo para
intentar descabalgar al contrario y terminar siendo el descabalgado. El PP,
soltero o casado, aún vive de aquellas rentas. De aquello y de subirse al
gorrino para llegar antes a meta. Hablo del gorrino y pienso en los
neofranquistas. Debe ser por lo de subirse a su lomo para llegar antes. Lo
saben, pero no lo dicen. Si quieren gobernar necesitarán sus votos. Sí o sí,
que decía aquel. No hay granja porcina para tanto purín. Tanto esfuerzo para
nada. Al final contaron los votos y no salían las cuentas. Faltaba un voto. Un
sí que era un no por culpa de Bill Gates. Alguien pulsó y repulsó el sí
queriendo decir no, como quien dice rosa por risa; como quien dice una cosa,
pero quería decir otra. Faltaba un torpe, un manotas que hiciera justicia
divina. Y ahí estaba, en casa, con pantuflas y en pijama, dispuesto a lidiar
con la informática para emitir su preciado voto. Había que estar atento para no
equivocarse. Para no decir sí, si quería decir no. O era al revés. Había que
decir no, si quería decir no. Al final salió sí. ¡Vaya lío! Y salió lo que
salió, una cagada monumental. Y cuando su sí subió al marcador, resulta que
había más síes que noes. Eso sí, sólo uno más. Que la cosa no era para tirar
cohetes. Victoria pírrica, le llaman. Y Teodoro, su jefe, se quedó de piedra.
Casi lo mismo, pero al
revés, al otro lado de la bancada. Los que votaron no, y querían votar sí,
sorprendidos por que ganara el no, más tranquilos cuando ganó el sí. Los del sí
es sí, incrédulos con el inicial no, exultantes cuando ganó el sí. ¿Quién habrá
sido el ingenioso que ingenió dejar el botón nuclear en manos de la derecha
navarra, de UPN? Hace falta ser confiado, o ingenuo, o necio. Ya lo ha
comprobado, ¡se habrá quedado tranquilo! No hay mayoría alternativa a la que
ganó la investidura y dio la presidencia del Gobierno a Pedro Sánchez. Esa es
la realidad que hay que cuidar. Pan de miel y sopitas con leche.
¡Basta de choteo!, el
tema es serio. De no haber salido la reforma de la contrarreforma adelante, se
habría revalidado la Ley Laboral del PP, echado abajo el gobierno de coalición
y abierto las puertas a la otra coalición, a la del PP con los neofranquistas,
la que se impondrá en Castilla-León si tiene mayoría.
“Lo estoy pasando fatal,
estoy destrozado, la que he liado”. A veces, no hay nada como una buena diarrea
a tiempo, para recuperar la razón. ¡Hasta la próxima, campeón!
URBANO GARCÍA
Imagen: Puerta de los leones del Congreso.
EFE.
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